Capítulo 293
A Álvaro, enfundado en ropa de diseñador, le costaba acomodar sus largas piernas y brazos; al final, se sentó con gesto de incomodidad.

En cambio, Gabriela se mostraba a gusto, relajada.

Pidió la comida con soltura.

—¿Vienes seguido? —preguntó Álvaro al verla tan acostumbrada.

—Así es. —Gabriela se recargó con naturalidad en el respaldo de la silla—. Esa pose de «no como nada que no sea gourmet» cuando estaba contigo era pura farsa. En realidad, adoro estos lugares populares.

El tono de Gabriela rezumaba un leve matiz de burla.

Álvaro lo captó de inmediato.

—Si te gustan, puedo acompañarte todas las veces que quieras. Además, creo que queda cerca de la oficina, —agregó él, asintiendo con la cabeza.

Gabriela lo observó, y esa chispa de herirlo intencionalmente se fue apagando poco a poco.

Ahora, Álvaro se comportaba como un avestruz, escondiéndose de su sarcasmo y procurando huir de enfrentamientos.

Era una actitud que a ella le resultaba extraña, tan distinta de aquel Álvaro que siempr
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