Álvaro entró en la habitación de Noelia sin mayor ceremonia.Ella estaba recostada con un pijama hospitalario suelto, y en sus muñecas se veían vendas manchadas con rastros de sangre. Con el rostro pálido, miraba con melancolía hacia la ventana. Su aspecto era tan frágil que casi parecía volverse transparente, como si un mínimo soplo de viento pudiera desvanecerla.Álvaro tocó la puerta con los nudillos.—No tengo hambre, no quiero comer, —murmuró ella, sin fuerzas.—Deja de fingir, —respondió él, ya avanzando—. ¿No era a mí a quien esperabas?Noelia se volteó con cierto dramatismo, como si recién notara que era él.Al verlo, sus ojos se humedecieron de inmediato. Aquella técnica de lágrimas instantáneas no era nueva en ella; desde siempre había cultivado una imagen de fragilidad frente a Álvaro.—Álvaro, pensé que no vendrías, —dijo con un nudo en la garganta.Él clavó la mirada en la pequeña habitación. Era un cuarto individual muy sencillo, ni siquiera había una silla decente donde
Sin duda, ese hecho le daba otra bofetada a Noelia en la cara.—No sé qué locura les ha dado a Cristóbal y a Rosalina… —soltó Álvaro con sarcasmo—. Tal vez Cristóbal, frustrado porque no obtuvo lo que quería, se inventó todo ese rumor. En fin, gracias por avisarme; ya me he encargado de castigarlos.Noelia, por supuesto, sabía lo que Álvaro había hecho contra Leeds. Ni siquiera era necesario fijarse en los reportes financieros: en los grupos privados de jovencitos millonarios, no se hablaba de otra cosa. Al principio se había entusiasmado, creyendo que Álvaro había actuado así tras escucharla a ella, y estaba convencida de que la siguiente en la lista sería Gabriela.Nunca imaginó que el motivo de Álvaro para ir contra Leeds fuese la supuesta invención de calumnias sobre Gabriela.—¡Pero si tú mismo viste a Gabriela y a Cristóbal salir a celebrar el Año Nuevo juntos!—Noelia, —él la cortó sin piedad—, si quieres inventar chismes sobre mi esposa y ponerme esa «corona de cuernos», adelan
—Señor, si quiere, yo puedo encargarme. —Al ver la escena, se ofreció Kian con voz conciliadora.Álvaro, visiblemente irritado, asintió con un gruñido y salió con pasos firmes.—¡Álvaro! ¡Nadie te ama más que yo en este mundo! ¡Gabriela ni siquiera te quiere! ¡Te arrepentirás de tratarme así! ¡Te vas a arrepentir! —gritó Noelia, sumida en llanto desconsolado.Kian, con un suspiro, cerró la puerta.—¡Desalmado! ¡Desagradecido! —sollozó Noelia con rabia.Kian no pudo contener un murmullo entre resignado y compasivo:—Señorita Noelia, ¿por qué rebajarte de este modo?—Kian, cuando Gabriela quedó embarazada, Álvaro no la vio nunca, ¿verdad? ¡Es evidente que no la vio! —Noelia se resistía a aceptar la posibilidad de que el bebé de Gabriela fuera de Álvaro.Para ella, cualquiera menos Gabriela. No podía permitirse «perder» frente a esa mujer.Kian reaccionó de inmediato:—Sí se vieron.Noelia se quedó atónita, olvidándose incluso de llorar:—¿Cuándo sucedió? ¡Yo jamás me enteré!—Fue para ev
—Ella dice saber la verdad de la muerte de mis padres, —Gabriela subrayó cada palabra, clavando la vista en ellos.La pareja de ancianos parpadeó, algo incómoda.—¿Otra vez con ese asunto? ¿No te dije ya…? —Carmen frunció el entrecejo, pero Gabriela la cortó en seco:—¿Dejarlo pasar? ¿Perdonar la masacre de mi familia? ¿Acaso crees que voy a hacerme de la vista gorda ante el asesinato de mis padres? Aunque me cueste la vida, pienso descubrir la verdad.Carmen sintió un escalofrío al toparse con la mirada gélida de Gabriela.—¿Por qué evitaron que Ivana me contactara? ¿Por qué la secuestraron? ¿Por qué ustedes, en su momento, manipularon a mi abuelo para que culpara a Iker y dejara de investigar la muerte de mis padres? —el tono de Gabriela era arrasador, directo y sin concesiones. Había llegado la hora de romper la última máscara.—¿Por qué le hablas así a una anciana? ¡Tu abuela tiene problemas del corazón! —masculló Oliver, y se dispuso a levantarse junto a su esposa.Sin embargo, an
—¡Sofía no fue la culpable!Desesperada ante la actitud de Gabriela, Carmen se apresuró a explicarse.—Tranquila, déjame a mí —dijo Oliver, palmeando la mano de su esposa para calmarla. Luego se giró hacia Gabriela, quien lo miraba con frialdad.—Hay que remontarnos al momento en que nos enteramos de que tus padres habían sufrido ese accidente en medio de la nada, —comenzó Oliver, encorvando ligeramente la espalda y soltando un suspiro prolongado—. Tu abuelo y yo fuimos los primeros en llegar al lugar, y en el tanatorio del pueblo más cercano encontramos los restos calcinados de tus padres, irreconocibles…Gabriela apretó con fuerza los puños.Tras aquel siniestro, el auto se había reducido a un armazón; era de esperarse que quienes iban dentro quedaran hechos cenizas.—Tu abuelo y yo estábamos destrozados, así que pusimos a todo el mundo a buscar pistas del culpable… y también a rastrearte a ti, que habías desaparecido, —continuó Oliver.Gabriela esbozó una mueca de burla. Sabía que a
Le costaba dilucidar si se parecía más a su padre o a su madre.Sofía, por su lado, consiguió reponerse un poco dentro de la casa, pero al cruzar la mirada con su padre, se quebró en un llanto desgarrador. El silencio de su voz se hacía más trágico porque todo su sufrimiento se veía reflejado en su rostro. Aquello le partía el alma a Oliver.—Hija, si Luis se entera de que estás así, se preocuparía muchísimo por ti… —trató de calmarla.Entonces, Sofía hizo señas con el gesto descontrolado de quien se siente culpable de todo:—No lo haría… No me perdonará jamás. ¡Lo maté a él y a su familia! ¡Merezco morir, merezco morir!Sin previo aviso, empezó a abofetearse. Oliver se horrorizó y, tras verla propinarse dos golpes, reaccionó para sostenerle las manos y evitar que siguiera lastimándose.—¡Sofía, no digas disparates!—Fui yo… todo fue por mi culpa… —gimió ella, con la mirada perdida y un aire de locura.La gente en aquel lugar era mucha y las conversaciones podían oírse fácilmente, así
Oliver conservaba una copia de esa carta en su correo electrónico. Con manos temblorosas, la descargó y se la mostró a Gabriela, quien sintió que la sangre le corría con más intensidad que nunca. Algunas memorias confusas de su infancia, junto con detalles que Remy le había mencionado, comenzaron a encajar en su mente.En efecto…Según Remy, también existía la idea de que los asesinos iban tras su madre. Entonces, Gabriela lo había descartado pensando que Remy se equivocaba, pues Natalia no procedía de una familia con recursos, ni tenía un pasado llamativo. ¿Por qué alguien gastaría tanto dinero para matarla? Parecía absurdo.Pero ahora, la misma carta de Sofía reforzaba la hipótesis.—Hace un instante mencioné que, poco después de que Sofía vino a casa, Álvaro cayó gravemente enfermo, —continuó Carmen, entre sollozos—. Cuando tu suegro y yo leímos esa carta, comprendimos que, tal vez, no fue una enfermedad espontánea, sino que alguien amenazó a Sofía usando la vida de Álvaro como mone
—No quise dar a entender eso… —se apresuró a responder Carmen, azorada.—Tal vez si hubieras compartido sin engaños la información que descubriste sobre esos asesinos, en lugar de ocultarla y embaucar a mi abuelo, habríamos dado con el culpable mucho antes, —Gabriela miró fijamente a Oliver—. ¿Todo para proteger la reputación de tu hija? Y como tanto les importa esa fachada, aprovecharé este Año Nuevo para armar un gran escándalo, hacer que todos sepan lo que hizo ella y qué clase de hipócritas son ustedes.Dicho esto, Gabriela giró sobre sus talones y se dispuso a salir con furia.Carmen, presa del pánico, olvidó su mareo y la jaló del brazo:—¡Gabriela, no puedes hacerlo! Somos dos viejos con un pie en la tumba; si nuestra imagen queda destruida, nos da igual. Pero, ¿qué hay de Álvaro? ¿Qué culpa tiene él en todo esto?El ceño de Gabriela se tensó, como si hubiese escuchado la broma más cruel:—¿Y qué culpa tengo yo? Llevo arrastrando el trauma de ver cómo asesinaron a mis padres de