Le costaba dilucidar si se parecía más a su padre o a su madre.Sofía, por su lado, consiguió reponerse un poco dentro de la casa, pero al cruzar la mirada con su padre, se quebró en un llanto desgarrador. El silencio de su voz se hacía más trágico porque todo su sufrimiento se veía reflejado en su rostro. Aquello le partía el alma a Oliver.—Hija, si Luis se entera de que estás así, se preocuparía muchísimo por ti… —trató de calmarla.Entonces, Sofía hizo señas con el gesto descontrolado de quien se siente culpable de todo:—No lo haría… No me perdonará jamás. ¡Lo maté a él y a su familia! ¡Merezco morir, merezco morir!Sin previo aviso, empezó a abofetearse. Oliver se horrorizó y, tras verla propinarse dos golpes, reaccionó para sostenerle las manos y evitar que siguiera lastimándose.—¡Sofía, no digas disparates!—Fui yo… todo fue por mi culpa… —gimió ella, con la mirada perdida y un aire de locura.La gente en aquel lugar era mucha y las conversaciones podían oírse fácilmente, así
Oliver conservaba una copia de esa carta en su correo electrónico. Con manos temblorosas, la descargó y se la mostró a Gabriela, quien sintió que la sangre le corría con más intensidad que nunca. Algunas memorias confusas de su infancia, junto con detalles que Remy le había mencionado, comenzaron a encajar en su mente.En efecto…Según Remy, también existía la idea de que los asesinos iban tras su madre. Entonces, Gabriela lo había descartado pensando que Remy se equivocaba, pues Natalia no procedía de una familia con recursos, ni tenía un pasado llamativo. ¿Por qué alguien gastaría tanto dinero para matarla? Parecía absurdo.Pero ahora, la misma carta de Sofía reforzaba la hipótesis.—Hace un instante mencioné que, poco después de que Sofía vino a casa, Álvaro cayó gravemente enfermo, —continuó Carmen, entre sollozos—. Cuando tu suegro y yo leímos esa carta, comprendimos que, tal vez, no fue una enfermedad espontánea, sino que alguien amenazó a Sofía usando la vida de Álvaro como mone
—No quise dar a entender eso… —se apresuró a responder Carmen, azorada.—Tal vez si hubieras compartido sin engaños la información que descubriste sobre esos asesinos, en lugar de ocultarla y embaucar a mi abuelo, habríamos dado con el culpable mucho antes, —Gabriela miró fijamente a Oliver—. ¿Todo para proteger la reputación de tu hija? Y como tanto les importa esa fachada, aprovecharé este Año Nuevo para armar un gran escándalo, hacer que todos sepan lo que hizo ella y qué clase de hipócritas son ustedes.Dicho esto, Gabriela giró sobre sus talones y se dispuso a salir con furia.Carmen, presa del pánico, olvidó su mareo y la jaló del brazo:—¡Gabriela, no puedes hacerlo! Somos dos viejos con un pie en la tumba; si nuestra imagen queda destruida, nos da igual. Pero, ¿qué hay de Álvaro? ¿Qué culpa tiene él en todo esto?El ceño de Gabriela se tensó, como si hubiese escuchado la broma más cruel:—¿Y qué culpa tengo yo? Llevo arrastrando el trauma de ver cómo asesinaron a mis padres de
Su cabeza daba vueltas a mil por hora. Recordó que, cuando Emiliano llegó a Mar de Cristal, le costó muchísimo adaptarse a la comida del lugar. Incluso llegó a oír al director del orfanato y a una maestra de vida diaria decir que aquel niño parecía venir de alguna ciudad del norte.Cuando Gabriela y Emiliano se volvieron más cercanos, él la acompañaba a la mayoría de sus competencias de danza, excepto cuando el evento era en Midred o sus alrededores. En su momento, Gabriela no vio nada raro. Emiliano siempre tenía una excusa razonable: exámenes, entrenamientos, competencias de matemáticas…Al llegar la hora de elegir universidad, Emiliano tuvo la oportunidad de postularse a dos de las instituciones más prestigiosas de Midred, gracias a su excelente desempeño académico y al asesoramiento de la escuela. Sin embargo, se negó rotundamente y finalmente ingresó a una reconocida universidad del sur.Colomba se enojó tanto que estuvo un buen tiempo sin dirigirle la palabra. Sabía que, aunque l
Tres años después de su matrimonio, Gabriela García se encontraba en la sala de obstetricia del hospital cuando, inesperadamente, vio a Álvaro Saavedra, su esposo, a quien no había visto en tres meses. Él no estaba solo. A su lado, iba su amante.La mujer, delicada y encantadora, tenía un rostro que podría haber sido el reflejo distorsionado de Gabriela, como si alguien hubiese mezclado sus rasgos en un 50 o 60 por ciento. Era Noelia García, la impostora que durante dieciséis años había vivido la vida de Gabriela.Medio año antes, Gabriela había comenzado a sospechar que Álvaro tenía a otra mujer, pero jamás habría imaginado que esa mujer sería Noelia. Aunque, en el fondo, tal vez no era tan sorprendente. Después de todo, en los círculos de la alta sociedad, todos sabían que el amor de Álvaro siempre había sido su amiga de la infancia: Noelia. Y ella, Gabriela, había sido el ángel caído que irrumpió para destruir aquella pareja perfecta.El corazón de Gabriela, que había soportado tant
Teatro Principal de la Ciudad Midred.Un hombre alto, envuelto en la frialdad del invierno, permanecía inmóvil en la penumbra, su mirada indescifrable clavada en el escenario. Allí, una deslumbrante y única Cisne Negro capturaba cada alma presente.El Cisne Negro era ágil, seductora, una sombra viviente de misterio. Cada movimiento suyo irradiaba una magia que hechizaba a quienes la observaban, despertando en ellos un deseo casi primitivo de poseerla, de consumir hasta el último destello de su ser.Cuando la presentación llegó a su punto final, el hombre apartó la vista, su rostro sombrío como una noche sin luna. Con pasos largos y decididos, se encaminó hacia el backstage, dejando atrás el resplandor del escenario.***Al concluir la función, Gabriela sintió un dolor sordo en la cintura, como una advertencia silenciosa de su cuerpo. Pero se mantuvo firme, dominando el dolor con la misma disciplina que había forjado en años de entrenamiento. Con una despedida perfecta, realizó su rever
Álvaro soltó una risa sarcástica, asintiendo con un «de acuerdo» antes de dirigirse hacia la puerta.Era un hombre alto, de hombros anchos y cintura estrecha. Gabriela lo observó mientras se alejaba, pero en su mente, la figura que veía era la del joven alto y delgado que apenas recordaba. El dolor que había permanecido adormecido comenzó a aflorar, agudo y punzante.De repente, Álvaro se detuvo en la puerta y giró la cabeza hacia ella.—Gabriela —dijo con un tono frío—. Ya no estoy bajo el control de mi abuelo Octavio, así que no tendrás una segunda oportunidad. Tú pediste este divorcio, así que si te arrepientes después, no vayas a molestar a Noelia. Ya has causado suficiente daño.Álvaro siempre había sido consciente del amor intenso de Gabriela por él. En su vida, tan desprovista de todo, no había más que danza… y él. Estaba convencido de que las acciones de Gabriela en este momento no eran más que una reacción impulsiva provocada por la aparición de Noelia. Una vez que se calmara,
Colomba, que la había criado como su propia hija, captó de inmediato lo que pasaba.La familia García había venido a buscar a Gabriela seis meses después de la muerte de Emiliano Martínez. Aunque le dolía desprenderse de ella, ver cómo Gabriela no podía aceptar la muerte de Emiliano, cómo no comía ni dormía, y la desesperación con la que lo buscaba por todas partes, hizo que Colomba temiera que ella no sobreviviría si seguía así.Todos decían que, de continuar así, Gabriela no resistiría mucho más tiempo. Colomba pensó que, tal vez, un nuevo ambiente y una nueva familia la ayudarían a superar ese dolor.Por eso aceptó el dinero de la familia García y la envió a Midred.Poco después, Colomba escuchó rumores sobre un compromiso matrimonial. Sabía que Gabriela amaba profundamente a Emiliano, y que en tan poco tiempo sería incapaz de aceptar a otra persona. Temiendo que alguien forzara a su niña a casarse por interés, se apresuró a ir a Midred.Allí fue donde vio a Álvaro Saavedra, que aca