A Álvaro, enfundado en ropa de diseñador, le costaba acomodar sus largas piernas y brazos; al final, se sentó con gesto de incomodidad.En cambio, Gabriela se mostraba a gusto, relajada.Pidió la comida con soltura.—¿Vienes seguido? —preguntó Álvaro al verla tan acostumbrada.—Así es. —Gabriela se recargó con naturalidad en el respaldo de la silla—. Esa pose de «no como nada que no sea gourmet» cuando estaba contigo era pura farsa. En realidad, adoro estos lugares populares.El tono de Gabriela rezumaba un leve matiz de burla.Álvaro lo captó de inmediato.—Si te gustan, puedo acompañarte todas las veces que quieras. Además, creo que queda cerca de la oficina, —agregó él, asintiendo con la cabeza.Gabriela lo observó, y esa chispa de herirlo intencionalmente se fue apagando poco a poco.Ahora, Álvaro se comportaba como un avestruz, escondiéndose de su sarcasmo y procurando huir de enfrentamientos.Era una actitud que a ella le resultaba extraña, tan distinta de aquel Álvaro que siempr
A pesar de todo el drama del divorcio, si había algo innegable era que, últimamente, Álvaro sonreía más que antes. Parecía haberse desprendido de aquel aire frío y distante que lo caracterizaba.Kian notó ese cambio. Cierto que le resultaba incómodo pensar que el bebé que Gabriela esperaba podría ser de otro hombre. Sin embargo, al recordar la infancia de Álvaro—criado en una familia acomodada, aunque sin conocer un verdadero amor paternal o maternal—llegó a la conclusión de que, si Gabriela le brindaba felicidad, tal vez daba lo mismo el origen de ese bebé.Después de unos minutos de caminata, Gabriela empezó a sentir el frío, así que subió al auto. Ya casi se acercaba el fin de año, y las calles lucían cada vez más desiertas. Gabriela contemplaba el exterior con la mirada perdida, mientras Álvaro hacía esfuerzos por entablar alguna conversación. Pero no era dado a inventar temas de la nada; siempre había sido un hombre pragmático, por lo que los silencios se iban haciendo largos.Él
Oliver le sirvió un vaso de agua:—En realidad no teníamos nada seguro. Tómalo como una escapada para relajarte. Este lugar tiene un paisaje y un clima extraordinarios, no hemos venido en vano.Con voz cariñosa, trataba de consolar a su esposa. Desde que Álvaro y Gabriela atravesaban su crisis matrimonial, la vida tranquila de Carmen se había venido abajo. Oliver veía cómo día tras día ella se angustiaba sin remedio y se sentía impotente.Al igual que en su juventud, no había manera de persuadirla cuando emprendía cierto tipo de acciones.—Yo solo…, —Carmen dejó escapar las lágrimas mientras miraba la pequeña cajita que guardaba en la palma de su mano: era un reloj de bolsillo con una foto de su hija, cuando todavía era una adolescente.En esa época, Sofía no había conocido a Eliseo, ese desgraciado, pensó Carmen. Parecía tan pura y radiante.—Siento que me queda poco tiempo, —susurró con amargura—. Y necesito averiguar la verdad antes de morir.Oliver guardó silencio mientras acaricia
Soren había visto crecer a Iker y conocía muy bien a Ivana, sabía qué clase de personas eran. Durante todos estos años, tanto Iker como Ivana se habían desvivido por cuidar a la huérfana de su hermano mayor y su cuñada, y eso lo había conmovido profundamente. Incluso en una ocasión elogió frente a Oliver cuánto había cambiado Iker para bien.Pero maldito Iker: engañó la confianza sincera de Soren. Después de todo, ¿a quién cuidaba con tanto cariño? ¡Nada menos que a su propia hija, no a la sobrina huérfana!Soren sintió que ya era suficiente conmoción por un día… y, sin embargo, llegó Gabriela a rematar la escena con la confesión de que estaba embarazada de otro hombre. En comparación, aquello de escenificar su propia muerte y escaparse se volvía un tema secundario.Soren, con más de cincuenta años pero siempre erguido y robusto, sintió cómo el peso de la noche le doblaba la espalda.Mientras tanto, Kian acababa de recibir el retrato de uno de los tres asesinos, el más «decente» a prim
Laura divisó a dos individuos que rondaban el pasillo con equipo de grabación, merodeando de forma sospechosa.Era probable que fueran influencers o periodistas de nota roja.Para mantener distancia, Laura se apartó un poco y marcó otro número:—Avísenle al equipo de crisis que vigile con lupa todas las publicaciones y palabras clave relacionadas con Noelia. Y que confirmen con cada plataforma y medio que Grupo Saavedra ya ha dado la orden de no difundir nada que la vincule al señor Saavedra.Del otro lado, alguien respondió afirmativamente.—Gracias. Por cierto, los turnos extra se pagarán quintuplicados y el señor Saavedra agregó un bono para compensarlos.—¡Excelente, jefa!Laura colgó y se dirigió a la habitación. Al llegar a la puerta, llamó con suavidad.Laura no esperó respuesta alguna desde el interior. Simplemente abrió la puerta y entró con paso firme, el golpeteo de sus tacones resonando en el piso.Noelia levantó la mirada y al notar que era Laura, su rostro se fue quedando
Laura se quedó en blanco por un instante. Aquello sí que la tomó por sorpresa.Noelia, al notarlo, se regodeó de satisfacción. Sin embargo, al segundo siguiente, Laura soltó una risita contenida.—¿De qué te ríes? —La expresión de Noelia se tornó sombría—. Te aseguro que es verdad. Y los dos viejos de la familia Rojo también lo saben.—No dudo de lo que dices, —replicó Laura con una sonrisa relajada—. Solo me pregunto por qué doña Carmen, que tanto adora a Gabriela, de pronto quiso alejarla de la ciudad. Y ahora tú, Noelia, has resuelto mi duda.Noelia se limitó a mirarla, molesta por no obtener la reacción que esperaba.—Pero…, —Laura adoptó de pronto un gesto de pesar y contempló a Noelia como si fuera una criatura indefensa—. Si es así, ¿no crees que tu situación es aún más triste? Al final, ambas esperan un hijo de otro hombre. La diferencia es que Gabriela engañó a Álvaro durante el matrimonio y, aun así, él la sigue aceptando. Incluso corrió a sus abuelos para no tener estorbos.
Para ella, no existía la más mínima posibilidad.«¿De dónde habrán salido esos rumores?», se preguntó. «¿Por qué Gabriela no se defiende?»La respuesta se le antojó clara: Gabriela, por alguna razón, estaba más que decidida a divorciarse de Álvaro. ¿Para qué molestarse en desmentir nada? De hecho, quizá hasta lo había admitido sin reparo…Laura frunció el ceño.Le resultaba más sencillo enfrentarse a los números de la empresa y a la política del mercado que lidiar con este drama personal tan enredado. Sin embargo, tenía una certeza: Gabriela debía mantenerse casada con Álvaro.A la mañana siguiente, Laura se dirigió a la residencia de las afueras bajo una suave nevada. Cuando se bajó del auto, se encontró con Gabriela al borde de un estanque climatizado, alimentando a los peces.—Señora, —la saludó Laura.Gabriela solo alzó la vista y asintió; no interrumpió su tarea ni respondió con palabras.Kian ya le había comentado a Laura que, desde que Gabriela llegó a esa finca, casi no interac
Laura siguió a Álvaro hasta el auto. De pronto, se llevó la mano al bolsillo de su abrigo.—Señor Saavedra, creo que dejé mi teléfono adentro.Álvaro ya estaba sentado:—Iré con Kian. No hace falta que vengas. Cuando encuentres tu celular, continúa tus días libres.—De acuerdo, —asintió Laura con una leve inclinación de cabeza.Se quedó observando cómo el vehículo salía de la finca y, solo entonces, regresó sobre sus pasos.Dentro de la casa, Gabriela ya se había quitado el grueso abrigo y estaba a punto de ir a la sala de yoga. Cuando Laura volvió, le dedicó una sonrisa ligera, y con un gesto señaló el teléfono que descansaba sobre el sofá:—Lo quité.Gabriela asintió y siguió su camino hacia la sala de yoga.Momentos después, Laura también la alcanzó. Sin entrar al cuarto, Gabriela giró en el pasillo, abrió una puerta corrediza y salió a un pequeño jardín exterior contiguo al salón. Pese a ser invierno y a que la nieve cubría casi toda la vegetación, el panorama ofrecía cierto encant