Laura siguió a Álvaro hasta el auto. De pronto, se llevó la mano al bolsillo de su abrigo.—Señor Saavedra, creo que dejé mi teléfono adentro.Álvaro ya estaba sentado:—Iré con Kian. No hace falta que vengas. Cuando encuentres tu celular, continúa tus días libres.—De acuerdo, —asintió Laura con una leve inclinación de cabeza.Se quedó observando cómo el vehículo salía de la finca y, solo entonces, regresó sobre sus pasos.Dentro de la casa, Gabriela ya se había quitado el grueso abrigo y estaba a punto de ir a la sala de yoga. Cuando Laura volvió, le dedicó una sonrisa ligera, y con un gesto señaló el teléfono que descansaba sobre el sofá:—Lo quité.Gabriela asintió y siguió su camino hacia la sala de yoga.Momentos después, Laura también la alcanzó. Sin entrar al cuarto, Gabriela giró en el pasillo, abrió una puerta corrediza y salió a un pequeño jardín exterior contiguo al salón. Pese a ser invierno y a que la nieve cubría casi toda la vegetación, el panorama ofrecía cierto encant
—No lo conozco en persona, —contestó Laura—. Pero he escuchado cosas sobre él. No es tan bondadoso como aparenta, y si se te acercó de pronto, debe de haber algo turbio detrás. Señorita García, yo no tengo padres; crecí sin familia. Y usted, siempre solidaria con los huérfanos, merece mi respeto… Por eso no quiero verla tomar el camino equivocado.—El único camino equivocado en mi vida ha sido Álvaro, —replicó Gabriela con frialdad, clavando la mirada en Laura—. Jamás debí involucrarme con él. Lo que hago ahora no es más que aceptar mi error y dar un paso atrás antes de hundirme por completo.A Laura le sorprendió la firmeza con que Gabriela daba por terminada su relación con Álvaro. Tras un breve instante de desconcierto, preguntó:—Todos podemos equivocarnos. ¿Ni siquiera le darás la oportunidad de corregir sus errores?—Será mejor que te vayas —cortó Gabriela, fijando la vista en la nieve que caía—. Si los sirvientes te descubren hablando conmigo a solas, se lo contarán a Álvaro.Y
Álvaro entró en la habitación de Noelia sin mayor ceremonia.Ella estaba recostada con un pijama hospitalario suelto, y en sus muñecas se veían vendas manchadas con rastros de sangre. Con el rostro pálido, miraba con melancolía hacia la ventana. Su aspecto era tan frágil que casi parecía volverse transparente, como si un mínimo soplo de viento pudiera desvanecerla.Álvaro tocó la puerta con los nudillos.—No tengo hambre, no quiero comer, —murmuró ella, sin fuerzas.—Deja de fingir, —respondió él, ya avanzando—. ¿No era a mí a quien esperabas?Noelia se volteó con cierto dramatismo, como si recién notara que era él.Al verlo, sus ojos se humedecieron de inmediato. Aquella técnica de lágrimas instantáneas no era nueva en ella; desde siempre había cultivado una imagen de fragilidad frente a Álvaro.—Álvaro, pensé que no vendrías, —dijo con un nudo en la garganta.Él clavó la mirada en la pequeña habitación. Era un cuarto individual muy sencillo, ni siquiera había una silla decente donde
Sin duda, ese hecho le daba otra bofetada a Noelia en la cara.—No sé qué locura les ha dado a Cristóbal y a Rosalina… —soltó Álvaro con sarcasmo—. Tal vez Cristóbal, frustrado porque no obtuvo lo que quería, se inventó todo ese rumor. En fin, gracias por avisarme; ya me he encargado de castigarlos.Noelia, por supuesto, sabía lo que Álvaro había hecho contra Leeds. Ni siquiera era necesario fijarse en los reportes financieros: en los grupos privados de jovencitos millonarios, no se hablaba de otra cosa. Al principio se había entusiasmado, creyendo que Álvaro había actuado así tras escucharla a ella, y estaba convencida de que la siguiente en la lista sería Gabriela.Nunca imaginó que el motivo de Álvaro para ir contra Leeds fuese la supuesta invención de calumnias sobre Gabriela.—¡Pero si tú mismo viste a Gabriela y a Cristóbal salir a celebrar el Año Nuevo juntos!—Noelia, —él la cortó sin piedad—, si quieres inventar chismes sobre mi esposa y ponerme esa «corona de cuernos», adelan
—Señor, si quiere, yo puedo encargarme. —Al ver la escena, se ofreció Kian con voz conciliadora.Álvaro, visiblemente irritado, asintió con un gruñido y salió con pasos firmes.—¡Álvaro! ¡Nadie te ama más que yo en este mundo! ¡Gabriela ni siquiera te quiere! ¡Te arrepentirás de tratarme así! ¡Te vas a arrepentir! —gritó Noelia, sumida en llanto desconsolado.Kian, con un suspiro, cerró la puerta.—¡Desalmado! ¡Desagradecido! —sollozó Noelia con rabia.Kian no pudo contener un murmullo entre resignado y compasivo:—Señorita Noelia, ¿por qué rebajarte de este modo?—Kian, cuando Gabriela quedó embarazada, Álvaro no la vio nunca, ¿verdad? ¡Es evidente que no la vio! —Noelia se resistía a aceptar la posibilidad de que el bebé de Gabriela fuera de Álvaro.Para ella, cualquiera menos Gabriela. No podía permitirse «perder» frente a esa mujer.Kian reaccionó de inmediato:—Sí se vieron.Noelia se quedó atónita, olvidándose incluso de llorar:—¿Cuándo sucedió? ¡Yo jamás me enteré!—Fue para ev
—Ella dice saber la verdad de la muerte de mis padres, —Gabriela subrayó cada palabra, clavando la vista en ellos.La pareja de ancianos parpadeó, algo incómoda.—¿Otra vez con ese asunto? ¿No te dije ya…? —Carmen frunció el entrecejo, pero Gabriela la cortó en seco:—¿Dejarlo pasar? ¿Perdonar la masacre de mi familia? ¿Acaso crees que voy a hacerme de la vista gorda ante el asesinato de mis padres? Aunque me cueste la vida, pienso descubrir la verdad.Carmen sintió un escalofrío al toparse con la mirada gélida de Gabriela.—¿Por qué evitaron que Ivana me contactara? ¿Por qué la secuestraron? ¿Por qué ustedes, en su momento, manipularon a mi abuelo para que culpara a Iker y dejara de investigar la muerte de mis padres? —el tono de Gabriela era arrasador, directo y sin concesiones. Había llegado la hora de romper la última máscara.—¿Por qué le hablas así a una anciana? ¡Tu abuela tiene problemas del corazón! —masculló Oliver, y se dispuso a levantarse junto a su esposa.Sin embargo, an
Tres años después de su matrimonio, Gabriela García se encontraba en la sala de obstetricia del hospital cuando, inesperadamente, vio a Álvaro Saavedra, su esposo, a quien no había visto en tres meses. Él no estaba solo. A su lado, iba su amante.La mujer, delicada y encantadora, tenía un rostro que podría haber sido el reflejo distorsionado de Gabriela, como si alguien hubiese mezclado sus rasgos en un 50 o 60 por ciento. Era Noelia García, la impostora que durante dieciséis años había vivido la vida de Gabriela.Medio año antes, Gabriela había comenzado a sospechar que Álvaro tenía a otra mujer, pero jamás habría imaginado que esa mujer sería Noelia. Aunque, en el fondo, tal vez no era tan sorprendente. Después de todo, en los círculos de la alta sociedad, todos sabían que el amor de Álvaro siempre había sido su amiga de la infancia: Noelia. Y ella, Gabriela, había sido el ángel caído que irrumpió para destruir aquella pareja perfecta.El corazón de Gabriela, que había soportado tant
Teatro Principal de la Ciudad Midred.Un hombre alto, envuelto en la frialdad del invierno, permanecía inmóvil en la penumbra, su mirada indescifrable clavada en el escenario. Allí, una deslumbrante y única Cisne Negro capturaba cada alma presente.El Cisne Negro era ágil, seductora, una sombra viviente de misterio. Cada movimiento suyo irradiaba una magia que hechizaba a quienes la observaban, despertando en ellos un deseo casi primitivo de poseerla, de consumir hasta el último destello de su ser.Cuando la presentación llegó a su punto final, el hombre apartó la vista, su rostro sombrío como una noche sin luna. Con pasos largos y decididos, se encaminó hacia el backstage, dejando atrás el resplandor del escenario.***Al concluir la función, Gabriela sintió un dolor sordo en la cintura, como una advertencia silenciosa de su cuerpo. Pero se mantuvo firme, dominando el dolor con la misma disciplina que había forjado en años de entrenamiento. Con una despedida perfecta, realizó su rever