Fuera de cámara, se oyó de pronto un golpe, como si algo hubiera caído al suelo con fuerza.El hombre alto se giró para mirar.—¿Sofía Rojo? ¿Te refieres a la hija muda de la familia Rojo, de Unión Rojo? —El hombre sonaba incrédulo—. ¿Quieres decir que ese día, además de ti, Sofía también contrató gente para matar al matrimonio de Luis y Natalia?Ivana estaba temblando de pies a cabeza.—¡Sí! —afirmó enseguida—. Más tarde descubrí por casualidad que los dos viejos de la familia Rojo, de una manera muy sutil, habían estado manipulando a mi suegro para que nos culpara a nosotros. También fueron ellos quienes lo convencieron de minimizar el asunto…Se detuvo un momento para tomar aire y prosiguió:—En aquel instante, todo me pareció muy raro. Los Rojo siempre alardeaban de ser gente intachable y, además, Luis creció prácticamente bajo su tutela. Lo querían incluso más que a mi esposo Iker. Nadie lo sabe, pero en su momento, ellos planeaban casar a Sofía con Luis. Sin embargo, Sofía no tuv
Fue entonces que llamaron a la puerta, interrumpiendo los pensamientos oscuros y llenos de odio que la envolvían.Salió rápidamente del correo electrónico en su teléfono.Caminó hacia la puerta y la abrió.Frente a ella estaba Cintia, sonriendo alegre.—Gabriela, ¿me acompañas a ver un programa de televisión? ¡Mira, traje botana y fruta! —dijo con entusiasmo.Pero Gabriela seguía congelada, como sumergida en un pozo helado.—¿Dónde está tu hermano? —preguntó con la voz seca.Cintia se asustó un poco al oírla hablar así.—¿Qué te pasa en la garganta?—Náuseas del embarazo —contestó Gabriela, carraspeando para aclarar la voz—. ¿Fue tu hermano quien te pidió que vinieras? ¿Dónde está?Cintia señaló con el dedo un rincón un poco más allá.Sin decir nada, Gabriela echó a andar hacia ese lugar.Necesitaba respuestas.¡Unas respuestas claras!Álvaro estaba contemplando fijamente una maceta con flores. Se sobresaltó cuando Gabriela apareció de repente.—¿Qué sucede? —preguntó sorprendido.—Qui
Mientras tanto, en otra parte de la casa.Luego de aceptar la petición de Gabriela, Álvaro había pedido a Kian que organizara el regreso de los abuelos de la familia Rojo para pasar el año nuevo con ellos.Al poco tiempo, Kian volvió para informarle:—Don Oliver y doña Carmen salieron de viaje hace dos días para despejar la mente.—¿A la playa? —preguntó Álvaro, frunciendo ligeramente el ceño—. Creí recordar que a mi abuela no le gustaba el mar…Doña Carmen le había tenido rechazo al mar desde la boda de Sofía.Aquella ceremonia fue muy romántica y se celebró en una costosa isla privada.Tal vez doña Carmen relacionaba ese recuerdo con el inicio de las desgracias de su hija y, por ende, sentía aversión al océano.—Pues sí, es raro. Les pregunté si se habían ido al sur del país o si habían salido al extranjero, y al parecer escogieron el sur —explicó Kian, observando la reacción de Álvaro.—¿Isla Mar de Cristal?—No fueron a Isla Mar de Cristal, sino a otros destinos turísticos populare
—No sueñes con volver a salir sola. Te juro que pondré a un montón de guardaespaldas siguiéndote a todos lados.Gabriela no dijo nada.Simplemente apartó la mano de Álvaro y se fue de la sala.Él la observó irse y no la siguió.En su lugar, se dejó caer en la silla donde ella había estado sentada, con la mente llena de preguntas sin respuesta.—Señor —dijo la empleada mientras le entregaba a Álvaro el menú del desayuno de ese día.Él hizo un ademán para que se retirara.Sobre la mesa aún quedaban sobras del desayuno de Gabriela.El señor Saavedra, tan acostumbrado a la buena vida, al parecer también había adoptado la costumbre de terminarse lo que su esposa dejaba, y no dejó ni una miga.Media hora después.Gabriela subió al auto para salir de la finca.Tal como había prometido, Álvaro no dejó que Kian la acompañara.Aunque, antes de partir, Kian estuvo a un paso de ponerle el cuchillo al cuello al chofer. Le advirtió que manejara con cuidado y que, si a Gabriela le faltaba un solo cab
—Primero, ofrécele incienso a mi abuelo. Luego llévame a ver a Iker —indicó Gabriela. Se inclinó para tomar una varita de incienso, la encendió y sopló suavemente para apagar la llama. Después, se la pasó a Soren, quien seguía tan aturdido que apenas podía concentrarse.Soren la tomó.Juntos se encaminaron hacia la tumba de Octavio.Gabriela contempló la foto en la lápida: aquel hombre imponente que, sin embargo, irradiaba un dejo de ternura.Ella cerró los ojos y, en su mente, le preguntó a Octavio:«¿Te agrada todo lo que está pasando ahora?»«Por proteger a esa tonta que pagó para asesinar a su propio hermano, permitiste que tu mejor amigo te tratara como si fueras su peón; ahora la empresa se tambalea y tu hijo tonto corre peligro.»«¿Te hace feliz?»Gabriela abrió los ojos sin colocar la varita de incienso en el lugar correspondiente. Se quedó mirando la foto de Octavio; luego rompió la cabecilla encendida y arrojó el resto al bote de basura.Soren, aún conmocionado, sostenía la v
Gabriela no mostraba ninguna expresión en particular.Echó un vistazo alrededor y, finalmente, fijó la mirada en una antigua lámpara de pie que estaba cerca.Sin decir palabra, la tomó y, sin pensarlo dos veces, la estrelló contra la cabeza de Iker, quien no dejaba de proferir insultos.—¡Ay! —gritó Iker, sorprendido y sin tiempo para esquivar.El golpe le dio de lleno en el ojo izquierdo, haciéndolo caer al suelo mientras se retorcía de dolor.Las empleadas soltaron exclamaciones y corrieron hacia él para asistirlo.Incluso Soren, impresionado, miró a Gabriela con asombro.Ella se sacudió las manos para quitarse el polvo, esquivó a Iker —que seguía rodando por el suelo— y se sentó en el sofá, cruzando las piernas.Con el codo apoyado en la rodilla y la barbilla descansando sobre la palma de la mano, lo observaba con una mirada fría, como si fuera un espectáculo.—¡Está sangrando! ¡Hay sangre! ¡Mi ojo! —aullaba Iker con un tono desgarrador, muy diferente de aquella actitud altanera que
Desde que Gabriela regresó, había quedado claro que la relación entre Ivana e Iker no era para nada armoniosa.Pero sí había dos cosas en las que coincidían de forma sorprendente.Una: amaban profundamente a Noelia.Dos: odiaban a Gabriela con toda el alma.¿La razón?Uno, por un amor imposible; el otro, por pura envidia.Gabriela contempló la siniestra sonrisa de Iker sin indignarse, para sorpresa de él. Esbozó, en cambio, una sonrisa tranquila.A Iker le molestaba profundamente que ella sonriera de esa forma. Le recordaba a Luis, de un modo que le revolvía el estómago.—¿De qué te ríes? —soltó él, con el ceño fruncido, sin haber logrado alterarla. Parecía más bien que la que se estaba descontrolando era él—. ¿Te divierte verme así? ¡Sí, reconozco que no puedo enfrentarme a Álvaro y que me tienen preso aquí, pero, ¿y qué? Si no abro la boca, jamás sabrás cómo murieron realmente tus padres ni cuántos traidores había detrás. ¡La que da lástima eres tú!—¡Iker! —espetó Soren, intentando
—No…—Tranquilo, que siga esperando —dijo finalmente Gabriela.Colgó la llamada y volvió a sentarse, cruzando una pierna sobre la otra, con las manos descansando sobre la rodilla.—Iker, todos sabemos cómo trataste a la señorita Gabriela. En este punto, deja de fingir orgullo y esperanza —le suplicó Soren con profundo pesar.Era como si a Iker se le hubiesen agotado las fuerzas para pelear.Se dejó caer en un sillón individual, con la mirada ida.Gabriela no lo apuró; más bien, les indicó a Soren y a las personas de servicio que se retiraran, para dejarlo hablar con libertad.Iker frotó su rostro durante un rato, ocultándolo en las palmas de sus manos, antes de hablar con una voz áspera:—A fin de cuentas, era mi hermano mayor… Cuando murió, pasé mucho tiempo en pánico. Tenía miedo de que papá descubriera que yo había contratado a unos matones…Los ojos de Gabriela se endurecieron aún más.—No recuerdo la fecha exacta —continuó Iker—, pero Ivana salió de casa y, al volver, me llevó a l