—No sueñes con volver a salir sola. Te juro que pondré a un montón de guardaespaldas siguiéndote a todos lados.Gabriela no dijo nada.Simplemente apartó la mano de Álvaro y se fue de la sala.Él la observó irse y no la siguió.En su lugar, se dejó caer en la silla donde ella había estado sentada, con la mente llena de preguntas sin respuesta.—Señor —dijo la empleada mientras le entregaba a Álvaro el menú del desayuno de ese día.Él hizo un ademán para que se retirara.Sobre la mesa aún quedaban sobras del desayuno de Gabriela.El señor Saavedra, tan acostumbrado a la buena vida, al parecer también había adoptado la costumbre de terminarse lo que su esposa dejaba, y no dejó ni una miga.Media hora después.Gabriela subió al auto para salir de la finca.Tal como había prometido, Álvaro no dejó que Kian la acompañara.Aunque, antes de partir, Kian estuvo a un paso de ponerle el cuchillo al cuello al chofer. Le advirtió que manejara con cuidado y que, si a Gabriela le faltaba un solo cab
—Primero, ofrécele incienso a mi abuelo. Luego llévame a ver a Iker —indicó Gabriela. Se inclinó para tomar una varita de incienso, la encendió y sopló suavemente para apagar la llama. Después, se la pasó a Soren, quien seguía tan aturdido que apenas podía concentrarse.Soren la tomó.Juntos se encaminaron hacia la tumba de Octavio.Gabriela contempló la foto en la lápida: aquel hombre imponente que, sin embargo, irradiaba un dejo de ternura.Ella cerró los ojos y, en su mente, le preguntó a Octavio:«¿Te agrada todo lo que está pasando ahora?»«Por proteger a esa tonta que pagó para asesinar a su propio hermano, permitiste que tu mejor amigo te tratara como si fueras su peón; ahora la empresa se tambalea y tu hijo tonto corre peligro.»«¿Te hace feliz?»Gabriela abrió los ojos sin colocar la varita de incienso en el lugar correspondiente. Se quedó mirando la foto de Octavio; luego rompió la cabecilla encendida y arrojó el resto al bote de basura.Soren, aún conmocionado, sostenía la v
Gabriela no mostraba ninguna expresión en particular.Echó un vistazo alrededor y, finalmente, fijó la mirada en una antigua lámpara de pie que estaba cerca.Sin decir palabra, la tomó y, sin pensarlo dos veces, la estrelló contra la cabeza de Iker, quien no dejaba de proferir insultos.—¡Ay! —gritó Iker, sorprendido y sin tiempo para esquivar.El golpe le dio de lleno en el ojo izquierdo, haciéndolo caer al suelo mientras se retorcía de dolor.Las empleadas soltaron exclamaciones y corrieron hacia él para asistirlo.Incluso Soren, impresionado, miró a Gabriela con asombro.Ella se sacudió las manos para quitarse el polvo, esquivó a Iker —que seguía rodando por el suelo— y se sentó en el sofá, cruzando las piernas.Con el codo apoyado en la rodilla y la barbilla descansando sobre la palma de la mano, lo observaba con una mirada fría, como si fuera un espectáculo.—¡Está sangrando! ¡Hay sangre! ¡Mi ojo! —aullaba Iker con un tono desgarrador, muy diferente de aquella actitud altanera que
Desde que Gabriela regresó, había quedado claro que la relación entre Ivana e Iker no era para nada armoniosa.Pero sí había dos cosas en las que coincidían de forma sorprendente.Una: amaban profundamente a Noelia.Dos: odiaban a Gabriela con toda el alma.¿La razón?Uno, por un amor imposible; el otro, por pura envidia.Gabriela contempló la siniestra sonrisa de Iker sin indignarse, para sorpresa de él. Esbozó, en cambio, una sonrisa tranquila.A Iker le molestaba profundamente que ella sonriera de esa forma. Le recordaba a Luis, de un modo que le revolvía el estómago.—¿De qué te ríes? —soltó él, con el ceño fruncido, sin haber logrado alterarla. Parecía más bien que la que se estaba descontrolando era él—. ¿Te divierte verme así? ¡Sí, reconozco que no puedo enfrentarme a Álvaro y que me tienen preso aquí, pero, ¿y qué? Si no abro la boca, jamás sabrás cómo murieron realmente tus padres ni cuántos traidores había detrás. ¡La que da lástima eres tú!—¡Iker! —espetó Soren, intentando
—No…—Tranquilo, que siga esperando —dijo finalmente Gabriela.Colgó la llamada y volvió a sentarse, cruzando una pierna sobre la otra, con las manos descansando sobre la rodilla.—Iker, todos sabemos cómo trataste a la señorita Gabriela. En este punto, deja de fingir orgullo y esperanza —le suplicó Soren con profundo pesar.Era como si a Iker se le hubiesen agotado las fuerzas para pelear.Se dejó caer en un sillón individual, con la mirada ida.Gabriela no lo apuró; más bien, les indicó a Soren y a las personas de servicio que se retiraran, para dejarlo hablar con libertad.Iker frotó su rostro durante un rato, ocultándolo en las palmas de sus manos, antes de hablar con una voz áspera:—A fin de cuentas, era mi hermano mayor… Cuando murió, pasé mucho tiempo en pánico. Tenía miedo de que papá descubriera que yo había contratado a unos matones…Los ojos de Gabriela se endurecieron aún más.—No recuerdo la fecha exacta —continuó Iker—, pero Ivana salió de casa y, al volver, me llevó a l
Gabriela se puso lentamente de pie.—Tengo una última pregunta.Iker la observó con cautela.—Noelia es una hija de Ivana y tuya, ¿no es cierto? ¿Cuándo la tuvieron?La mano de Iker se tensó de inmediato.—No pongas esa cara de sorpresa… Ella tiene varios rasgos que me recuerdan a mí misma, lo que me llevó a pensar en un parentesco cercano. Además, ustedes dos, siendo tan egoístas como son, la consienten de una forma que sólo se explica si de verdad fuera su hija.La verdad era que Gabriela no solo lo sospechaba, sino que incluso había solicitado en secreto una prueba de ADN hacía poco tiempo.—¿Noelia es hija de ustedes? —exclamó Soren, perplejo—. Pero Iker, se suponía que no podías…Sin darle tiempo a terminar la frase, Iker explotó:—¡Claro que puedo! ¡No digas tonterías!Su voz y su mirada denotaban una mezcla de furia y vergüenza, como si aquello fuera un secreto que no quería exponer.—Ya lo entiendo… —exclamó Soren, como si de pronto recordara algo—. Ese año, doña Eliana estaba
—No siento nada. —La respuesta de Gabriela fue tajante.La comisura de los labios de Iker se crispó.—Tío Iker, mientras esto no haya terminado, olvídate de hacerte el inocente —dijo Gabriela, esbozando una leve sonrisa—. Y mucho menos de intentar fugarte.La cabeza de Iker dio un respingo al asentir con nerviosismo.Sin prestarle más atención, Gabriela dio media vuelta y salió a paso firme.Al salir, se encontró con dos empleadas que habían servido en la familia García durante muchos años y que en más de una ocasión se burlaron de ella abiertamente. Ahora, al verla, no podían disimular el pánico y se arrinconaron en un gesto de temor.Gabriela las miró de reojo y, sin inmutarse, se dirigió a Soren con voz tranquila:—¿De verdad hace falta tanta gente para cuidar a una sola persona? Con que se quede una basta. A las demás, que se vayan a buscar sustento a otro lado.—Señorita Gabriela, nosotras hemos trabajado media vida en la casa García, —protestó una de las empleadas, perdiendo el m
—Entendido, —asintió Soren, percibiendo la decisión inquebrantable de Gabriela.Tras ello, se atrevió a preguntarle por su estado:—¿Cómo se encuentra últimamente, señorita? ¿Necesita algo de mí?Gabriela bajó la mirada, como si meditara una respuesta.Soren notó que efectivamente ocurría algo fuera de lo común y se irguió, poniéndose en alerta.—Estoy embarazada, —soltó Gabriela con una frialdad casi indiferente.La noticia tardó un segundo en prender el entusiasmo de Soren, quien saltó de su asiento radiante de felicidad.—¿De verdad? ¡Está esperando un bebé! ¡Eso es maravilloso! El año pasado, en el aniversario luctuoso de don Octavio, soñé con él; seguía preocupado porque usted y el señor Álvaro no lograban tener descendencia…Gabriela lo miró directo a los ojos:—No es de Álvaro.De inmediato, la expresión de Soren se descompuso, como si le hubieran dado una bofetada inesperada.—Señorita, ¡no diga esas cosas! Si el señor Álvaro llega a escucharla, ¡esto será el fin del mundo!Des