Gabriela se puso lentamente de pie.—Tengo una última pregunta.Iker la observó con cautela.—Noelia es una hija de Ivana y tuya, ¿no es cierto? ¿Cuándo la tuvieron?La mano de Iker se tensó de inmediato.—No pongas esa cara de sorpresa… Ella tiene varios rasgos que me recuerdan a mí misma, lo que me llevó a pensar en un parentesco cercano. Además, ustedes dos, siendo tan egoístas como son, la consienten de una forma que sólo se explica si de verdad fuera su hija.La verdad era que Gabriela no solo lo sospechaba, sino que incluso había solicitado en secreto una prueba de ADN hacía poco tiempo.—¿Noelia es hija de ustedes? —exclamó Soren, perplejo—. Pero Iker, se suponía que no podías…Sin darle tiempo a terminar la frase, Iker explotó:—¡Claro que puedo! ¡No digas tonterías!Su voz y su mirada denotaban una mezcla de furia y vergüenza, como si aquello fuera un secreto que no quería exponer.—Ya lo entiendo… —exclamó Soren, como si de pronto recordara algo—. Ese año, doña Eliana estaba
—No siento nada. —La respuesta de Gabriela fue tajante.La comisura de los labios de Iker se crispó.—Tío Iker, mientras esto no haya terminado, olvídate de hacerte el inocente —dijo Gabriela, esbozando una leve sonrisa—. Y mucho menos de intentar fugarte.La cabeza de Iker dio un respingo al asentir con nerviosismo.Sin prestarle más atención, Gabriela dio media vuelta y salió a paso firme.Al salir, se encontró con dos empleadas que habían servido en la familia García durante muchos años y que en más de una ocasión se burlaron de ella abiertamente. Ahora, al verla, no podían disimular el pánico y se arrinconaron en un gesto de temor.Gabriela las miró de reojo y, sin inmutarse, se dirigió a Soren con voz tranquila:—¿De verdad hace falta tanta gente para cuidar a una sola persona? Con que se quede una basta. A las demás, que se vayan a buscar sustento a otro lado.—Señorita Gabriela, nosotras hemos trabajado media vida en la casa García, —protestó una de las empleadas, perdiendo el m
—Entendido, —asintió Soren, percibiendo la decisión inquebrantable de Gabriela.Tras ello, se atrevió a preguntarle por su estado:—¿Cómo se encuentra últimamente, señorita? ¿Necesita algo de mí?Gabriela bajó la mirada, como si meditara una respuesta.Soren notó que efectivamente ocurría algo fuera de lo común y se irguió, poniéndose en alerta.—Estoy embarazada, —soltó Gabriela con una frialdad casi indiferente.La noticia tardó un segundo en prender el entusiasmo de Soren, quien saltó de su asiento radiante de felicidad.—¿De verdad? ¡Está esperando un bebé! ¡Eso es maravilloso! El año pasado, en el aniversario luctuoso de don Octavio, soñé con él; seguía preocupado porque usted y el señor Álvaro no lograban tener descendencia…Gabriela lo miró directo a los ojos:—No es de Álvaro.De inmediato, la expresión de Soren se descompuso, como si le hubieran dado una bofetada inesperada.—Señorita, ¡no diga esas cosas! Si el señor Álvaro llega a escucharla, ¡esto será el fin del mundo!Des
Gabriela seguía sin acostumbrarse al nuevo estado de Álvaro, frunció el ceño y colgó la llamada.Afuera ya casi anochecía, el cielo lucía gris y sombrío.Dejó de contemplar la pintura y se dispuso a marcharse.Sin embargo, al girar, se estrelló de frente contra alguien.—Lo siento…Se cubrió la frente con la mano y se disculpó de inmediato.—¿Te parece hermosa? —preguntó el desconocido con una voz grave, aunque cargada de una melancolía casi palpable.Gabriela levantó la vista y se encontró con un muchacho alto y bastante delgado, vestido de pies a cabeza en negro. Sostenía un bastón igualmente negro, y hasta las manos que lo empuñaban llevaban guantes oscuros. Su suéter de cuello alto casi le tapaba toda la mandíbula.Tanta negrura resaltaba el pálido de su piel, tan blanca que apenas se veía sangre corriendo por sus venas. Su mirada era de una tristeza profunda, aunque lo que más desentonaba en aquel aire taciturno era su rostro, que lucía demasiado joven, incluso inocente. Era atrac
Gabriela todavía no había dado ni un paso hacia la salida cuando Álvaro la divisó.La sonrisa que iluminó su rostro se le notaba incluso bajo la cálida luz amarillenta que colgaba sobre la puerta. Por un segundo, a Gabriela aquello le recordó a los faroles de Mar de Cristal, aquel pueblito costero, cuando la tenue luz bañaba la figura de Emiliano al esperarla junto al camino.Ella siempre había tenido un desequilibrio académico muy marcado: sobresalía en ciencias y matemáticas, pero en literatura y humanidades apenas pasaba de panzazo. Además, pasaba gran parte del año compitiendo en certámenes de danza, así que cuando volvía a la isla, solía pasar las tardes tratando de recuperar clases.En un inicio, Emiliano era quien la asesoraba. Sin embargo, él nunca supo ser estricto con ella. Bastaba con que Gabriela no pudiera resolver un problema y se quedara al borde de las lágrimas para que él, ansioso, inventara toda clase de excusas y le dijera que era «lógico» que no lo entendiera a la p
A Álvaro, enfundado en ropa de diseñador, le costaba acomodar sus largas piernas y brazos; al final, se sentó con gesto de incomodidad.En cambio, Gabriela se mostraba a gusto, relajada.Pidió la comida con soltura.—¿Vienes seguido? —preguntó Álvaro al verla tan acostumbrada.—Así es. —Gabriela se recargó con naturalidad en el respaldo de la silla—. Esa pose de «no como nada que no sea gourmet» cuando estaba contigo era pura farsa. En realidad, adoro estos lugares populares.El tono de Gabriela rezumaba un leve matiz de burla.Álvaro lo captó de inmediato.—Si te gustan, puedo acompañarte todas las veces que quieras. Además, creo que queda cerca de la oficina, —agregó él, asintiendo con la cabeza.Gabriela lo observó, y esa chispa de herirlo intencionalmente se fue apagando poco a poco.Ahora, Álvaro se comportaba como un avestruz, escondiéndose de su sarcasmo y procurando huir de enfrentamientos.Era una actitud que a ella le resultaba extraña, tan distinta de aquel Álvaro que siempr
A pesar de todo el drama del divorcio, si había algo innegable era que, últimamente, Álvaro sonreía más que antes. Parecía haberse desprendido de aquel aire frío y distante que lo caracterizaba.Kian notó ese cambio. Cierto que le resultaba incómodo pensar que el bebé que Gabriela esperaba podría ser de otro hombre. Sin embargo, al recordar la infancia de Álvaro—criado en una familia acomodada, aunque sin conocer un verdadero amor paternal o maternal—llegó a la conclusión de que, si Gabriela le brindaba felicidad, tal vez daba lo mismo el origen de ese bebé.Después de unos minutos de caminata, Gabriela empezó a sentir el frío, así que subió al auto. Ya casi se acercaba el fin de año, y las calles lucían cada vez más desiertas. Gabriela contemplaba el exterior con la mirada perdida, mientras Álvaro hacía esfuerzos por entablar alguna conversación. Pero no era dado a inventar temas de la nada; siempre había sido un hombre pragmático, por lo que los silencios se iban haciendo largos.Él
Oliver le sirvió un vaso de agua:—En realidad no teníamos nada seguro. Tómalo como una escapada para relajarte. Este lugar tiene un paisaje y un clima extraordinarios, no hemos venido en vano.Con voz cariñosa, trataba de consolar a su esposa. Desde que Álvaro y Gabriela atravesaban su crisis matrimonial, la vida tranquila de Carmen se había venido abajo. Oliver veía cómo día tras día ella se angustiaba sin remedio y se sentía impotente.Al igual que en su juventud, no había manera de persuadirla cuando emprendía cierto tipo de acciones.—Yo solo…, —Carmen dejó escapar las lágrimas mientras miraba la pequeña cajita que guardaba en la palma de su mano: era un reloj de bolsillo con una foto de su hija, cuando todavía era una adolescente.En esa época, Sofía no había conocido a Eliseo, ese desgraciado, pensó Carmen. Parecía tan pura y radiante.—Siento que me queda poco tiempo, —susurró con amargura—. Y necesito averiguar la verdad antes de morir.Oliver guardó silencio mientras acaricia