Capítulo 732
Luego, abrió el armario de Dulcinea. Las ropas y joyas caras que le había regalado ya no estaban, ni una sola pieza había quedado. Solo colgaban algunos pijamas.

Pijamas que ella había usado.

Esas noches de intimidad, cuando se acurrucaba en sus brazos con ellas puestas…

Por eso no las quería.

Luis cerró el armario y salió. Se sentó en el borde de la cama y lentamente sacó un cigarrillo del bolsillo, lo encendió y comenzó a fumar.

El humo ascendía, difuminando su visión.

Sabía que Dulcinea no era materialista, que no se aferraba a esas cosas.

Que todo estuviera desaparecido solo significaba una cosa.

Lo había vendido todo.

Luis sostenía el cigarrillo entre sus dedos largos, inhalando profundamente, mientras observaba el último rastro de humo. Bajó la mirada y vio la mesita de noche.

El cajón estaba ligeramente abierto.

Dentro, se veía un pequeño frasco blanco.

Con el cigarrillo aún en la boca, Luis abrió el cajón y tomó el frasco.

El texto en alemán decía: «Medicamento abortivo».

Luis
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