Capítulo 868
Después de decir esto, la miró fijamente. Era como si pudiera ver la lucha interna en su corazón, como si supiera que ella sentía celos, pero no lo admitiría.

Luis sabía que, en el fondo, Dulcinea aún lo amaba.

Dulcinea miró la chequera sobre la mesa, observando cómo Luis no escatimaba en gastos para complacer a una chica joven.

Ese tipo de generosidad, de atenciones desmedidas, no le era desconocido; durante su relación, él también la había colmado de detalles, siempre pendiente de sus deseos.

Pero ahora, esos gestos estaban dirigidos a otra persona, y ese pensamiento le provocaba una punzada de dolor.

Se permitió sentir esa tristeza, pero solo por un momento.

Levantó la mirada y, con voz serena, le dijo: —Lo siento, señor Fernández, pero esto no es la Academia de Bellas Artes de Ciudad B, y yo no soy una profesora. No tengo nada que enseñarle.

Luis la miró fijamente, su expresión intensa: —¿Estás molesta?

—¿Por qué estaría molesta? —Dulcinea bajó la vista—. Usted tiene todo el derech
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