Aura suspiró y miró agradecida hacia el cielo. Si aquel señor no la hubiera encontrado, ellos lo habrían hecho y eso hubiese sido una completa desgracia. La habrían entregado a Fernando o aquel hombre de mirada perversa hubiera intentado agredirla. El sólo pensamiento la hizo estremecer con miedo.
- Sé que no debo meterme en lo que no me importa. - El mayor rompió el denso silencio que los rodeaba.- Pero, ¿Quién te golpeó?. Y no me digas que nadie o que te caiste porque soy viejo, pero no tonto.- Dijo mirando el pómulo hinchado de la joven, que a cada minuto se tornaba de un color violeta más intenso. Aura guardó silencio y desvío su mirada al exterior. El hombre no insistió y creyó que no respondería hasta que ella lo miró de nuevo. - Fue mi captor, ya que ni siquiera puedo decir que es mi marido, porque sólo es el miserable que me arruinó la vida. Fue una de sus tantas rabietas y eso me empujó a huir. No quiero que mi hija crezca en ese entorno de violencia y yo tampoco quiero seguir ahí. -Sintió cómo se le cerraba la garganta y un pequeño sollozo escapó de sus labios, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas una vez más. Aunque se sentía bien ser escuchada por alguien y sacar un poco de su dolor, tampoco quería hablar demasiado de ello. - Ese no es un hombre, ¿Sabes?. Un hombre de verdad, jamás cometeria semejante majadería. Desde el momento en que te alzó la voz, debiste darte cuenta que le faltaban muchos huevos aún para poder llamarse hombre. Hiciste bien en salir de ahí, ya que si lo hizo la primera vez, lo seguirá haciendo, por mucho que os prometa que va a cambiar. Y por favor muchacha.- El hombre le dedico una breve mirada, antes de centrarse nuevamente en la carretera. - Si de verdad amas tanto a tu hija, y te quieres tú un poco, no vuelvas con ese intento de hombre aunque te suplique. Vete lejos y si te encuentra, alejate de él nuevamente. - Muchas gracias por el consejo Señor, lo tomaré en cuenta.- Aura le dedicó una pequeña sonrisa entre sus lágrimas, agradecida con aquel extraño, sintiéndose más tranquila y sintiendo cierta seguridad. - Llamame Roberto. Roberto Portezuelos es mi nombre y siempre que quieras un amigo no dudes en buscarme. Aura asintió y cerró sus ojos un momento. Después de la muerte de su madre y su abuela, nunca antes se había sentido cómoda con alguien, pero por alguna extraña razón, aquel hombre le transmitía ese sentimiento. Suspiró y miró de nuevo por la ventanilla, dónde las negras nubes no dejaban de llorar. ¿Su abuelo sería igual de afable que aquel hombre?, ¿La aceptaría junto a su hija?, ¿Que diría cuándo le hablara de su pasado?, ¿La despreciaria?, ¿O buscaría la forma de ayudarla a superarlo todo?. No sabía que pasaría, de lo que si estaba segura es que cualquiera que fuera el resultado, su vida sería mejor que ahora. Y con ese y otros pensamientos por fín se quedó dormida. El tráiler no se detuvo hasta llegar a una gasolinera, en la que el hombre paró para comprar algunas cosas e ir al baño. Quiso preguntarle a Aura si querían algo, pero al verla profundamente dormida, prefirió no despertarla. Trató de no hacer ruido al bajarse y cerrar la puerta. Compró rápido y siguió su camino. A cada segundo el cielo se veía más claro, anunciando un nuevo día. Una leve llovizna aún persistía, junto a los colores grises que se negaban a marcharse. Miró de reojo a las pasajeras y no pudo evitar suspirar. Al fin la había encontrado. Odelette no solamente era su mejor amiga, sino también su consejera, su confidente y su platónico amor. La había conocido cuando recién había llegado a España y buscaba un lugar dónde refugiarse. Tenía tres meses de embarazo y su situación económica era precaria. Él quedó prendado de su belleza desde la primera vez que le vió, pero borró de inmediato aquellos sentimientos de su corazón. Era casado y jamás podría fallarle a su esposa. Él junto a su esposa la acogió. Marcela estaba enferma de gravedad y los médicos no le daban esperanza. Él por su trabajo no podía cuidarla y su hija ya estaba casada y no podía exigirle cargar aquella pena. Odelette aceptó cuidar a Marcela a cambio de techo y comida. Ahí nació la pequeña Olympia. Marcela vivió poco más de una año y él se quedó sólo, con la única compañía de Odelette y Olympia, a la cuál amaba cómo su hija. Odelette era una mujer extraordinaria, dulce y bondadosa y no le fue difícil enamorarse de ella, más sin embargo, sabia que nunca sería correspondido y sólo pudo amarla en secreto. Sintiéndose culpable por fallarle al recuerdo de su esposa recién fallecida. Cuando ambas decidieron probar suerte en la ciudad, su corazón quedó totalmente destrozado, pero no podía detenerlas y lo único que le rogó a Dios es que fueran felices. Olympia se casó con un hombre adinerado, tuvieron una hija y fueron felices durante algunos años. Pero luego, el hombre se envició con los juegos de azahar y lo perdió todo. Para pagar sus deudas llegó al extremo de intentar vender a su hija de doce años, Olympia se opuso y durante una pelea, Giacomo la empujó, rodó por las escaleras y murió. Eso fue lo último que supo de ellas, hasta que un día recibió una carta de Odelette. Ella estaba a punto de morir y le pedía ayudar a Aura, su nieta, a viajar a Grecia apenas fuera mayor de edad y se valiera por sí misma para que buscara a su abuelo, ya que ella no sabía nada de su família, pues con la única que mantenía contacto era con su hermana adoptiva. Mientras tanto, le pedía que por favor la cuidara. Su hija y yerno acababan de fallecer y él se había hecho cargo de su nieta, por lo que creyó que ambas podrían llevarse bien y aceptó de buen grado. Cuando llegó por ella, Giacomo se negó a entregársela, diciendo que era su hija y que el único que tenía derecho de su tutoría legalmente era él. Roberto sabía que Giacomo no quería a la chica y por eso Odelette se la había encomendado a él, ya que no confiaba en su yerno. Se escabullo por la noche a la habitación de la joven y le dejó una nota a Aura a escondidas, pidiéndole que se comunicara con él. Sabía que Odelette le había hablado del asunto y que la chica ya sabía de su existencia. Tal como lo imaginó, al día siguiente, Aura lo llamó y aceptó irse a vivir con él, pero nunca llegó al punto de reunión. Fue a buscarla y descubrió que su padre la había vendido al mejor postor. Intentó encontrarla, pero no pudo dar con su paradero hasta hoy. La miró de nuevo y no pudo evitar que una lágrima escapara de sus ojos, al ver su pómulo herido, sentir el hedor de la sangre y la pequeña niña dormida en su regazo. No quería ni imaginarse todo lo que habían sufrido. Aura se parecía mucho a Odelette. Apretó el volante con todas sus fuerzas. Ahora estaban a salvo. Cumpliría al fin la promesa que le hizo a Odelette y ayudaría a Aura a encontrar a su familia sin importar el costo.El tráiler se detuvo frente al aeropuerto de Madrid. Aura observó con asombro la enorme y moderna construcción que se alzaba frente a sus ojos. Su pase libre hacia la libertad. - Debemos darnos prisa muchacha. Tu vuelo sale dentro de 50 minutos. - ¿Qué vuelo?.- Aura miró a Roberto confundida.- Anoche mientras dormían, hice los trámites y les compré dos boletos de avión hacia Grecia. Les dije que los quería para el primer vuelo disponible y afortunadamente, dos de los pasajeros de este vuelo los cancelaron. Una verdadera bendición, ya que mientras más rápido te vayas, mejor para ustedes. No corren peligro de que ese loco las encuentre.- El hombre miró a Aura a los ojos antes de abrir la puerta y bajar del vehículo. Aura lo miró con el ceño fruncido, mientras pasaba frente a la cabina para llegar a su puerta y abrirla.-¿Cómo sabe que me dirijo a Grecia?.- Aura preguntó cautelosa, sintiendo como la desconfianza tomaba terreno. -Lo dijiste mientras dormías... Emmm Eh, sí, eso fue.-
Roberto tomó las dos manos de la joven y le ayudó a saltar de la cabina, Aura se giró para tomar a su hija en brazos, que se encontraba aún medio dormida, mientras el amable hombre tomaba la pequeña maleta que durante la noche había organizado para la joven.- ¿De dónde salió esa maleta?.- Aura preguntó curiosa al ver al hombre arrastrandola tras él. - La compré anoche. Es de segunda mano pero es mejor que el bolso que traias.- Roberto respondió. - Ahí guardé el dinero que portabas y las joyas con su respectiva documentación para que no te surjan problemas. También te compré algunas cosas que vas a necesitar y un bolso de mano que contiene todo lo de uso personal.Aura negó con su cabeza, mientras un guardia les abría las puertas de cristal del enorme aeropuerto. La mujer miró todo con asombro, era la primera vez que veía algo así. Sí de afuera se veía precioso, por dentro era espectacular. Roberto la tomó del brazo y la guió hasta una de las recepcionistas.- Buenas tardes señorita
- Nos veremos mañana en la oficina para llevar a cabo los trámites necesarios para consolidar legalmente nuestra sociedad.- El Señor Ferrer estrechó la mano de Fernando, su nuevo socio, mientras la fuerte lluvia no dejaba de caer.- Estaré ahí a primera hora junto a mi abogado.- Fernando sonrió satisfecho, mientras su secretaria sostenía un enorme paraguas sobre su cabeza.- Lamento mucho que su esposa se halla enfermado. Espero se recupere pronto y despidanos de ella por favor.- Esmeralda extendió su mano, despidiéndose de Fernando, con una mirada cargada de coquetería. - Le daré su recado señora, y muchas gracias por preocuparse por mi esposa.- Fernando besó la mano de la mujer como despedida, sonriendo ladino por la indirecta, para luego escoltarlos hacía el auto.Apenas los Ferrer cruzaron el portón, Fernando regresó al interior de la mansión con rapidez, yendo directamente a su habitación para ver como se encontraba Aura. Estaba molesto con ella y quería dejar las cosas claras d
Fernando abrió las cortinas y miró por la ventana el vendaval que se había desatado. Nadie en su sano juicio intentaría huir, mucho menos Aura que le temía a los truenos. Además, la había dejado lo suficientemente incapacitada para siquiera tener la más mínima voluntad de fugarse, por lo que eso no le preocupaba en absoluto.Se empinó la botella. ¿Por qué Aura se comportaba de aquella manera?, ¿Por qué no simplemente aceptaba el amor que sentía por ella?, ¿Por qué lo rechazaba?, ¿Por qué tanto odio?. Ante cada nueva interrogante, más grande era su rabia. La había comprado, era cierto. Pero en lugar de provocarlo y llevarle la contraria debería haber estado agradecida con él, por evitar que otro desquiciado la comprara y le diera una vida de perros. Con él lo tenía todo: joyas, dinero, lujos, incluso su amor, aún así, ella a cambió le correspondió con desprecio. Si ella hubiese sido obediente, si tan sólo lo hubiera amado, no habría tenido que tomarla a la fuerza. Si ella hubiera sido
El frío calaba los huesos en las calles. La niebla cubría todo de blanco y la ventisca mezclada con lluvia empañaban los parabrisas y las ventanas.En las alturas, un hombre de porte elegante y de belleza casi inhumana, miraba con cierto atisbo de satisfacción, el clima que cubría a toda Grecia, llenandola de un encanto casi mágico. Sus enormes ojos azules miraban el exterior sin pestañear, con su ceño medio fruncido y un pequeño atisbo de sonrisa.Pero la paz no duró mucho.Un cojín aterrizó en su cabeza, mientras una pequeña niña traviesa, de largas trenzas rubias y vivaces ojos azules, corría riendo a carcajadas de su fechoría. Una hermosa mujer, idéntica a la pequeña, excepto por sus ojos verdes venía tras ella, con cierta cara de enfado que sólo ensancho la sonrisa del hombre. - ¡Ven de inmediato y disculpate con tu padre.- gritó fuerte, dispuesta a darle una reprimenda a su pequeña hija.- Dejala amor, es sólo una niña y debe estar aburrida. Llevamos varias horas de vuelo debid
El ojigris se froto los ojos con rudeza.Él siempre deseó que fuera feliz, aunque no fuera con él. Sin embargo, jamás imaginó lo doloroso que aquello sería y trataba de engañarse repitiéndose a sí mismo que era feliz porque ella era feliz. Una completa mentira. No odiaba a Daniel, por el contrario, agradecía que hubiese aparecido en la vida de la rubia, pero no por eso dolía menos.Se sentó en la cama y miró por la ventanilla como las enormes nubes grises, tan grises como sus ojos, se alzaban majestuosas e impetuosas, dejando claro que el vendaval apenas comenzaba.A lo lejos, entre la bruma, se distinguía la silueta de un avión que llevaba el mismo rumbo, esperaba que no tuvieran inconvenientes, ya que con la espesa niebla y la voluptuosa tormenta, era difícil mantener todo en orden.Se acostó nuevamente, sabiendo que no dormiria de nuevo, permitiendo a su mente jugar con sus sentimientos y crear tan hermosas fantasías, con aquella mujer que jamás podría ser suya, cuando entre aquell
Después del desastroso incidente en el aeropuerto, la cabeza de la castaña era un lío y su corazón dolía de forma agonizante. Daniel, su Daniel ya estaba casado con una preciosa mujer, tenía dos hijos adorables y una sonrisa tan deslumbrante que nunca vió antes. Era feliz, muy feliz y aunque era lo que ella había añorado en su corazón: dolía ver que no era junto a ella, a pesar de que ella misma se repetia una y otra vez, que la felicidad de Daniel era la suya.Miró por la ventana del taxi, mientras apretaba un trozo de papel amarillento debido al paso del tiempo, en cuyo interior se encontraba una dirección que su abuela le había dado antes de morir, era su única esperanza y salvación. Aura cerró los ojos y de inmediato su mente trajo a su memoria aquellos enigmáticos ojos grises, que estaba segura había visto antes y aquel rostro que le parecía excesivamente hermoso. La joven negó con la cabeza. ¿Porque rayos seguía pensando en ello?. Era guapo, sí, jodidamente guapo. Pero su mal
Aura miró ansiosa a la mujer, y luego empezó a asustarse, al ver como a la mujer el rostro empezaba a ponersele ceniciento y de sus labios no brotaba una palabra. -¿Se encuentra bien?- La joven preguntó un poco preocupada, mirando al hombre quién inmediatamente se puso alerta.Ante la pregunta, pareció que la mujer salió de su trance, más sin embargo no dejaba de verla y eso empezaba a incomodarle. Su pánico se disparó cuando la mujer acarició su rostro con miedo, justamente sobre su mejilla amoratada que tanta atención innecesaria había llamado. - Estoy bien.- La mujer respondió en un susurro. - Es sólo que desde que Odelette se fue de aquí, no supe nada de ella. Si sabía que tenía una hija, más nunca supe que tenía una nieta. Te pareces mucho a ella cuando era joven, pero supongo que eso ya lo sabías. Aura asintió. Su corazón empezó a doler cuando sintió como un enorme nudo comenzaba a formarsele en la garganta al recordar a su amada abuela, y más aún al ver el enorme cariño refle