El ojigris se froto los ojos con rudeza.
Él siempre deseó que fuera feliz, aunque no fuera con él. Sin embargo, jamás imaginó lo doloroso que aquello sería y trataba de engañarse repitiéndose a sí mismo que era feliz porque ella era feliz. Una completa mentira. No odiaba a Daniel, por el contrario, agradecía que hubiese aparecido en la vida de la rubia, pero no por eso dolía menos. Se sentó en la cama y miró por la ventanilla como las enormes nubes grises, tan grises como sus ojos, se alzaban majestuosas e impetuosas, dejando claro que el vendaval apenas comenzaba. A lo lejos, entre la bruma, se distinguía la silueta de un avión que llevaba el mismo rumbo, esperaba que no tuvieran inconvenientes, ya que con la espesa niebla y la voluptuosa tormenta, era difícil mantener todo en orden. Se acostó nuevamente, sabiendo que no dormiria de nuevo, permitiendo a su mente jugar con sus sentimientos y crear tan hermosas fantasías, con aquella mujer que jamás podría ser suya, cuando entre aquella marea de sueños imposibles e ilusiones rotas, unos enormes y enigmáticos ojos pardos aparecieron nítidamente en su cabeza, tan claros, tan nítidos y tan deslumbrantes. Llevaba días viendo aquellos ojos en su mente, comiéndose la cabeza por recordar a dónde los había visto y por que no podía olvidarlos por más que lo intentaba. Guardaban una profunda tristeza, pero no por eso dejaban de ser hermosos. Los había visto anegados en lágrimas de dolor y angustia, pero no podía recordar dónde. Tintados de un verde olivo con pequeñas motas amarillas. "La ciega hermosa de ojos tristes", así la había apodado. Una fuerte sacudida lo sacó de su ensoñación. Por lo visto las cosas iban a peor. Decidió levantarse, ducharse y estar listo y atento ante cualquier imprevisto. Apenas salía del pequeño lugar de descanso cuando el piloto les informó que estaban cerca de la pista, que abrocharan sus cinturones y que se prepararan para el aterrizaje de emergencia en el aeropuerto, debido al mal tiempo. Alexein ni lerdo ni perezoso, se sentó de inmediato y siguió las instrucciones. - La tormenta está empeorando.- Daniel miró al ojigris que estaba sentado en su misma dirección. - Acaban de informar que un avión tuvo un aterrizaje forzoso, debido a que una turbina se dañó, deteniendose cuando empezaban a descender. - Será un milagro si llegamos a tierra enteros.- Alexein recordó el avión que vió en su habitación y un pequeño atisbo de angustia brilló en sus ojos, sin tener la mínima idea del por qué. El avión comenzó a vibrar debido a la turbulencia, activando las alarmas y poniendo a todos en alerta. Todos se colocaron chalecos con paracaídas, por si la situación se complicaba más y debían llegar hasta ese extremo. Afortunadamente llegaron seguros a tierra, permitiendo a todos respirar tranquilos. Bajaron del avión de inmediato y corrieron al interior del aeropuerto dónde los demás guardias de seguridad ya los esperaban a todos. Se organizaron de inmediato y se dirigieron hacia las camionetas. Fue entonces cuando Alexein se percató de una mujer que se escondía tras una de las columnas, mirando atentamente a Daniel, y sus hijos. Fruncio el ceño receloso y se separó del grupo, desviando la dirección de sus pasos en aquella dirección. Al verlo acercarse, la chica intentó alejarse, pero él fue más rápido y le bloqueó el paso. - ¿Qué haces aquí, escondiendote como una vil ladrona y acosando a las personas desde las sombras?- Alexein interrogó con dureza, tomandola de los brazos y haciendo que los ojos de la joven se abrieran de par en par, con terror puro destilando de sus pupilas. Alexein se quedó en shock. Pardos, sus ojos eran pardos, tornandose nuevamente de aquel verde olivo deslumbrante, con pequeños destellos dorados danzando en ellos, aquellos ojos que durante noches habían perturbado sus pensamientos, los cuales al hacer contacto con los suyos, comenzaran a tornarse grises, absorbiendo los matices más comunes de las superficies, para tomar un color distinto según el enfoque de su visión. - Yo no, yo no acosaba a nadie. Yo sólo buscaba un teléfono para llamar un taxi.- Aura respondió con miedo, al sentir el aura oscura y peligrosa que desprendía el hombre frente a ella. Estaba desesperada. Tenía mucho miedo de lo que aquel hombre pudiera hacerle, su rostro cubierto con gafas oscuras, su mandíbula afilada y la frialdad que irradiaba su cuerpo eran peligrosas, sumando su enorme altura, las cosas se tornaban peor. Aquel hombre podría aplastarla como a una pestilente hormiga, sin ningún esfuerzo. - ¡Suelta a mi mami!, ¿Acaso no te das cuenta de que la estás lastimando?.- Berenice se puso entre su madre y aquel hombre, decidida a defenderla como ella la defendía de su padre, pero Alexein no le escuchaba. Su mente viajó a un año atrás, al desfile de modas más aclamado de Francia, y fue entonces cuando recordó dónde había visto aquellos ojos tan únicos. La joven castaña corría y justo en una esquina chocó con él, volcandole encima la copa de champagne que él bebía. Recordaba perfectamente que le había gritado cegatona, pero sólo fue cuando la joven alzó la vista para disculparse que vió sus hermosos ojos anegados en lágrimas. Luego la vió irse al lado de un hombre que decía ser su marido, sin pasar desapercibido, el agarre posesivo que este ejercía en su delgada cintura. Recordaba sus ojos asustados y como la última mirada que le dirigió suplicaba a gritos que alguien le ayudara. Desgraciadamente, no pudo encontrarlos. Desde entonces de vez en cuando el recuerdo de aquellos ojos lo turbaba, preguntándose una y otra vez porque una mujer tan hermosa, tenía que tener una mirada tan triste, por culpa de un miserable poco hombre. - ¿Acaso eres sordo?-. La pequeña le preguntó mientras le propinaba un punta pie. Fue hasta entonces que Alexein cayó en la cuenta de lo que estaba haciendo y muy lentamente aflojo el agarre en los brazos de la joven que lo miraba asustada. Miró nuevamente su rostro, sintiéndose aún bastante aturdido y fue sólo entonces que notó el horrible moreton en su pómulo izquierdo. La habían golpeado y tenía una idea de quien podría haber sido. - Le hice una pregunta. Contesteme .- Alexein volvió a exigir, pero esta vez con un tono más suave, temiendo asustarla de nuevo. - Es sólo que ese hombre, el de los niños.- Aura tragó en seco.- Se parece mucho a alguien que no veo desde hace años. - ¿Acaso ya conocías a Daniel?-. Ante la pregunta de Alexein, los ojos de la chica se abrieron de par en par.- ¿Que pasa?.- Preguntó al ver su reacción. - Nada, sólo que ya debo irme-. La joven tomó con una mano la pequeña maleta y con la otra a su hija, girando y caminando en dirección contraria. Alexein fruncio el ceño nuevamente, se notaba que le costaba moverse con naturalidad. Estaba a punto de seguirla para preguntarle a dónde iba o si necesitaba algo, cuando una voz lo sacó de sus pensamientos. -Alexein, vámonos. ¿Estás bien Alexein?.- Daniel le preguntó, mientras veía en la misma dirección en la que el ojigris tenía puesta su mirada, viendo a la joven que casi corria entre el gentío, la cuál extrañamente le parecía un poco familiar. - No. No pasa nada Daniel, vámonos. - Alexein desvío la mirada y giró hacia Daniel. -¿La conoces?-. El ojiazul preguntó con curiosidad. - Sólo la he visto una vez. Ella fue quien me tiró la copa de champagne encima el año pasado. Daniel sonrió. - ¿Entonces ella es la ciega hermosa de ojos tristes?.- Preguntó buscándola entre la gente. - Sí. Ella es la ciega hermosa de ojos tristes-. Alexein respondió, mientras miraba a lo lejos, como su larga cabellera desaparecía completamente entre la multitud.Después del desastroso incidente en el aeropuerto, la cabeza de la castaña era un lío y su corazón dolía de forma agonizante. Daniel, su Daniel ya estaba casado con una preciosa mujer, tenía dos hijos adorables y una sonrisa tan deslumbrante que nunca vió antes. Era feliz, muy feliz y aunque era lo que ella había añorado en su corazón: dolía ver que no era junto a ella, a pesar de que ella misma se repetia una y otra vez, que la felicidad de Daniel era la suya.Miró por la ventana del taxi, mientras apretaba un trozo de papel amarillento debido al paso del tiempo, en cuyo interior se encontraba una dirección que su abuela le había dado antes de morir, era su única esperanza y salvación. Aura cerró los ojos y de inmediato su mente trajo a su memoria aquellos enigmáticos ojos grises, que estaba segura había visto antes y aquel rostro que le parecía excesivamente hermoso. La joven negó con la cabeza. ¿Porque rayos seguía pensando en ello?. Era guapo, sí, jodidamente guapo. Pero su mal
Aura miró ansiosa a la mujer, y luego empezó a asustarse, al ver como a la mujer el rostro empezaba a ponersele ceniciento y de sus labios no brotaba una palabra. -¿Se encuentra bien?- La joven preguntó un poco preocupada, mirando al hombre quién inmediatamente se puso alerta.Ante la pregunta, pareció que la mujer salió de su trance, más sin embargo no dejaba de verla y eso empezaba a incomodarle. Su pánico se disparó cuando la mujer acarició su rostro con miedo, justamente sobre su mejilla amoratada que tanta atención innecesaria había llamado. - Estoy bien.- La mujer respondió en un susurro. - Es sólo que desde que Odelette se fue de aquí, no supe nada de ella. Si sabía que tenía una hija, más nunca supe que tenía una nieta. Te pareces mucho a ella cuando era joven, pero supongo que eso ya lo sabías. Aura asintió. Su corazón empezó a doler cuando sintió como un enorme nudo comenzaba a formarsele en la garganta al recordar a su amada abuela, y más aún al ver el enorme cariño refle
-¿Qué fue exactamente lo que sucedió con tu madre y tu abuela?. - Caminaban por el sendero de piedras talladas, en medio de un enorme jardin de ensueño, con fuentes llenas de aves que bebían o se bañaban en sus aguas, árboles frutales y flores de muchas clases y colores, dándole un toque mágico a todo, aún a pesar de lo gris del día. Berenice correteaba contenta, maravillandose con todo lo que veía, sin prestar atención a la conversación de las mujeres. Por suerte ya no llovía a cántaros y sólo era un leve rocío el que acariciaba el ambiente, lo que les había permitido caminar y apreciar toda aquella belleza a detalle, con el silencio como compañero hasta ese momento. Aura dudó y Casandra pareció notarlo ya que de inmediato añadió: - No me respondas si no te sientes lista, yo lo entenderé. Es sólo que quiero entender quien tenía el corazón tan negro para hacerles daño.- La mujer susurró lo último, más sin embargo Aura la escuchó. - De niña todo era alegría. - Aura miraba hacia la
Alexein miraba por la ventana de su habitación como las enormes nubes grises, comenzaban nuevamente a agruparse, causando fantasticos remolinos que llevaban el olor de la tormenta impregnado en cada partícula, anunciando una nueva tempestad. Nubes grises como sus ojos, nubes grises como el revoluto de sensaciones que en aquel momento lo estaban ahogando.Unas pequeñas y suaves manos acariciaron sus hombros desnudos, mientras besos húmedos eran repartidos a lo largo de su espalda. Todos sus sentidos se pusieron en alerta y una insólita rabia le nubló la razón. - Deberíamos aprovechar al máximo tú único día libre, ¿No crees?.- La voz sensual y acaramelada de Calipso llegó a sus oídos más como una punzada de dolor directo a su cabeza, que como una melodía tentadora a sus oídos. - ¡Vaya!, Que irónico que nos digan insaciables a los hombres, cuando tú nunca tienes suficiente.- La ironía era palpable en cada sílaba, definitivamente en aquel momento su humor era completamente nulo.- ¡¿Que
Aura miró estupefacta a la hermosa rubia, la misma rubia que iba tomada orgullosamente del brazo de Daniel, pero aún con más estupefacción, al hombre sin camisa que caminaba justamente tras ellos.¡Definitivamente su suerte no había cambiado en absoluto!Daniel se quedó de piedra y sus ojos desbordaban auténtica sorpresa. Ocho años... Habían pasado ocho años desde que había visto aquellos ojos por última vez. Ocho años en los que se había preguntado una y otra vez que demonios había pasado. Ocho años en los que aprendió que nada es eterno. Ocho años en los que poco a poco su recuerdo se volvió tenue en su memoria... Más nunca se borró del todo.Aura pudo descifrar sin ningún problema cada uno de los sentimientos que empezaban a bullir dentro de Daniel, siempre lo había hecho y a pesar del tiempo... Al parecer aquello no había cambiado.-Hola, mucho gusto. Dafne Lamprou para servirte.- La melodiosa y dulce voz de la rubia la hizo desviar su mirada y volver nuevamente a la realidad, mir
- Quiero la verdad Daniel, es mejor que seas sincero o juro que lo voy a descubrir por mi cuenta.- Alexein amenazó a Daniel, apenas cerró la puerta del gimnasio con fuerza.Él no era un tonto, y sabía que algo se traían entre manos esa mujer y él. Había visto como esta lo miraba en el aeropuerto, con una mezcla de anhelo y melancolía, y en la casa, cuando habían sido presentados, Daniel ni siquiera articuló la más mínima palabra y sólo miraba a la mujer boquiabierto, mientras ella lo veía como si fuese el peor de sus tormentos.Lo había sacado de ahí antes que Dafne se diera cuenta de lo que estaba pasando, conocía perfectamente las inseguridades de esta y no quería que la estupidez de aquellos dos, avivara los pensamientos negativos que tanto mal le hacían.Daniel siguió guardando silencio. Durante todo el camino había tratado de sacarle información por las buenas y no lo conseguía, lo que empezaba a molestarlo, por lo que ahora lo haría por las malas de ser necesario. Justo cuando
Aura arrastró su pequeña maleta, mientras seguía de cerca a la amable señora, quien se veía bastante feliz de haberle conseguido un trabajo y un hogar. Y ella definitivamente estaba agradecida y estaría en deuda con la dulce mujer por el resto de su vida.Berenice miraba todo con genuina curiosidad y creciente asombro. El lugar era simplemente hermoso. Fuera de la casa principal, pero siempre dentro de la propiedad, se encontraban esparcidas varias casitas, que aunque pequeñas, estaban en excelente estado y se veían sumamente cómodas y acogedoras, con sus jardines y sus pequeñas fuentes.Casandra le había dicho que era una para cada empleado del lugar, ya que Dafne siempre solía contratar personas sin hogar, que estaban ahogadas totalmente en los vicios y la depresión, o que no tenían lo justo para vivir dignamente, justamente como ella en aquel momento. Se detuvieron frente a una pequeña cancela, a la cuál Casandra sacó llave al pequeño candado que esta poseía, abriendola para que a
Aura despertó alterada, nuevamente aquellos recuerdos transformados en pesadillas volvían a atormentarla.Se sentó en la cama y miró el pequeño reloj de pulsera que tenía sobre la mesita de noche. Eran las cinco de la mañana. Se levantó y miró por la ventana de su habitación. La llovizna seguía sin ceder, por el contrario: había momentos en los que se volvía más fuerte.- "You said that we would always be, Without you I feel lost at sea".- Su voz empezó a entonar aquella melodía que tanto le había gustado cuando la escuchó.-"Through the darkness you'd hide with meLike the wind we'd be wild and free. You, Said you'd follow me anywhere, But your eyes. Tell me you won't be there." -Miró hacia el cielo nublado de aquella mañana y su dulce y fina voz se unió al cantar de la lluvia.- "I got to learn how to love without youI got to carry my cross without youStuck in a riddle and I'm just about toFigure it out without youAnd I'm done sitting home without youFuck, I'm going out withou