Inicio / Romance / Yo Contigo, Tú Conmigo / Casandra Dimitriadis
Casandra Dimitriadis

Aura miró ansiosa a la mujer, y luego empezó a asustarse, al ver como a la mujer el rostro empezaba a ponersele ceniciento y de sus labios no brotaba una palabra. -¿Se encuentra bien?- La joven preguntó un poco preocupada, mirando al hombre quién inmediatamente se puso alerta.

Ante la pregunta, pareció que la mujer salió de su trance, más sin embargo no dejaba de verla y eso empezaba a incomodarle. Su pánico se disparó cuando la mujer acarició su rostro con miedo, justamente sobre su mejilla amoratada que tanta atención innecesaria había llamado.

- Estoy bien.- La mujer respondió en un susurro. - Es sólo que desde que Odelette se fue de aquí, no supe nada de ella. Si sabía que tenía una hija, más nunca supe que tenía una nieta. Te pareces mucho a ella cuando era joven, pero supongo que eso ya lo sabías.

Aura asintió. Su corazón empezó a doler cuando sintió como un enorme nudo comenzaba a formarsele en la garganta al recordar a su amada abuela, y más aún al ver el enorme cariño reflejado en los ojos verdes de aquella mujer al hablar de ella.

- ¿Y ella como está?, ¿Viene contigo?. Desde hace mucho no la veo.- La mujer sonrió emocionada mirando tras ella, Aura tragó saliva. ¿Acaso había olvidado que su abuela estaba... Muerta?. No, no lo había olvidado, es que ni siquiera lo sabía.

- Ella murió hace 8 años, y antes de morir me dijo que la buscase a usted.- La castaña trató de sonar fuerte, pero era casi imposible.

La mujer se llevó una mano a la boca ante la noticia.-¿Muerta?, Pero ¿Como?. Yo, yo no sabía. ¿Que le pasó?.- Las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas a raudales, y la incredulidad se plasmaba en todos sus rasgos.

- La envenenaron.- La joven apretó sus manos con furia.- Cuando yo regresé de la escuela, la estaban subiendo en una ambulancia. Tenía una mascarilla de oxígeno, me fui con ella y cuando llegamos al hospital, ya era demasiado tarde. Sólo pudo decirme que la buscara a usted, que su dirección estaba en su monedero.

Aura susurró, tratando de no sucumbir ante las horribles ganas de llorar que sentía. El recuerdo estaba tan nítido en su memoria, que el dolor en su corazón era igual de intenso, como si no hubiese pasado el tiempo.

La mujer se dejó caer en el taburete en el que minutos antes ella se había sentado junto al que aún se encontraba Berenice. Las lágrimas rodaban por sus mejillas y negaba una y otra vez, negándose a creer lo que salía de labios de la joven.

- Esto no puede ser, esto no Dios mío no.- Aura sentía muchas emociones encontradas en su interior al ver a la mujer en aquel estado.- Ella prometió que volvería, ella me lo prometió.

La mujer se puso en pie, tomando a Aura por los hombros.- ¿Atraparon al asesino?, ¡Por lo menos dime que ese mal nacido está pagando caro su crimen!.- La mujer gritó con rabia.

- No. Él cubrió todas sus huellas y nunca se encontraron las pruebas necesarias para hundirlo en la cárcel. Ni por la muerte de la abuela... Ni por la de mi madre.- Aura apretó su puño hasta clavarse las uñas, sintiendo una súbita oleada de furia junto a su tristeza.

- ¡Maldito cobarde!. Pagará, ¡Pagará muy caro lo que hizo!, Te lo prometo. Ahora dime, ¿En qué puedo ayudarte?.- La mujer limpiaba sus lágrimas con furia y sus ojos reflejaban la firme determinación que se gestaba en su interior.

Aura dudó. Necesitaba muchas cosas, pero sobre todo: Qué nadie le hiciera preguntas. Más sin embargo era plenamente consciente que tarde o temprano tendría que hablar de todo lo sucedido, pero no podía dejar de anhelar con toda su alma, retrasarlo un poco más.

- Necesito encontrar un trabajo que me permita subsistir con mi hija y un lugar dónde dormir.- Aura susurró ansiosa.- No pido mucho porque apenas terminé la secundaria. Pero puedo trabajar como sirvienta. Sé cocinar, hacer limpieza y lo que no puedo estoy dispuesta a aprender. ¿Usted podría ayudarme a encontrar un trabajo?.- La joven estaba angustiada y se reflejó en la verborrea de palabras que soltó en segundos. Tenía miedo y al mismo tiempo esperanza.

- ¿Estarías dispuesta a cuidar dos niños?.- Casandra le preguntó ilusionada.

- Por supuesto. - Aura respondió sin dudar.

- Entonces no se diga más. - Casandra sonrió satisfecha.- La señora de esta casa necesita una niñera. La paga es buena y además no tendrías que preocuparte por techo o comida, ya que eso va incluido en el contrato. Tu salario sería totalmente libre.

- ¿Cree que me acepte con mi hija?.- La duda nuevamente latio en su interior.

- Por supuesto. Mi niña ama a los niños y estoy cien por ciento segura que estará feliz de que hayan más niños dando vida en esta casa.- La mujer asintió entusiasta, muy segura de sus palabras, lo que hizo que Aura se sintiera con más confianza y sintiendo como el nudo de angustia que llevaba atorado en la garganta desde que escapó de aquel lugar, empezaba a aflojarse un poco.

- Vamos, entra. Ya está por llover nuevamente y no es bueno que estén bajo la lluvia.- Casandra tomó la pequeña maleta de Aura entre sus manos, mientras se dirigía hacia dentro.- Vamos pequeña, adentro estarás calentita, con una taza de chocolate caliente. Y estoy segura que Rafael y Ariana estarán felices de tener una nueva amiga con la cuál poder jugar.

Berenice le sonrió un poco tímida, aferrandose a la mano de su madre, quien le sonrió con dulzura, tratando de tranquilizarla, mientras el guardia de seguridad abría la puerta para que las tres mujeres pudieran ingresar al lugar.

Aura se quedó de piedra al ver los magníficos jardines, pues si por fuera era imponente, por dentro era totalmente deslumbrante. Parecía un castillo sacado de algún cuento de hadas, sólo porque faltaban las torres, una bruja malvada y un dragón guardián. El lujo y la belleza que desprendía el lugar era inigualable. Seguramente Fernando sentiría envidia si viese aquel lugar.

Avanzaron por el sendero de piedra hasta llegar a la enorme puerta de doble hoja, tan imponente e impresionante como todo lo demás, con intrincados detalles talllados con esmero y artística elegancia.

Temporalmente, su nuevo hogar si Dios lo permitía.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP