Desahogo

-¿Qué fue exactamente lo que sucedió con tu madre y tu abuela?. - Caminaban por el sendero de piedras talladas, en medio de un enorme jardin de ensueño, con fuentes llenas de aves que bebían o se bañaban en sus aguas, árboles frutales y flores de muchas clases y colores, dándole un toque mágico a todo, aún a pesar de lo gris del día.

Berenice correteaba contenta, maravillandose con todo lo que veía, sin prestar atención a la conversación de las mujeres.

Por suerte ya no llovía a cántaros y sólo era un leve rocío el que acariciaba el ambiente, lo que les había permitido caminar y apreciar toda aquella belleza a detalle, con el silencio como compañero hasta ese momento.

Aura dudó y Casandra pareció notarlo ya que de inmediato añadió: - No me respondas si no te sientes lista, yo lo entenderé. Es sólo que quiero entender quien tenía el corazón tan negro para hacerles daño.- La mujer susurró lo último, más sin embargo Aura la escuchó.

- De niña todo era alegría. - Aura miraba hacia la nada mientras seguían avanzando despacio.- De repente papá empezó a llegar ebrio casi todos los días, discutía con mamá porque al parecer le era infiel con otras mujeres, no había noche en la que no peleasen y una noche, después de muchos gritos y estruendos de cosas rotas, mi madre llegó a mi habitación llorando. Sangre salía de su cabeza y de su nariz y lloraba angustiada. Me dijo que guardara unas cuantas mudas de ropa, que nos íbamos de casa.

El leve rocío se transformó en llovizna, Casandra abrió un paraguas y les hizo señas para que se acercaran a ella. Aura empujó a Berenice, quién tomó el paraguas en sus manos, mientras ella y Casandra sólo disfrutaban de aquella dulce caricia.

-Tenía doce años, obedeci de inmediato y justo cuando bajabamos las escaleras, papá nos alcanzó. Tomó a mamá del cabello, empezaron a forcejear, y ella me gritó que corriera, dudé y justo en ese momento, papá la empujó con fuerza, para evitar que yo huyera, mamá perdió el equilibrio y rodó por las escaleras.- Los recuerdos acudieron a su memoria y sus ojos nuevamente derramaron lágrimas de amargura que se confundieron con la lluvia.- La vi caer y no pude hacer nada. Grité y corrí hacia ella, pero era tarde.

Aura seguía perdida en su dolor y no vió como Casandra apretaba los dientes con furia, mientras el odio se dejaba ver en sus ojos verdes, oscuros y profundos.

Se quedaron en silencio nuevamente, Aura tratando de frenar sus emociones y Casandra tratando de no romperse mientras trataba de asimilar todo.

- Después del funeral, la abuela me llevó con ella.- Aura tomó una bocanada de aire y tomó fuerzas para seguir con el relato.- Descubrí entonces que papá tenía muchas deudas y quería venderme para saldarlas, mamá luchó precisamente para evitarlo y temiendo lo peor dejó un documento firmado y aprobado dónde cedía mi custodia a la abuela. Debido a la declaración de testigos y pruebas encontradas, papá perdió el derecho de mi custodia contra la abuela. Nos mudamos de ciudad, pero cuando tenía 16, después que regresé de la escuela, encontré a la abuela en medio de estertores, siendo subida a una ambulancia.

La voz se le quebró, recordando a los paramédicos conectandola a muchos cables, uno de sus vecinos abrazandola y a Daniel corriendo hacia ella, preguntando que pasaba.

- Nos había encontrado y él la había envenenado.- Aura sollozo, mientras Berenice seguía mirando todo con asombro, sin prestar atención. - Sólo pudo decirme que un hombre de nombre Roberto que era su amigo iría por mí, que el me ayudaría a viajar hasta aquí a encontrar a mi familia, dónde podía encontrar vuestra dirección y después murió.

Casandra abrazó a la chica, llorando al enterarse del horrible fin de su querida hermana adoptiva. Quería matar con sus propias manos a aquel miserable, torturarlo hasta que gritara por piedad. Quería que pagara por sus crímenes y que aún después de muerto, siguiera sufriendo en el infierno.

Se sumieron tanto en el dolor, que sólo se percataron que habían llegado a la entrada de la casa, cuando la lluvia dejó de mojarles. Una enorme puerta blanca se alzaba ante ellas, con intrincados patrones tallados. Dos columnas de mármol la custodiaban, con los mismos detalles.

Berenice se giró y miró a su madre, quién de inmediato limpió su rostro y tomó su mano. Casandra dió un paso adelante y empujó la puerta, dándoles paso a un enorme recibidor, dónde les indicó que se quitaran los zapatos y les entregó unos nuevos que aún portaban la etiqueta a cada una.

- Siganme.- Les indicó.- Buscaré a mi niña para hablar de ustedes con ella.

Aura y Berenice siguieron a Casandra por un pasillo, llegaron a otra puerta, la cuál fue empujada por la mayor, ingresando a una enorme sala de estar con mullidos sillones de cuero que gritaban caro por todos lados, una mesita de centro con una canasta llena de frutas, estaba debajo justamente de una enorme araña de cristal, muy hermosa. Más a la izquierda habían unas enormes escaleras que supuso llevaban a la segunda planta dónde seguramente estaban los dormitorios.

A la derecha había un pasillo de dónde llegaba el rumor de voces y risas y pasando las escaleras, había otro pasillo. Las paredes eran de un blanco perla, y al fondo, tras las escaleras, unas enormes puertas corredizas de cristal, dejaban ver un parque de juegos techado con piscina.

- Esperame aquí. Los señores acaban de regresar de un viaje y deben estar cambiandose de ropa en la habitación.- Casandra empezó a subir las escaleras.- Pueden tomar las frutas que gusten mientras vuelvo. Con permiso.

Aura asintió mientras veía a Casandra alejarse escaleras arriba. Berenice se abrazó a sus piernas, mientras Aura centraba toda su atención en las pinturas de la pared, llamando su atención una en particular.

Era un cuadro de un hermoso paisaje al óleo, que reconocería dónde fuera: ella junto a su madre lo habían pintado. Era un río corriendo entre el bosque, con una niña lanzandole comida a los animales. Miró la parte inferior y ahí estaba la firma de su madre.

Escuchó el estómago de su hija gruñir, lo que la sacó de sus pensamientos. -¿Quieres una manzana?- Preguntó mirando a su hija, quién asintió.

Se dió la vuelta y caminó hasta la mesa, de dónde tomó una manzana roja, la cuál limpió en sus húmedas ropas y se la entregó a la niña. La pequeña tomó la manzana en sus manitas y se sentó en el suelo, no queriendo ensuciar el sillón.

Justamente cuando Aura tomaba asiento junto a ella, el ruido de pasos y el rumor de varias voces en las escaleras llamó su atención. Alzó la mirada y su rostro palidecio al ver aquel rostro.

Debía ser una broma, su vida era una jodida y cruel broma, aquello no podía ser verdad.

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