Nueva Vida

Aura arrastró su pequeña maleta, mientras seguía de cerca a la amable señora, quien se veía bastante feliz de haberle conseguido un trabajo y un hogar. Y ella definitivamente estaba agradecida y estaría en deuda con la dulce mujer por el resto de su vida.

Berenice miraba todo con genuina curiosidad y creciente asombro. El lugar era simplemente hermoso. Fuera de la casa principal, pero siempre dentro de la propiedad, se encontraban esparcidas varias casitas, que aunque pequeñas, estaban en excelente estado y se veían sumamente cómodas y acogedoras, con sus jardines y sus pequeñas fuentes.

Casandra le había dicho que era una para cada empleado del lugar, ya que Dafne siempre solía contratar personas sin hogar, que estaban ahogadas totalmente en los vicios y la depresión, o que no tenían lo justo para vivir dignamente, justamente como ella en aquel momento.

Se detuvieron frente a una pequeña cancela, a la cuál Casandra sacó llave al pequeño candado que esta poseía, abriendola para que ambas pudieran entrar.

- ¡Mira mami, es celeste. Tu color favorito!.- Berenice gritó entusiasmada al ver el color de la casa.

Aura simplemente se limitó a asentir al ver que efectivamente, la casa tenía un color celeste tan vibrante, que para personas como Fernando o su padre, sería ofensivo y vulgar, pero para ella era hermoso. Le recordaba al intenso color del firmamento en los días de verano. Tal vez no sus favoritos, pero no por eso menos hermosos.

Sus ojos, que ya habían tomado una tonalidad azul, miraron a la mujer a su lado, quién movía el pequeño manojo de llaves frente a sus ojos.

- Toma. De ahora en adelante este será tu nuevo hogar y sólo dejará de serlo el día que decidas irte. No va a faltarte nada. En la refrigeradora ya hay todo tipo de insumos que necesites en la cocina, al igual que las alacenas ya fueron llenadas por órdenes de la señora. Toda la casa está completamente equipada con todo lo que puedas necesitar: desde utensilios de cocina, hasta cepillos y pasta dental. Solamente cuatro personas poseemos la llave de esta casa: Mi niña , Alexein, yo y ahora también tú. Nadie puede ingresar sin tu permiso, a menos que sea de vida o muerte. ¿De acuerdo?.

- Sí y de nuevo muchas gracias.- Aura susurró conmovida por tanta amabilidad, sintiendo como nuevamente se formaba un nudo en su garganta y las lágrimas picaban por salir nuevamente de sus ojos, pero por primera vez de alegría y gratitud y no de miedo y dolor.

- No es nada, estoy segura que esto es lo que Odelette anhelaba.- Casandra miró al cielo, como si esperara ver a la antes mencionada.- Bueno, las dejo para que se acomoden y exploren tranquilamente su nuevo hogar.- Le sonrió con dulzura a la castaña y a la niña, centrándose de nuevo.

- ¿No te quedas?.- Aura preguntó, al ver que la mujer se daba la vuelta para retirarse. Deseaba preguntarle por el paradero de su familia.

- No. Tengo que supervisar que la cena esté lista a la hora exacta, entre tantos otros quehaceres que aún me quedan. Descansa y duerme temprano, ya que mañana debes estar antes de las seis de la mañana en la casa, para que los niños te conozcan y se vayan familiarizando. Y también no olvides los documentos para inscribir a Berenice al colegio.- La mujer le recordó amablemente.

Aura asintió comprensiva, sintiéndose un poco culpable por haberle robado tanto tiempo, y desilusionada por tener que esperar un poco más por respuestas. Pero era consciente que el tiempo valía oro y no podía seguir retrasando a la noble mujer en su labor.

- Muchas gracias por todo y nuevamente le pido perdón por las molestias que le he causado. - La castaña le sonrió agradecida, mientras una lágrima rebelde de completa gratitud se deslizaba por su mejilla, a pesar de haberla retenido con esmero.

- No hay nada que agradecer. Estoy en deuda con tu abuela, le debo mi vida y aunque no fuese así, jamás dudaría en ayudarte. Se por tus ojos que has sufrido mucho.- La miró directamente, acercándose a ella y tomandola de las manos.- No sé por lo que has pasado y no voy a obligarte a decirmelo, sólo sé que no ha sido fácil. Pero también sé que eres fuerte y que podrás con todo, que vas a salir adelante junto a tu pequeña y yo voy a ayudarte hasta mi último aliento y no porque lo vea como un deber, sino porque nadie merece tener una mirada tan triste, cuando la vida apenas empieza a despertar en el interior.

Aura asintió mientras le sonreía dulcemente, como nunca le había sonreído a nadie más que no fuese su hija en aquellos ocho años.

Casandra le correspondió el gesto, soltó sus manos y acariciando la cabeza de Berenice, se fue en la misma dirección en la que habían venido, no sin antes recordarle:- Cualquier cosa que necesites buscame.

La castaña suspiró y asintió, aunque ya no podía verle. Se giró y avanzó con Berenice tomada de la mano, seleccionó una de las llaves y abrió la puerta de la casita. Avanzó despacio, con la niña pegada a ella y se quedó asombrada apenas entraron.

Se encontraban en una pequeña sala, con sillones de cuero negro, una mesita de centro, un mueble con unas pequeñas bocinas y una pantalla mediana en la pared.

Puso su pequeña maleta recostada en la pared y entró por una puerta que resultó ser la cocina. Estaba totalmente equipada con todo lo necesario, e incluso poseía una pequeña isla con taburetes. Abrió todos los muebles y encontró todo tipo de utensilios y comestibles, tal como le había dicho Casandra, tenía todo lo que podía necesitar.

Berenice se soltó de su mano y se asomó por la ventana, desde dónde un pequeño jardín era visible, con diferentes tipos de flores, dónde las rosas de diferentes colores eran las que más llamaban la atención. Aura sonrió, era precioso.

- Vamos, debemos acomodar nuestras cosas.- Le tendió la mano a la pequeña, quien se alejó inmediatamente de la ventana y tomó la mano de su madre.

Salieron de la cocina, pasaron por la sala y abrieron una puerta de madera que daba a un mini pasillo. Dos puertas se encontraban una frente a la otra. Aura abrió la de la derecha, topandose con una enorme cama, un closet, un librero, una silla y un escritorio, con una ventana que daba al jardín y una puerta que seguramente era el baño.

Se giró con Berenice siguiendole y abrió la otra, entrando a una habitación idéntica a la anterior.

- Esta será la mía.- Berenice se soltó de inmediato y corrió para lanzarse a la cama.

Aura la observó asombrada.- ¿Estás segura?-. Preguntó dudosa. Habían dormido juntas pocas veces, pero aquel lugar era totalmente desconocido y eso le causaba temor.

- Sí. Ya soy una niña grande y papá no está aquí para dañarnos.

Aura asintió, estando de acuerdo con su hija. Se sentía culpable por no haber compartido tiempo con ella como se debía, pero su hija ya era capaz de decidir sola y ella no iba a contradecirla.

- Está bien. Ordeno mis cosas y después vengo a ayudarte con las tuyas, ¿Vale?.- Aura alzó su mano derecha con la palma abierta.

- Vale.- Berenice aceptó chocando su pequeña mano con la de su madre.

La castaña salió de la habitación y se dirigió a la que sería la suya, abrió la pequeña maleta y empezó a ordenar sus cosas, instalandose en lo que sería su nuevo hogar, iniciando así su nueva vida.

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