Fuga

Aura sentía el frío aire de la noche golpear sus mejillas aún húmedas por las lágrimas. Y mientras la lluvia la empapaba sin piedad, afianzaba la cuerda en las barandas de la terraza.

Nadie sabía de aquella cuerda que en su momento quiso usar para arrancarse la vida y acabar con aquel infierno. Pero no pudo.

No pudo dejar a su hija a merced de aquel hombre, no podía abandonarla a su suerte. Berenice era lo único que la empujaba a luchar contra el mundo, ella era lo único que le daba fuerzas para seguir adelante aún cuándo quería darse por vencida. Ahora era esa cuerda la que le serviría para escapar.

Resopló nerviosa al ver de nuevo aquella altura. Si se caía no se mataría ya que apenas eran unos ocho metros del suelo a la terreza, más sin embargo, agravaria el dolor que ya sentía, pero definitivamente no podía ser peor.

Miró hacia el frente de la mansión. Los hombres seguían hablando con enormes paraguas cubriendolos de la fuerte lluvia y nadie notaría su escape, más aún Fernando, que confiaba en que ella estaría aún revolcandose por el dolor.

Sujetó la cuerda con fuerza y saltándose las barandas empezó a descender con cuidado, sintiendo como si mil cuchillos agujeraran su cuerpo maltrecho y apretando los dientes contra el dolor. Un trueno retumbo en el cielo y aunque se asustó, no se detuvo.

Sintió el corazón atorarsele en la garganta cuando su pie golpeo una maceta y esta se hizo pedazos al tocar el suelo. Pero afortunadamente estaba lo suficientemente lejos de la zona principal de la casa como para ser escuchada por algún sirviente y el fuerte sonido de la lluvia y de los truenos, eran suficientes para apagar cualquier otro ruido dentro de la mansión.

Además si alguien hubiera visto caer al suelo la maceta, podría atribuirlo a la ferocidad del viento y a la violenta tormenta.

Siguió bajando hasta que sus pies tocaron el suelo, mientras la niña se asomaba y lanzaba la mochila completamente empapada, la cuál logró sujetar con mucho esfuerzo y echarsela a la espalda.

La pequeña no dudó en saltarse la baranda y descender sujeta de la cuerda como lo hizo su madre, quien la tomó en brazos antes de que tocara el suelo. Miró hacia todos lados antes de echarse a correr hacia la puerta trasera del inmenso jardín.

Nadie sabía que ella se escapaba al jardín y había encontrado aquella salida. Vivía encerrada en su habitación por órdenes de Fernando, siendo su puerta vigilada por dos guardaespaldas que la seguían a todas partes y no permitían que pusiera un pie fuera de la casa y sólo podía observar el jardín desde la ventana.

En su habitación también habían varias cámaras de seguridad, las cuáles, en un descuido había estropeado y que aún no habían reparado.

Aquel balcón la había ayudado a salir a escondidas, por las madrugadas, escapando por la pequeña ventana del baño de su cuarto, que daba directamente a la terraza, sólo había que caminar despacio por las orillas. Lástima que las alarmas siempre se mantenían activadas y no podía salir más hallá del jardín.

Pero esa noche no. Sabía que todas las alarmas estaban desactivadas debido a las visitas, y la seguridad se había concentrado en la parte delantera.

Bajó a Berenice para poder abrir la puerta, la cuál chirrio, pero aquello poco le importó. Tomo a la niña de la mano, cerró la puerta y echó a correr debajo de la fuerte tormenta. No sabía hacia dónde se dirigía, lo único que quería era alejarse todo lo posible de aquel lugar.

- Vamos mi amor, corre. Pronto estaremos a salvo.

- Lo sé mami, confío en ti.

Corrieron hasta que sus pulmones ardieron, pero aún así no pararon. Siguieron caminando a paso rápido, hasta que llegaron a una carretera.

Una fuerte luz las iluminó cuando iban a cruzar y Aura abrazó a Berenice con todas sus fuerzas, esperando el golpe que nunca llegó. El tráiler se detuvo a centímetros de ellas y un hombre de edad avanzada, con botas y un impermeable se bajó de inmediato.

-¿Están bien?, ¿Las lastime?. ¿Por qué cruzaron tan imprudentemente la calle?. ¡Pude haberlas matado buen Dios!.

Aura seguía aferrada a su hija, mientras miraba al asustado señor.

- Perdón por el susto, sólo que tenemos prisa.

El hombre entonces gracias a la luz del tráiler, pudo ver el hinchado pómulo de la joven, la mochila que llevaba a la espalda y sus ojos rojos y llorosos que reflejaban terror.

El hombre se acercó despacio, tratando de no asustarla.- ¿Vas a alguna parte?.- Aura no respondió, pero era obvio.

- Sube. -Señaló el tráiler con su cabeza. -No es seguro para una chica y una niña andar solas a estas horas en la calle. Hay muchos peligros y cualquiera podría intentar aprovecharse de la forma que sea.

- ¿Incluso usted?.- Aura susurró con miedo, ya no esperaba nada bueno de nadie.

El hombre soltó una carcajada antes de tenderle la mano. - Tengo una nieta de aproximadamente tu misma edad, y jamás haría a una niña lo que no deseo le hagan a ella. Ella es la niña de mis ojos, el único recuerdo que tengo de su madre ¿Sabes?. Y primero muerto a hacerle daño a ella o a cualquier persona que se cruce en mi camino. Vamos, hace frío, están empapadas y se van a enfermar, además la lluvia no da señales de que vaya a amainar.

Aura lo miró dudosa, pero al final aceptó la mano que el señor le tendía. Sabía que no podía demorarse demasiado o aquel desquiciado las alcanzaría y no se quería imaginar lo que les pasaría. Además, el frío le calaba hasta los huesos y no podía dejar que su hija siguiera mojandose más.

El mayor abrió la puerta del copiloto y ayudó a Aura y a Berenice a acomodarse, antes de cerrar y subir él mismo al lado del conductor y seguir el camino.

- Voy hasta el centro de Madrid, ¿A dónde te diriges tú?- El hombre preguntó mientras se mantenía atento a la carretera.

- Al aeropuerto.- Aura respondió en un susurro.

- Bien. Entonces te dejaré en el aeropuerto.

- No se moleste.

- No me molesta, me queda al paso y así me aseguro que lleguen con bien.- El hombre le dedicó una sonrisa cálida, sabiendo que la joven había pasado por cosas muy difíciles para actuar de esa forma. Le tendió una enorme manta, mientras trataba de ver a través de la densa cortina de agua.- Toma, envuelvanse con esto para que tomen un poco de calor. Pueden dormir un rato, aún nos quedan cuatro horas de camino y se nota que no te encuentras muy bien. No te preocupes, te despertare por cualquier cosa.

Aura asintió no muy convencida, aún sintiéndose recelosa, pero Berenice no dudó en acomodarse en su regazo y quedarse profundamente dormida, apenas empezó a entrar en calor y dejó de temblar por el frío.

Pero Aura se mantuvo atenta, aún cuándo sus ojos se cerraban por si solos y su cuerpo pedía a gritos un descanso. Habían pasado apenas 20 minutos de camino, cuando un auto los alcanzó. Aura lo reconoció de inmediato, era el de la familia Ferrer, más los dos de sus guardaespaldas que venian atrás.

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