Avanzó con decisión, pero de improviso, una fuerza externa detuvo sus pasos.
- Algún día el se cansara de ti, te desechara como lo que eres: un cacharro viejo e inútil recogido de la calle y te lanzará al mugrero del que nunca debiste salir.- Mariana enterró las uñas en el brazo de la joven, cuando la halo con fuerza antes de que traspasara el umbral. No podía soportar que aquella mujer la ignorara de forma tan humillante. - Y tú no tienes la más mínima idea de cuán feliz sería de volver a mi mugrero.- Aura la miró de soslayo, mientras de un tirón se zafaba de su agarre y alisaba las arrugas en la manga de su vestido.- No sabes cuánto agradezco que mujeres como tú se crucen en su camino, es una bendición que todas las noches pido sea eterna. Aura se giró para seguir con su camino, batiendo su hermosa y bien cuidada cabellera en las narices de la pelinegra, provocando que esta la mirara cómo si quisiera despedazarla con sus propias manos. Lástima que eso era suicida, ya que Fernando podía ser un monstruo, pero jamás permitiría que alguien más se atreviera a dañar a su juguete preferido. Aunque él le diera un pase directo con el médico cada vez que se le daba la gana, nadie más podía hacerlo sin enfrentar severas consecuencias, por mucho que la odiaran, sólo podían soñar con ponerle un dedo encima. Conforme avanzaba por el pasillo y se acercaba a las enormes escaleras, el sonido nítido de carcajadas llegó a sus oídos. Suspiró nuevamente, tratando de tranquilizarse y no echarlo todo a perder, mientras una radiante sonrisa se deslizaba en sus labios. En otros días, esa sonrisa habría sido más falsa que el amor que Fernando decía sentir por ella, pero ese día, por primera vez en mucho tiempo, su sonrisa era genuina. Bajó despacio cada uno de los escalones, llamando la atención de todos los presentes. Su hermoso y largo cabello castaño, caía en ondas suaves que brillaban con el toque de la luz, acariciando sus anchas caderas, escondidas bajo la amplia falda azul turquesa del vestido de encaje manga larga que a petición, o mejor dicho orden de su "esposo" lucía aquella noche. Un hermoso collar de zafiro con un diamante en medio, adornaba su cuello, a juego con sus aretes y el brazalete que destacaba junto a otras pulseras. Su hermoso rostro de facciones suaves y delicadas, no portaba maquillaje, dándole aquella belleza tan natural, pura y exquisita que había marcado su condena. Pero lo que más llamaba la atención eran sus enormes ojos pardos que cambiaban de color según la intensidad de los colores que le rodeaban, absorbiendo los más comunes y convirtiéndolos en suyos por un momento, custodiados de sus largas y rizadas pestañas, que aunque eran toda una obra de arte exquisita, un toque de melancolía y tristeza, opacaba tan hermoso espectáculo. Fernando extendió la mano, y Aura no tuvo más opción que extender la suya y soportar las náuseas que lo provocaba cada toque. Le repugnaba sentir como sus labios le acariciaban la piel, sentía cómo si una serpiente venenosa besara su mano. Sonrió con fingida dulzura mientras tomaba el brazo de aquel hombre, la sonrisa que antes había iluminado su rostro ya había desaparecido por completo, siendo sustituida por una forzada, al ver como aquella escoria sonreía satisfecho, viendo como sus invitados, veían asombrados a la mujer a su lado. Tan hermosa y era suya. Su mujer, su trofeo, su delirio. Muchos la habían deseado, varios le habían declarado su amor, pero sólo él era su dueño y eso no cambiaría nunca. - Les presento a mi amada esposa: Aura De Luca.- Fernando la presentó con orgullo, mientras a Aura se le revolvia el estómago de nuevo al sentir una mano posesiva tomando su cintura. Miró al hombre que se mantenía rigido y apretaba la mandíbula y luego desvió su mirada en la dirección que él veía y de inmediato supo por que se alteró: no le sentó bien ver la mirada de un joven que ella supuso era el hijo de los Ferrer sobre ella.- Aura, ellos son Patricio, Su esposa Esmeralda y su hijo Luciano, nuestros distinguidos invitados. - Mucho gusto.- Aura extendió su mano para saludarlos en el orden que les fueron presentados. Sintiendo un intenso escalofrío cuando Luciano besó su mano. - Gusto en conocerla. Había escuchado hablar de su belleza, pero esos comentarios no le hacen justicia. - Luciano la miró con un ardiente fuego iluminando sus ojos. Aura se estremeció. Aquella mirada lasciva no le agradaba. Aquel hombre le daba miedo. Y cómo respuesta, sólo le sonrió incomodamente. Afortunadamente Fernando intervino a tiempo, no soportando ver que otro hombre tocara sus pertenencias y conteniendose para no romperle la cara por su atrevimiento. Con una sonrisa fingida los invitó a pasar al comedor, al recibir la señal de que todo estaba listo por parte de una de las sirvientas. Aura por primera vez, estaba agradecida con aquel hombre. Escuchó los pasos de Mariana detrás, y ni siquiera le sorprendió que ella se quedara a cenar. Ella los había escuchado por las noches cuando se comportaban como conejos en celo, y varias veces se la había topado por las mañanas semi desnuda, despues de servirle a su captor de diversión y desahogo pasajero, exhibiendo con orgullo lo estúpidamente ingenua que era. Aquella casa era más de ella que suya. Mientras se sentaban a la mesa y esperaban que las empleadas sirvieran la comida, sentía la mirada de aquel tipo desnudarle el alma y eso le empezaba a fastidiar. Grandes gotas de lluvia empezaron a empañar los cristales de los enormes ventanales que daban al jardin, captando inmediatamente su atención. Su suave murmullo sólo aumentaba su ansiedad, pero al mismo tiempo le daba esperanza. Todo tenía que salir bien, no podía fallar. No tenía permitido fallar. Su hija confiaba en ella y aunque quería mandar todo al demonio, se contuvo, pensando en que la suerte, por primera vez en mucho tiempo le sonreiria. Confiando en que así como la lluvia borraba de la tierra la inmundicia y la dejaba limpia, también la libertad y el tiempo borrarian de su corazón todo el dolor. Sus ojos se perdieron en la oscuridad iluminada por los relámpagos, siguiendo el trayecto de las gotas de lluvia que se deslizaban por los cristales, admirando embelesada tan envidiable libertad, pensando en que si todo salía bien, mañana sería un día mejor. Confiando en que en su mundo, por fin vería el sol brillar radiante con una luz que nada ni nadie podría apagar jamás.La cena transcurrió tranquilamente, entre pláticas de negocios y otras tantas cosas más. Al menos para los demás. Aura trataba de sonreír lo más naturalmente posible, aún cuando su corazón se sentía inquieto ante las expectativas de aquella noche, y la mirada de Luciano que parecía desnudarla y quemarla con el fuego que danzaba en sus ojos y odiaba esa maldita sensación con toda su alma.Se sentía como un jugoso trozo de carne fresca frente a un tigre hambriento, que no dudaría en desgarrarla sin ningún pudor. Empezó a sentirse angustiada, temiendo con toda su alma que aquel hombre echara a perder sus planes, pues podía percibir que Fernando estaba enfadado y se portaba de manera más posesiva de la normal, por aquella atención que ella no había pedido. Y eso podía causarle problemas. Empezó a sentirse realmente mal, sus manos sudaban y el aire faltaba en sus pulmones. Estaba sufriendo un ataque de pánico y no era bueno, no si quería ser libre. No si quería alejarse de aquella vida q
Aura intentó defenderse, pero su cabeza punzaba y sentía el estómago revuelto debido al golpe en su cabeza, de cuya herida, la sangre escapaba sin detención. - Abre la boca.- Con un fuerte tirón de su cabello la hizo levantar la cabeza. Aura jadeo de dolor, pero de inmediato cerró la boca.- ¡Que la abras estúpida!.- El golpe del cinturón sonó al chocar contra la piel de su brazo y espalda, causandole un insoportable dolor, aún así mantuvo los labios sellados, negándose a obedecer. Un nuevo latigazo abrió su piel, y así siguió, hasta que harto de su terquedad la lanzó al suelo de nuevo y se le subió encima.- No, por favor.- Aura sollozó al sentir la falda de su vestido ser despedazada y su ropa interior retirada con fiereza. Sus piernas fueron separadas por la fuerza y la impotencia se apoderó de su corazón.- Esto es para que aprendas a obedecer.- Un agudo dolor atacó su interior cuando sintió aquella intromisión de un sólo golpe, provocando que las lágrimas que había estado conteni
Aura sentía el frío aire de la noche golpear sus mejillas aún húmedas por las lágrimas. Y mientras la lluvia la empapaba sin piedad, afianzaba la cuerda en las barandas de la terraza. Nadie sabía de aquella cuerda que en su momento quiso usar para arrancarse la vida y acabar con aquel infierno. Pero no pudo.No pudo dejar a su hija a merced de aquel hombre, no podía abandonarla a su suerte. Berenice era lo único que la empujaba a luchar contra el mundo, ella era lo único que le daba fuerzas para seguir adelante aún cuándo quería darse por vencida. Ahora era esa cuerda la que le serviría para escapar.Resopló nerviosa al ver de nuevo aquella altura. Si se caía no se mataría ya que apenas eran unos ocho metros del suelo a la terreza, más sin embargo, agravaria el dolor que ya sentía, pero definitivamente no podía ser peor.Miró hacia el frente de la mansión. Los hombres seguían hablando con enormes paraguas cubriendolos de la fuerte lluvia y nadie notaría su escape, más aún Fernando, q
Aura suspiró y miró agradecida hacia el cielo. Si aquel señor no la hubiera encontrado, ellos lo habrían hecho y eso hubiese sido una completa desgracia. La habrían entregado a Fernando o aquel hombre de mirada perversa hubiera intentado agredirla. El sólo pensamiento la hizo estremecer con miedo.- Sé que no debo meterme en lo que no me importa. - El mayor rompió el denso silencio que los rodeaba.- Pero, ¿Quién te golpeó?. Y no me digas que nadie o que te caiste porque soy viejo, pero no tonto.- Dijo mirando el pómulo hinchado de la joven, que a cada minuto se tornaba de un color violeta más intenso.Aura guardó silencio y desvío su mirada al exterior. El hombre no insistió y creyó que no respondería hasta que ella lo miró de nuevo. - Fue mi captor, ya que ni siquiera puedo decir que es mi marido, porque sólo es el miserable que me arruinó la vida. Fue una de sus tantas rabietas y eso me empujó a huir. No quiero que mi hija crezca en ese entorno de violencia y yo tampoco quiero segui
El tráiler se detuvo frente al aeropuerto de Madrid. Aura observó con asombro la enorme y moderna construcción que se alzaba frente a sus ojos. Su pase libre hacia la libertad. - Debemos darnos prisa muchacha. Tu vuelo sale dentro de 50 minutos. - ¿Qué vuelo?.- Aura miró a Roberto confundida.- Anoche mientras dormían, hice los trámites y les compré dos boletos de avión hacia Grecia. Les dije que los quería para el primer vuelo disponible y afortunadamente, dos de los pasajeros de este vuelo los cancelaron. Una verdadera bendición, ya que mientras más rápido te vayas, mejor para ustedes. No corren peligro de que ese loco las encuentre.- El hombre miró a Aura a los ojos antes de abrir la puerta y bajar del vehículo. Aura lo miró con el ceño fruncido, mientras pasaba frente a la cabina para llegar a su puerta y abrirla.-¿Cómo sabe que me dirijo a Grecia?.- Aura preguntó cautelosa, sintiendo como la desconfianza tomaba terreno. -Lo dijiste mientras dormías... Emmm Eh, sí, eso fue.-
Roberto tomó las dos manos de la joven y le ayudó a saltar de la cabina, Aura se giró para tomar a su hija en brazos, que se encontraba aún medio dormida, mientras el amable hombre tomaba la pequeña maleta que durante la noche había organizado para la joven.- ¿De dónde salió esa maleta?.- Aura preguntó curiosa al ver al hombre arrastrandola tras él. - La compré anoche. Es de segunda mano pero es mejor que el bolso que traias.- Roberto respondió. - Ahí guardé el dinero que portabas y las joyas con su respectiva documentación para que no te surjan problemas. También te compré algunas cosas que vas a necesitar y un bolso de mano que contiene todo lo de uso personal.Aura negó con su cabeza, mientras un guardia les abría las puertas de cristal del enorme aeropuerto. La mujer miró todo con asombro, era la primera vez que veía algo así. Sí de afuera se veía precioso, por dentro era espectacular. Roberto la tomó del brazo y la guió hasta una de las recepcionistas.- Buenas tardes señorita
- Nos veremos mañana en la oficina para llevar a cabo los trámites necesarios para consolidar legalmente nuestra sociedad.- El Señor Ferrer estrechó la mano de Fernando, su nuevo socio, mientras la fuerte lluvia no dejaba de caer.- Estaré ahí a primera hora junto a mi abogado.- Fernando sonrió satisfecho, mientras su secretaria sostenía un enorme paraguas sobre su cabeza.- Lamento mucho que su esposa se halla enfermado. Espero se recupere pronto y despidanos de ella por favor.- Esmeralda extendió su mano, despidiéndose de Fernando, con una mirada cargada de coquetería. - Le daré su recado señora, y muchas gracias por preocuparse por mi esposa.- Fernando besó la mano de la mujer como despedida, sonriendo ladino por la indirecta, para luego escoltarlos hacía el auto.Apenas los Ferrer cruzaron el portón, Fernando regresó al interior de la mansión con rapidez, yendo directamente a su habitación para ver como se encontraba Aura. Estaba molesto con ella y quería dejar las cosas claras d
Fernando abrió las cortinas y miró por la ventana el vendaval que se había desatado. Nadie en su sano juicio intentaría huir, mucho menos Aura que le temía a los truenos. Además, la había dejado lo suficientemente incapacitada para siquiera tener la más mínima voluntad de fugarse, por lo que eso no le preocupaba en absoluto.Se empinó la botella. ¿Por qué Aura se comportaba de aquella manera?, ¿Por qué no simplemente aceptaba el amor que sentía por ella?, ¿Por qué lo rechazaba?, ¿Por qué tanto odio?. Ante cada nueva interrogante, más grande era su rabia. La había comprado, era cierto. Pero en lugar de provocarlo y llevarle la contraria debería haber estado agradecida con él, por evitar que otro desquiciado la comprara y le diera una vida de perros. Con él lo tenía todo: joyas, dinero, lujos, incluso su amor, aún así, ella a cambió le correspondió con desprecio. Si ella hubiese sido obediente, si tan sólo lo hubiera amado, no habría tenido que tomarla a la fuerza. Si ella hubiera sido