Por la mañana el sonido de mi alarma suena tan lejano que, si hundiera un poco más la cabeza en el pecho de Diego, ni la oiría. Pero la oigo, lejos... En mi habitación. Salgo de la cama como un rayo y me pongo su camiseta tirada por el suelo, y deslizándome por la tarima corro a apagarla antes de que mis padres suban a quejarse. Apesto a sexo y tengo la cara interna de los muslos pegajosa. Necesito ducharme aunque llegue un poco tarde al instituto.Silenciosa para no despertarlo busco el resto de mi pijama por el desastre que hicimos anoche.—¿Qué haces? —ruge con la voz extremadamente ronca y sexi—. Vuelve aquí... yo te llevo a clase.—Tengo que ducharme. ¿Es que tú no tienes nada que hacer hoy?Gruñe algo y se frota la cara. Tiene el pelo atractivamente revuelto y el pecho aún le sube y baja tranquilo.—No mucho... Esa es mi otra camiseta, ¿te la vas a apropiar también?¡Bingo! Encuentro mis pantalones, con las bragas de anoche pegadas.—Puede —digo y ladeo la cabeza. Dios, ¿qué me
DIEGO—Tienes a Brianna contenta, cuando te fuiste de la fiesta estaba echa una furia —me cuenta Travis, y no podría importarme menos—. Te dijimos que esa tía se iba a hacer ilusiones.—No es mi problema —replico. Toda esta panda de gente sabe para lo que usaba a Brianna, y ella misma debía saberlo.Pone los ojos en blanco y le pega una calada a su canuto. Apesta a hierba, no sería la primera vez que nos echan la charla los de seguridad del campus.—Lo será —dice sin más, y prefiero pasarlo por alto—. ¿Te quedas después de clase a tomar unas cervezas?—No lo sé.Quiero recoger a Maggie del instituto y hacer algo juntos, lo que sea. Podría traerla y darle una vuelta por el campus, o aprovechar que Nate trabaja para llevarla a su apartamento y follarla por todas partes.—¿Por esa tía? No empieces a mariconear. Aunque con lo buena que está no es para menos —dice, y cuando se me cruza por la cabeza empujarle el cigarro por la garganta, se echa a reír—. Sólo te estoy tomando el pelo, tío.
DIEGO—Espero que sepas que esta es tu casa, siempre lo ha sido —me dice Shanon, la madre de Maggie, y no sé la infinidad de veces que ha podido repetirme eso. Sólo he salido aquí a fumar, no me apetece tener una charla sentimental, pero con ella a veces es jodido. No es como con Maggie, que puedo llamarla pesada y discutir hasta que me insulte y se largue. Shanon es la mujer más comprensiva, amable y cariñosa que conozco. Mi abuela era igual que ella. También como mi madre... aunque apenas tengo recuerdos de ella. Es curioso, porque Shanon, con sus detalles, me ha ayudado a llenar esos huecos vacíos que quedaron cuando ella se fue. A través de Shanon he podido imaginar cómo habría sido mi vida si mi madre, si mis padres, siguieran aquí. Le debo mucho a esta mujer. Más de lo que soy capaz de expresar.—Lo sé... —murmuro, dejando que el humo escape entre mis labios—. Gracias.Ella sonríe, una sonrisa sencilla y llena de significado, mientras se refugia en la rebeca gris para protege
MAGGIENo estoy convencida del todo cuando hago la matrícula con mis padres y ¡por fin! tengo el futuro más decidido. Mi madre me pregunta si estoy segura, yo me encojo de hombros y envío la matrícula. Los dos me animan, pero algo en el ambiente me tiene rara. Trabajo social. Sé que me gusta, sé que tiene sentido, pero no puedo dejar de preguntarme si esto es lo que realmente quiero. O si solo estoy intentando convencerme de que tiene sentido porque es lo que parece que debería hacer.Cuando me desplomo en mi cama mirando el techo, en lugar de quedarme a darle vueltas al tema, acepto el plan que Patty había propuesto: una cena de chicas. Ella ya nos está esperando cuando Vera y yo bajamos del bus. Está de pie junto a la entrada del restaurante, con un vestido ajustado que claramente grita "esto no es solo una cena". Nos recibe con los brazos abiertos y una sonrisa que podría iluminar toda la ciudad.—¡Por fin! Creía que me iba a convertir en estatua esperando aquí —dice, echándonos lo
MAGGIELa idea de ducharnos juntos parecía simple y rápida, y no ha sido ni simple ni mucho menos rápida. He echado a Diego del baño hace un rato, para no levantar sospechas, y ahora, mientras me seco el pelo con una toalla, vuelve a llamar a la puerta con los nudillos.—¿Qué pasa? —dudo.Se ha vestido, con unos pantalones de chándal grises y una sudadera negra. El pelo todavía le gotea un poco y está guapísimo. Yo sigo enrollada en una toalla blanca que a penas me cubre. Me doy cuenta de que ya no parece tan alegre a como lo estaba en el jardín o en la ducha mientras me susurraba guarradas. Los ojos le oscilan por mi cuerpo, abriendo la boca un par de veces sin decir nada.—¿Diego? —insisto, acercando mi mano a su barbilla le obligo a mirarme— ¿Estás bien?Relamiéndose los labios, asiente. Sacude un poco la cabeza y se revuelve.—¿Me acompañas a mi casa? Quiero ver... ir, no sé, a ver cómo están las cosas.Vaya. Estas cosas las ha hecho con mi madre, a mi ni siquiera me ha contado n
DIEGOHe estado a punto de dar la vuelta a medio camino, arrepentido de querer venir. Es raro de cojones estar aquí, el silencio es demasiado estridente. ¿Por qué cojones Maggie no habla? Si normalmente no puede cerrar la boca.—Si vamos a pasar aquí todo el día deberíamos hacer algo —dice, apoyada contra el marco de la puerta.Si cierro los ojos puedo recordar cómo la vi en esta casa por última vez. Se sentó conmigo en las escaleras del porche intentando no llorar, vestida completamente de negro y tan triste que casi me tocó consolarla a mí. Casi.La vez que estuve aquí con su madre todo estaba mucho peor, desorganizado y con los muebles aún desperdigados por el funeral. Shanon ha hecho mucho. Ésta habitación apestaba a cerrado, y a los últimos días de mi abuela; y yo tenía la casa llena de ceniceros hasta los topes de todas esas veces que la ansiedad me podía.—Deberíamos —concuerdo.—Pues venga —me anima, y la veo extenderme la mano con una ligera sonrisa, que aunque le tira de los
DIEGOEl olor a café me despierta, estoy a punto de tener un infarto cuando bajo corriendo las escaleras, pero sólo es Maggie. ¿Por qué coño esto me decepciona? No esperaba que de verdad... Joder. Soy un puto desastre. —He encontrado café —dice, y me desliza una taza que debía ser para ella—. Es algo tarde, ¿quieres que nos quedemos aquí hoy también?Miro el reloj colgado de la pared, le cuesta mover las agujas y se lo arreglé mil veces a mi abuela. A duras penas marca las doce de la mañana. Me siento aliviado, pero el nudo en mi pecho no se disuelve del todo.—¿Llevas mucho despierta?—Despierta sí, fuera de la cama va a ser que no. ¿Has dormido bien? —Se estira para coger otra taza, consigo verla los cachetes del culo, y cuando se apoya con inocencia contra la encimera, tiene que repetirme la pregunta. La realidad es que desde el funeral de mi abuela no he tenido una noche decente. Las pocas veces que descanso algo es porque estoy con ella. Maggie me recuerda tanto a las cosas cua
MAGGIEEl martes, tal y como planeamos, me escaqueo de las clases para que Diego me dé una vuelta por el campus. En realidad estoy emocionada. La vida universitaria es mucho más madura.Vera hoy tampoco ha ido a clase, textualmente ha dicho: > Tiene razón, ya no hacemos nada en clase. Me envía una foto del vestido que su madre ya ha terminado y, al lado, los zapatos que ha encontrado.—¿Y esa cara? —me pregunta Diego. Me está mirando de reojo, con una media sonrisa que no puedo evitar encontrar encantadora—. ¿Tan pocas ganas tienes de ver tu futura facultad?—Mira el vestido de Vera, es precioso. Se lo ha hecho tu madre. ¿Te gusta?Aprovecha que estamos parados en un semáforo para ver la foto, a penas le presta atención. Se encoge de hombros y sigue conduciendo.—Me gustas más tú —suelta, y me deja pasmada. Le ha salido tan natural decirlo que me cuesta hasta tomarlo enserio.—Digo el vestido, idiota —replico, intentando contrastar el calo