27

DIEGO

He estado a punto de dar la vuelta a medio camino, arrepentido de querer venir. Es raro de cojones estar aquí, el silencio es demasiado estridente. ¿Por qué cojones Maggie no habla? Si normalmente no puede cerrar la boca.

—Si vamos a pasar aquí todo el día deberíamos hacer algo —dice, apoyada contra el marco de la puerta.

Si cierro los ojos puedo recordar cómo la vi en esta casa por última vez. Se sentó conmigo en las escaleras del porche intentando no llorar, vestida completamente de negro y tan triste que casi me tocó consolarla a mí. Casi.

La vez que estuve aquí con su madre todo estaba mucho peor, desorganizado y con los muebles aún desperdigados por el funeral. Shanon ha hecho mucho. Ésta habitación apestaba a cerrado, y a los últimos días de mi abuela; y yo tenía la casa llena de ceniceros hasta los topes de todas esas veces que la ansiedad me podía.

—Deberíamos —concuerdo.

—Pues venga —me anima, y la veo extenderme la mano con una ligera sonrisa, que aunque le tira de los
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