MAGGIEEl martes, tal y como planeamos, me escaqueo de las clases para que Diego me dé una vuelta por el campus. En realidad estoy emocionada. La vida universitaria es mucho más madura.Vera hoy tampoco ha ido a clase, textualmente ha dicho: > Tiene razón, ya no hacemos nada en clase. Me envía una foto del vestido que su madre ya ha terminado y, al lado, los zapatos que ha encontrado.—¿Y esa cara? —me pregunta Diego. Me está mirando de reojo, con una media sonrisa que no puedo evitar encontrar encantadora—. ¿Tan pocas ganas tienes de ver tu futura facultad?—Mira el vestido de Vera, es precioso. Se lo ha hecho tu madre. ¿Te gusta?Aprovecha que estamos parados en un semáforo para ver la foto, a penas le presta atención. Se encoge de hombros y sigue conduciendo.—Me gustas más tú —suelta, y me deja pasmada. Le ha salido tan natural decirlo que me cuesta hasta tomarlo enserio.—Digo el vestido, idiota —replico, intentando contrastar el calo
MAGGIEA pesar de su rabieta estúpida, aquí estamos. Ha plantado el culo en el hueco a mi lado y finge que no pasa nada cuando en realidad está tenso como una cuerda.El bar es pequeño, con mesas de madera desgastada y una iluminación cálida que intenta —sin mucho éxito— darle un aire acogedor. La música suena a un volumen lo suficientemente bajo como para mantener una conversación, pero lo suficientemente alto como para cubrir los silencios incómodos. Entre eso y los olores... No me sorprendería que este lugar fuera su refugio habitual; tiene ese aire de sitio donde puedes perderte sin que nadie haga preguntas.Sus amigos resultan... extravagantes, extrovertidos. No son precisamente mi tipo de gente. Me siento como un pez fuera del agua, pero me niego a admitirlo. En cambio, pongo mi mejor sonrisa falsa.—¿Y tú no eres un poco pequeña para Diego? La pregunta viene de una de las gemelas, Gina o Tina, no soy capaz de diferenciarlas. Tiene el pelo castaño alborotado en perfectas ondas
MAGGIETampoco le cuento nada a Vera o a Patty cuando hablamos. Caminando con Vera por los pasillos del institutto sin mucho que hacer me limito a decir que: "son una panda de gilipollas con los que no congenié". —Yo quedé anoche con Nate —me cuenta, y me parece mejor hablar de sus escarceos que de los míos—. Un rato en su coche, mi madre casi nos pilla. ¿A qué no sabes? Ya he mirado la residencia de estudiantes de la universidad. Es algo cara, así que seguramente tenga que ponerme a trabajar. —¿Vas a trabajar tú? Se te van a romper las uñas —bromeo chinchándola.---Diego me ha traído a clase esta mañana contra todo pronóstico. No nos hemos dicho mucho y el viaje ha sido de lo más incómodo, así que no sé si espero encontrárlo cuando salgo de clase. No está. y por eso vuelvo en autobús.En casa no hay nadie, así que puedo tirarme horas para decidirme por qué película quiero ver, aunque sigo haciendo zapping entre las cientas de películas que ya he visto alguna vez, cuando la puerta s
DIEGO—¿Me queda como te lo imaginabas? No, le queda mejor. Pero soy incapaz de decirlo porque estoy clavado al suelo como un gilipollas, admirándola. Me relamo los labios y no hago ni un sólo esfuerzo por dejar de imaginarme las mil cosas que quiero hacerle. Ella se balancea, despacio, alisándose la falda con las manos como si quisiera asegurarse de que la miro. Por supuesto que la miro. No podría mirar a otra cosa aunque quisiera.—¿Entonces...?Toda la sangre me baja a la polla. Coloco las manos alrededor de su cintura, que me resbalan por la tela suave de color verde. Sabía que este color le quedaría justo así, como a una princesa, una de lo más follable.—Estás preciosa —admito.Ayer me tocó tanto las pelotas con su insistencia que en el fondo me terminó agradando lo incómoda que estaba en el bar. ¿Por qué cojones no me escucha cuando le hablo? Se moría por que nos fuéramos, pero es tan cabezota y orgullosa que hasta su sonrisa falsa parecía sincera.Pero es Maggie, yo ya sé qu
MAGGIE> Me lo he repetido mil veces pero la forma en la que me tiemblan las rodillas dice lo contrario.Me he tirado horas peinándome con ayuda de mi madre, maquillándome minuciosa con la puerta bloqueada para que nadie me molestara. Y hasta que no me he puesto el vestido, no me lo he creído. Este día es irreal. Todo es demasiado perfecto, hasta el matrimonio de mis padres, que parecen tan concentrados en mi que ni discuten. Bueno, no se hablan, pero eso es casi lo mismo. Nos hacemos las típicas fotos familiares frente a la casa, todos perfectamente alineados. La luz del sol me da en los ojos, y me siento un poco ridícula. No porque no esté feliz, claro que lo estoy, pero esas cosas de las fotos siempre me han hecho sentir como si fuera un espectáculo. Y en este momento, con las sonrisas rígidas de mis padres, me siento como el tío regordete disfrazado de Santa Claus que se espera ver en los centros comerciales, el que sonríe sin realmente tener ganas, esperando qu
MAGGIELa cena es una mezcla extraña de emociones. Con anécdotas de todo tipo y la expectación de futuras historietas. Mientras todos hablan de sus planes calculados al milímetro, yo me siento en el mismo stand-by de siempre. Misma ciudad, mismas calles, un campus que ya conozco y la compañía de alguien que me hace sentir como en casa. Tampoco me quejo, yo he elegido quedarme aquí y no creo que sea capaz de arrepentirme.—¡Oye! ¿Y de dónde has sacado el vestido? —me pregunta una chica durante la cena. A duras penas recuerdo su nombre, pero sé que su novio está dándo la nota en el otro extremo de la mesa y lo ha regañado como tres veces ya.—Es de marca cara —añade otra.—No lo sé, me lo ha regalado mi novio —respondo, y la palabra "novio" me deja un raro sabor de boca.Vera me mira con las cejas levantadas y se arrima.—¿Novio? Yo asiento, aunque me siento algo ridícula, como una adolescente que lo dice por primera vez.—Es la primera vez que lo digo. ¿Ha sonado muy raro?—Ha sonado m
MAGGIEPor la mañana me despierto y de inmediato empieza a dolerme la cabeza. Tengo resaca emocional, y de la normal. Cuando intento sentarme, algo me lo impide… O alguien.Anoche subimos aquí entre risas y besos, un torbellino de emociones que se desvaneció tan pronto como mi cabeza tocó la almohada. Diego me dejó ponerme una de sus camisetas —huele a él, como a hogar—, y el cansancio me ganó antes de que pudiera pensar en otra cosa. Estaba agotada, sin embargo ahora tengo toda la energía del mundo. >. Empezaría a chillar con entusiasmo si no se viera tan pacífico estando dormido. La piel semidesnuda de Diego encima de mí me abriga. Tiene la cabeza sobre mi estómago y me rodea con un brazo.Me estiro con cuidado para no despertarlo, intentando librarme del peso de su cuerpo, pero lo hace más difícil de lo que imaginaba. Sus dedos se aferran más a mí, y el calor de su respiración me envuelve, tranquilizándome de una forma que nunca había experimentado antes. Cuando muevo
DIEGOPara ser completamente sincero, no confiaba en que Maggie se lo contara a sus padres. Sé que esta chica puede guardarse secretos hasta la tumba. Y yo no quiero ser su secreto, ni que ella sea el mío.—Siento que mi madre te haya avasallado a preguntas —me dice, apoyada en el marco de puerta.Está guapa con ese pijama rosa de niña buena, pero me gusta más cuando sólo lleva mi camiseta y las piernas se le pierden por debajo de la tela.—No ha sido para tanto.—Ya... —la escucho sisear—. Bueno, te dejo que sigas estudiando. Voy a ver qué encuentro para entretenerme ahora que tengo tanto tiempo libre. Qué aburrida voy a estar.—Eres una dramática. ¿Tú no querías ir de vacaciones? Pues ponte a buscar.—¿Pero vamos a irnos?Ya le he dicho que sí, ¿cuál es el problema?—Que sí. ¿Me vas a dejar estudiar? O siéntate en la cama con el portátil, pero sin dramas.Durante el resto de la noche la escucho teclear con impaciencia y el suave crujido de la cama cada vez que se mueve. La he mirado