MAGGIELa cena es una mezcla extraña de emociones. Con anécdotas de todo tipo y la expectación de futuras historietas. Mientras todos hablan de sus planes calculados al milímetro, yo me siento en el mismo stand-by de siempre. Misma ciudad, mismas calles, un campus que ya conozco y la compañía de alguien que me hace sentir como en casa. Tampoco me quejo, yo he elegido quedarme aquí y no creo que sea capaz de arrepentirme.—¡Oye! ¿Y de dónde has sacado el vestido? —me pregunta una chica durante la cena. A duras penas recuerdo su nombre, pero sé que su novio está dándo la nota en el otro extremo de la mesa y lo ha regañado como tres veces ya.—Es de marca cara —añade otra.—No lo sé, me lo ha regalado mi novio —respondo, y la palabra "novio" me deja un raro sabor de boca.Vera me mira con las cejas levantadas y se arrima.—¿Novio? Yo asiento, aunque me siento algo ridícula, como una adolescente que lo dice por primera vez.—Es la primera vez que lo digo. ¿Ha sonado muy raro?—Ha sonado m
MAGGIEPor la mañana me despierto y de inmediato empieza a dolerme la cabeza. Tengo resaca emocional, y de la normal. Cuando intento sentarme, algo me lo impide… O alguien.Anoche subimos aquí entre risas y besos, un torbellino de emociones que se desvaneció tan pronto como mi cabeza tocó la almohada. Diego me dejó ponerme una de sus camisetas —huele a él, como a hogar—, y el cansancio me ganó antes de que pudiera pensar en otra cosa. Estaba agotada, sin embargo ahora tengo toda la energía del mundo. >. Empezaría a chillar con entusiasmo si no se viera tan pacífico estando dormido. La piel semidesnuda de Diego encima de mí me abriga. Tiene la cabeza sobre mi estómago y me rodea con un brazo.Me estiro con cuidado para no despertarlo, intentando librarme del peso de su cuerpo, pero lo hace más difícil de lo que imaginaba. Sus dedos se aferran más a mí, y el calor de su respiración me envuelve, tranquilizándome de una forma que nunca había experimentado antes. Cuando muevo
DIEGOPara ser completamente sincero, no confiaba en que Maggie se lo contara a sus padres. Sé que esta chica puede guardarse secretos hasta la tumba. Y yo no quiero ser su secreto, ni que ella sea el mío.—Siento que mi madre te haya avasallado a preguntas —me dice, apoyada en el marco de puerta.Está guapa con ese pijama rosa de niña buena, pero me gusta más cuando sólo lleva mi camiseta y las piernas se le pierden por debajo de la tela.—No ha sido para tanto.—Ya... —la escucho sisear—. Bueno, te dejo que sigas estudiando. Voy a ver qué encuentro para entretenerme ahora que tengo tanto tiempo libre. Qué aburrida voy a estar.—Eres una dramática. ¿Tú no querías ir de vacaciones? Pues ponte a buscar.—¿Pero vamos a irnos?Ya le he dicho que sí, ¿cuál es el problema?—Que sí. ¿Me vas a dejar estudiar? O siéntate en la cama con el portátil, pero sin dramas.Durante el resto de la noche la escucho teclear con impaciencia y el suave crujido de la cama cada vez que se mueve. La he mirado
MAGGIELa fraternidad está a rebosar. Hemos subido la calle siguiendo a una horda de chicas borrachas que iban cantando a todo pulmón. La música retumba tanto que puedo sentir el bajo en los pies antes de cruzar la puerta. De inmediato nos colocan unos vasos rojos en la mano, pero huele tan fuerte que me entran arcadas cuando quiero probarlo.Es el tipo de fiesta que, incluso antes de entrar, te golpea con una mezcla de emociones: curiosidad, nervios y mucha adrenalina. A empujones logramos servirnos algo en la cocina. Un vaso detrás de otro. He perdido la noción del tiempo cuando dejo de moverme y enfoco la visión . Patty me da un caderazo, riéndose.—¿Te está dándo el bajón ya? —me dice sobre el ruido.—¡No! Deja que respire un momento. —¡Maggie! —exclama una voz familiar.Nate aparece proveniente de la cocina, le lanza una mirada a sesina a un chico que se choca con él. Yo me fijo en Vera, absorta en su baile restregándose con Patty, demasiado evadida como para enterarse de que N
DIEGOA las gemelas les parece de lo más divertido ir y venir, salpicarme con agua intentando que me una en la piscina. Las miro con fastidio, y me paso una mano por el pelo, intentando quitarme la sensación de humedad. No tengo ganas de estar aquí, pero de alguna manera, no sé cómo, me he acostumbrado tanto a esta mierda que es adictivo sentarme aquí a fumar con la misma panda de siempre.—Y... ¿estás bien con ella?—Brianna, deja de joderme.—Sólo pregunto, es curiosidad. Su curiosidad es irritante, como ella. Ahora no puedo ni pensar qué se me cruzó por la cabeza para querer intentar algo con ella. Ni siquiera se parece tanto a Margaret.—Pues no curiosees en mi vida que no te importa.Veo a Nate, enganchado con la amiga de Maggie metiéndole la lengua hasta la campanilla, ¿y ella? Me empujo de la tumbona para levantarme y Brianna me sujeta de la muñeca, creo que me pregunta algo que apenas escucho antes de irme.Cuando por fin la encuentro, el aire me golpea como un puñetazo en el
DIEGOSigo sin saber por qué estamos aquí todavía. Las amigas de Maggie están perdidas a saber dónde, ni me interesa, el porro ha dado ya veinte vueltas a la mesa y no puedo deja de vigilar por encima del hombro como Maggie se ríe con una desconocida.—Me cae bien —me dice Tina, la miro de reojo—. No hablé mucho con ella aquel día en el bar, me encerré con Travis en el baño. —Es buena chica.—Dan dijo que no es muy habladora.—Es que el puto de Dan no tiene nada que hablar con mi chica.Se ríe, durante un segundo me parece insufrible, pero llevo un rato en el que todo me causa jaqueca.—Estás mono en plan celoso. Pero está bien, es Dan, te la tiene jurada así que cuidado con él. Ya sabes cómo se pone cuando algo le entra en la cabeza.Sí, lo sé, y espero que no llegue al límite en el que me haga tener que sacarle literalmente el cerebro por la nariz a base de puñetazos. —Lo sé, lo tengo controlado.Veo cómo me señala, está demasiado sonriente y feliz, por eso sigo teniendo el culo p
MAGGIEPor la mañana me despierto con mil mensajes. Vera se perdió con Nate en algún punto de la noche. Patty lo hizo con otro chico, y yo conocí a Ava. Me lo pasé bien —dentro de lo que cabe—, sobre todo porque el alcohol me hizo olvidarme un poco de la capullada de Dan. ¿Por qué iba a dejar que me afectara algo que él pudiera decir? Está claro que no es un buen amigo, que Diego le importa una mierda y nuestra relación también. Sin embargo, lo hizo, me afectó más de lo que quiero admitir.Giro el cuello para ver a Diego dormido, con la cara aplastada contra las almohadas y el pelo revuelto. Está aquí conmigo. Y es Diego, ¡por favor!Anoche vi cómo me miraba... ¿lo ha hecho así todos estos años y no me he dado ni cuenta? De no ser porque estaba rodeado de esos amigos suyos, le habría saltado encima. > Es un pensamiento que no puedo sacarme de encima. No entiendo todavía qué hace con ellos.Sigo con el móvil hasta que las manos de Diego serpentean por mi
DIEGOEl silencio de la casa es raro. Mientra cocino, empiezo a arrepentirme de no haber traído a Maggie conmigo. Joder. He sido un imbécil, para variar. No tengo de lo que quejarme si por sus atques de celos va a tener arrebatos sexuales como anoche.Ya lo tengo todo listo para cuando llegan: la cena recién terminada y la mesa puesta. Parece una noche cualquiera de las de antes, una de esas en las que a mi abuela le costaba horrores que yo pusiera la mesa y al final lo hacía para que ella no se esforzara de más. Después llegaba Maggie con su familia, como lo hacen hoy, sonriéndo y llenando la casa de vida, y parece que nada ha cambiado... Salvo que falta una silla, y que he hecho cena de más, y que de alguna forma u otra soy yo el que necesita volver a sentirse como en casa.—Uno del trabajo me ha conseguido dos entradas para el partido de baloncesto del fin de semana. ¿Quieres venir? —Sé que me habla a mi, pero mi mente no está en la mesa.—Claro —le respondo sin más.El padre de Ma