MAGGIEPara cuando Diego empieza las vacaciones la habitación de invitados ya está practicamente como solía estarlo antes de él. Vacía, sin vida. Casi me echo a llorar cuando me asomo.—¡Margaret! Vamos, no me jodas, ¡no tenemos todo el día!He empezado a sentirme muy sola en casa. Mis padres casi ni se hablan, discuten más ahora que Diego no está cerca; así que yo me veo refugiada bastante amenudo cogiendo el autobús para ir a su casa con él. Dice que no le molesta, que le gusta verme por allí, pero de alguna forma siento que no puedo ocuparle todo el espacio. Cuando Patty se marchó un par de semanas atrás a empezar a vivir por su nueva ciudad, Vera y yo nos tiramos una noche entera hablando y comiendo helado en su casa. Cuando Vera se marche el mes que viene... No quiero ni imaginármelo.—¡Voy! ¡Un segundo! —grito.Aplasto el cargador de mi teléfono en la maleta y me tropiezo por el pasillo, la maleta casi me resbala de las manos al principio de las escaleras, pero llego sana y sal
DIEGONo sé en qué me estoy convirtiendo, o en quién, pero me gusta. No es que haya dejado de ser un impulsivo de mierda, ni que el peso del mundo haya desaparecido de mis hombros. Pero cuando estoy con Maggie, las dudas que suelo arrastrar parecen menos importantes. Más simples de superar.—Se os ve felices —dice Shannon.Hemos llegado de la playa hace un par de horas, a tiempo para cenar aquí en su casa, y de no ser porque Maggie se ha pasado toda la velada hablando, el silencio habría sido incómodo de cojones. Era palpable, se nota que algo ha pasado. No es algo de lo que hable con Shannon; ella no se mete en mi relación y yo no lo hago en la suya. Pero me importa demasiado, toda esta familia me importa lo suficiente.—¿Y qué hay de ti? —Suelto el humo del cigarro.—Nos vamos a divorciar.Lo más sensato. Pensaba que me jodería más escucharlo, a fin de cuentas ellos han sido unos padres para mi.—¿Cuándo se lo váis a contar a Maggie? Le vendrá bien saberlo cuanto antes.Y será un pe
MAGGIECuando Vera se marcha, yo me paso toda la noche llorando. Soy una dramática. He hecho que Diego abandone su noche de tíos para traerme helado y hacerme compañía. Estaba sólo con Nate en su apartamento, así que entre medio de mis dramas he lloriqueado por desperdiciarle su noche con el único amigo bueno que tiene.—De haberlo sabido te habría permitido vivir aquí conmigo cuando se te pasase la llorera —me dice, sin dejar de acurrucarme contra su pecho—. Los amigos de instituto no suelen ser los definitivos, conocerás gente nueva.Lo conozco a él, y a su panda de amigos con la que espero no juntarme en los próximos años. Sé que han empezado a reclamarle a Diego que lleve casi todo el verano sin aparecer por el campus. Hemos estado liados, supongo. Mis cosas llevan un par de semanas en esta casa, tengo muchas más que no quiero traer porque sigo sintiendo en cireta medida que estoy invadiendo su espacio. Se nos da bien, creo, esto de estar juntos. Quiero buscar un trabajo para no t
MAGGIEPara cuando salgo de mi última clase, Diego está apoyado al final de la escalinata de mi facultad, fumando y esperándome tal y como me ha prometido esta mañana. Un par de chicas de mi clase pasan cerca suya, veo como cuchichean y lo miran, y las entiendo.—¿Qué tal el primer día, novata? —Me engancha el brazo a los hombros y me besa—. ¿A que era mejor quedarnos en la cama?Lo empujo un poco, pero sólo sonríe.—Ha estado guay.—No sé si llamaría "guay" a tener que seguir estudiando otros tantos años. —Tira el cigarro al suelo, yo lo pisoteo con mi zapatilla—. Voy a ir al bar un rato con Nate y el resto, ¿te importa coger el autobús para ir a casa de tu padre y te recojo después?Me alegra que no me invite. Lo último que quiero es que sus amigos me acojan en el grupo y tener que aguantarlos más de lo que me gustaría que es entre cero y nada.—Vale... Además, así aprovecho el viaje para llamar a mi madre.Asiente, como si mi respuesta le pareciera más que lógica, y me da un beso r
MAGGIE—No me va a matar por quedarme aquí, ¿verdad? —bromea Troy, mientras echa un vistazo alrededor. Se ríe de su propia broma—. Así que este es el tipo de fiestas que te gustan... No está mal.—Es la primera fiesta del curso, esto está a reventar. La fraternidad está abarrotada, el suelo pegajoso por la mezcla de alzohol derramado y pasos borrachos, y la música lo suficientemente alta para que me vibre el cuerpo. No quiero acaparar a Troy, ha venido con sus amigos y yo debería buscar a Diego, aunque sé dónde voy a encontrarlo y no quiero arruinarme la noche de esa manera.Un par de sus amistades acaparan la cocina y le revuelven el pelo. Me encuentro riéndome por su cara de niño enfurruñado.—¿Es tu noviecita? —le estruja uno de ellos—. Pero si el pequeño Troy se relaciona con mujeres.La broma me arranca una sonrisa, porque Troy parece el tipo de chico que se relacciona con muchas mujeres. Guapo, divertido, sonrisa encantadora, ¿qué más quiere?—Es una amiga, idiota. —Sacándose a
Hoy es uno de esos días en los que los recuerdos parecen aferrarse a cada rincón de la casa, como si quisieran recordarnos que el pasado nunca se va del todo.Los pasillos de nuestra casa han sido testigos de tantos momentos, pero hoy tienen un aire diferente. La llegada de Diego ha cambiado la atmósfera, convirtiendo cada rincón en un escenario de silencio incómodo. No puedo evitar sentir que la casa está conteniendo la respiración, esperando algo que ninguno de nosotros puede definir.Lo veo sentado en el borde de la cama de la habitación de invitados (que supongo que ahora es su habitación desde que mis padres lo dejaron instalarse allí la semana pasada). Lo veo encorvado, clavándose los codos en las rodillas y jugueteando con un anillo de oro pesado entre sus dedos: El anillo de su abuela. Una de esas reliquias destinada a pasar de generación en generación.Levanto la mano y golpeo la puerta con los nudillos. Él levanta la mirada y me sigo sorprendiendo por la frialdad que siempre
—Está diluviando, Maggie, ¿por qué no le dices a Diego que te lleve a clase hoy? Y a ver si así...Sé lo que quiere mi madre porque es lo que todos queremos: que Diego vuelva a ser Diego.—Se lo diré, pero no me cuesta coger el autobús.Ella me lanza una mirada de soslayo, una mezcla entre preocupación y cansancio. Siento la presión, aunque también sé que obligarlo a interactuar conmigo no va a cambiar las cosas de la noche a la mañana. Mi madre me pasa una taza de café para que se la suba y de paso mequita el pelo, rubio como el de ella, de la cara. El gesto es tan automático que no puedo evitar sonreír.—Deberías hablarle más. No es bueno que esté tanto tiempo solo —dice mi madre.Subo las escaleras con pasos pesados, como si estuviera arrastrando una tonelada de incomodidad conmigo. Cuando llego a la puerta de su habitación, dudo un segundo antes de llamar. Esto es muy raro. Las cosas antes no eran así.—¿Diego? —llamo, y como no contesta aporreo con más fuerza—. Diego, Diego, Dieg
Estar en casa me sofoca, y más cuando parece que todos intentamos volver a la normalidad sin mucho éxito. No voy a decir que Diego es un intruso en casa, pero hay algo a lo que todavía nadie se acostumbra del hecho. Hablar con él sigue siendo una misión imposible. Se va temprano a la universidad, a veces me lleva a clase y otras, cuando golpeo en su puerta, él ya se ha marchado; y llega tarde a casa, casi cuando anochece.Por eso hoy, viernes, cuando Vera me ha ofrecido comer en su casa después del instituto y arreglarnos juntas para la fiesta, he aceptado sin dudar. El simple hecho de salir y respirar aire fuera de las paredes que me han estado apretando durante semanas es un alivio.En cuanto entro en su casa, me recibe el sonido de la música y el aroma de alguna comida exótica que su madre probablemente ha sacado de un libro de recetas que colecciona desde que la conozco. Lleva el delantal manchado de harina y nos agita una espátula de madera con entusiasmo.—¡Hola chicas! —nos sal