Paula María Alvarado es una joven que después de haber vencido las adversidades que vivió en su infancia, ahora se concentra en la carrera que recién culminó y su próxima boda con amor su vida: Carlos Gabriel Duque. Justo cuando atraviesa por el momento más feliz y está por casarse; se verá forzada a abandonar todos sus sueños y desaparecer sin dejar rastro alguno. Para convertirse en alguien que jamás imaginó: Una Vendedora de Caricias. Carlos Gabriel Duque, luego de aquella decepción, no volverá ser el mismo de antes, y empezará a asistir a distintos clubes nocturnos. Hasta que un día se ve cautivado por una joven meretriz que venderá su virginidad al mejor postor. Él pagará por ser el primero, sin imaginar que detrás de aquella máscara que esconde el rostro de esa dama de la noche, se oculta la mujer que siempre ha amado. Con las visitas nocturnas y el pasar del tiempo empieza a olvidar a su exnovia y se enamora de: Scarlett: la vendedora de caricias. Sin embargo, la bella Paula María no tiene otra opción más que ocultar su identidad y entregarse cada noche al hombre que tuvo que abandonar, convirtiéndose en su más ardiente amante. Hasta que una mala jugada del destino lo cambiará todo al quedar embarazada, sabiendo que en ese mundo no hay posibilidad para ser madre, entonces ella tendrá que encontrar cómo alejarse de ese infierno, buscando salvarle la vida al fruto de su amor. ¿Qué sucederá cuando él descubra que aquella vendedora de caricias es la misma mujer que lo dejó plantado en el altar, y que tienen un hijo juntos? ¿Por quién se decidirá su corazón al final del camino? ¿Por la dulce e ingenua Paula María, o por la apasionada y seductora Scarlett? Registro SafeCreative: 2204240983392
Leer másÁlvaro estaba esperando a que Alondra regresara del tocador, cuando sintió que la calidez de una mano lo tocó, en ese momento giró; comenzó a seguir la luz que dejaba sobre su paso, hasta llegar al cuarto de descanso, tomó asiento en uno de los cómodos sillones que había, para poder alejarse del bullicio. —Me tenías preocupado —refirió sin dejar de sonreír. —Lo sé, mijo. No me fue tan sencillo poder volver —Doña Ofe explicó. —Temía que quedarás atrapada en... —inhaló profundo. —Lo imaginé —Doña Ofe comentó—. Nunca he dejado de escuchar tus oraciones, siempre has estado muy pegado a mí. —Acarició su mejilla. Álvaro cerró sus párpados deleitándose con aquella cálida caricia. —Te extrañé mucho —mencionó con la mirada cristalina. —No podía permitir que les hiciera daño, tuve que elegir entre el cielo y —señaló hacia el piso. —Su voz se fragmentó—. El alma de Benji no descansará, jamás —expresó con tristeza. —Lo siento mucho, sé que hiciste todo porque él no se condenara, pero la de
Álvaro comenzó a avanzar a la par de su hija a pasos lentos, la mirada de Pau se fijó en Gabo, suspiró profundo al distinguir lo atractivo que se veía con ese traje en tono claro y su carismática sonrisa, que nunca faltaba.El padre de la novia, se detuvo frente a Carlos Gabriel, entonces tomó la mano de su hija y depositó un dulce beso en el dorso para colocarla sobre la de él.—Te entrego mi mayor tesoro, confiando que lo cuidarás como lo has hecho hasta este momento. —Sonrió con cariño, al joven, sintiéndose orgulloso de él.Gabo tomó de la mano a Pau y la observó con ternura, luego se dirigió a su suegro.—Sabes bien que por ella soy capaz de dar mi vida —enfatizó—. Gracias por confiar en mí.Álvaro resopló aliviado sabiendo que no mentía, inclinó su rostro ante él y se retiró.—Estás muy hermosa —susurró Gabo al oído de Pau.—Gracias —Paula María esbozó una dulce sonrisa—. Gracias por ser mi ángel —comentó con los dedos entrelazados a él.—Bienvenidos, hermanos. Estamos aquí para
—¿Interrumpimos? —Óscar mencionó sonriente, ingresando a la habitación en la cual descansaba Carlos Gabriel. —Por supuesto que no. —Pau se acercó para saludarlos—. Bienvenidos. —Pau corrió a saludarlos—. Me alegra tanto que estén aquí.—Hola Gabo —expresó Sam—, me alegra verte sano y salvo —mencionó suspirando—, imagino los momentos tan difíciles que vivieron todos. —Se acercó a su esposo y lo abrazó. —Gracias por venir —contestó Carlos Gabriel—, fue algo muy fuerte, jamás imaginé vivir una situación de ese tipo —expresó con sinceridad—, pero ya eso es pasado, lo importante es que todos estamos juntos. —Estiró su mano a Pau. Paula María suspiró.—Estamos muy agradecidos con la abuela por todo lo que hizo por nosotros —expresó y besó sus labios con cuidado.Sam sonrió al escucharlos y luego extendió la bolsa de regalo a su amigo.—Te trajimos un obsequio, esperamos que lo disfrutes, es digno de la nobleza. —Guiñó un ojo y miró a Pau sonriendo—, Norita ansiaba por dártelo, pero Gabi
Ely jugaba con Gabito, mientras observaba a Paula María, preparar los platillos favoritos de Carlos Gabriel. —Vas a engordar a mi hijo —bromeó Ely, sonriendo con Pau. —Se va a poner gordo como mi tío Óscar. —Carcajeó—, pero a él lo podemos dejar como las mascota de la casa, en lugar de comérnoslo —bromeó.Ely soltó una carcajada al escuchar las ocurrencias de su nieto. —Esperemos que eso no suceda, o peor aún, que el gordo seas tú, porque desde hace rato te veo lamerte los labios. —Miró al pequeño con ternura. —Es que está muy rico este mousse de chocolate —dijo metiendo su dedo al tazón.—Te vas a quedar en el patio con tu papá, para que le hagas compañía —Pau mencionó sonriendo.—Ay no, qué tal que Norita ya no me quiere por tener una panzota, ¿cuándo va a llegar?, la extraño mucho —suspiró.—Ya vienen en camino —respondió Pau.En ese instante Carlos interrumpió en la cocina. —Huele delicioso por aquí —mencionó inhalando el delicioso aroma a chocolate. —¿Quieres engordar con m
Minutos antes.Mientras Benjamín era torturado sintiendo como se quemaba por dentro, ante aquellas grandes descargas que daba su abuela. Al abrir sus ojos luego de que cesó un poco el dolor. Logró verla.—Siempre lo preferiste a él —expresó intentando tomar aire.—Te equivocas nunca tuve un preferido, pero tenías acciones egoístas que debía corregir, porque tu madre al igual que la de Álvaro nunca estaban; sin embargo, nunca cambiaste, a lo contrario te gustó todo lo que tenía él, no hablemos de lo que ya sabes, es tiempo de que pagues todo el daño que hiciste. No imaginas lo que te espera. —Movió su cabeza con pesar.—No puedes hacerle daño a tu propia sangre —refirió.Doña Ofe lo miró con severidad.—Y tú, ¿sí? —cuestionó—. No tuviste piedad de tu sangre y de esta misma manera lo pagarás. —Volvió a colocar sus manos, provocando que se retorciera del dolor.Benjamín por desesperación accionó su arma en varias direcciones, dando al tanque de gas, entonces de inmediato se incendió, hac
Alondra y Pau descendieron de una de las camionetas, las tomaron por el cabello, para que caminaran hacia la bodega en la que estaban, cuando los hombres escucharon disparos.—Creo que llegamos tarde, el jefe ya debió haber acabado con sus enemigos, ya veremos qué es lo que tiene decidido para ustedes —refirió burlándose.Alondra miró a Pau, quien palideció al escucharlo. ¿Habrá acabado con ellos?, la pregunta rondó por la mente de la joven, pensó en su abuela y en la confianza que le tenía, por lo que se aferró a la esperanza de que estaban con vida.Momentos después, un fuerte olor a gas comenzó a rodear el lugar, por lo que el líder de ellos ordenó no entrar sin la autorización de Benjamín. Le llamó un par de veces, pero no respondió, entonces en cuestión de segundos un fuerte estallido los ensordeció a todos.En ese instante la camioneta en la que viajaba Carlos, frenó de golpe. El agente le pidió a su acompañante que se cubriera y se agachara, al momento que los vidrios de las ve
Ely cerró los ojos percibiendo una opresión en su pecho, observó a Carlos con la mirada cristalina. —Cuidate —sollozó—, y rescata a nuestro hijo —suplicó con la voz entrecortada. Carlos se aproximó a su esposa y acarició su mejilla.—Seguiremos las indicaciones del agente, no nos bajaremos del auto —respondió Carlos—. Sé que es peligroso, y nada conveniente, pero es peor quedarnos aquí sin saber nada.—Es imposible —respondió el agente—. Sería peligroso.—Iremos de todos modos —aseguró Joaquín. El agente se quedó pensativo, y no muy convencido de llevarlos.—Será bajo su responsabilidad —expresó.Carlos se acercó a su hermano.—Hazte cargo de mi nieto, de nuestras esposas, y las chicas —solicitó—, no es conveniente que se queden sin un hombre, que las cuide —manifestó. Joaquín resopló, y entendió que Carlos tenía razón. — Está bien, me quedo, las protegeré —respondió—. Por favor cuídate, hermano. —Lo abrazó. Carlos correspondió el gesto de Joaquín. —Así lo haré —expresó. Antes
Paula María acababa de bañar a Gabito, estaba quedándose dormido, entre la calidez de los brazos de su abuela Ely, quien jugaba con el pequeño intentando ocultar la aflicción que la embargaba.Carlos caminaba de un lado a otro, y miraba con impaciencia su móvil a cada instante, debido a que en Colombia el resto de la familia, esperaba noticias. Alondra se acercó luego de haber hablado con Arnulfo.—Perdieron la señal del rastreador que llevaban puesto —informó con la mirada cristalizada—, están haciendo lo posible por localizarlos. —Los miró afligida.—¿Necesitaran refuerzos? —indagó Carlos, y miró con ansiedad a María Paz. —Es cierto, mi padrino tiene contactos en el FBI —expresó aclarándose la garganta intentando pensar con claridad.—No lo sé —respondió con sinceridad—. Sé que Álvaro confía por completo en su tío —expresó—. No pudo darme más detalles debido a que se cortó la llamada. —Recargó su rostro en el respaldo del sillón.Carlos abandonó la habitación con una opresión en e
Doña Ofe deambulaba de un lugar a otro por la habitación de Paula María, intentando poder tener contacto con su nieto, sin poder conseguirlo, hasta que una fuerte opresión se apoderó de ella. Se dejó caer al suelo, estremeciéndose ante el dolor que la recorrió; sus manos temblaron al igual que sus piernas antes las grandes descargas que llegaron a ella, entonces cerró sus ojos y los contactó, percatándose de la manera en la que se encontraban atados a aquellas cadenas, estando con el dorso desnudo.Paula María colocó ambas manos sobre sus labios al observar a su abuela quejarse y sollozar.— ¿Qué ocurre? —cuestionó inclinándose a ella, deseando poder tocarla.—Los está torturando —refirió con voz ahogada—. Que sea alguien de nuestra propia sangre, duele más, quema. —Cerró sus ojos con fuerza.Pau recordó que ella también había pasado por lo mismo, por lo que su pecho dolió con fuerza.—¿De qué manera los ayudo? —indagó dejando correr gran cantidad de lágrimas.—Escúchame bien, tienes