Carlos Gabriel regresó al bar con la esperanza de ver a Scarlett, como cada fin de semana, fue conducido a su mesa, ladeó los labios al verla bailando en el tubo, en medio de la pista.
Enseguida le pidió a Violet los servicios de la joven, y fue a la habitación que le asignaron.
La chica ingresó con temor, sus ojos buscaron con resignación al caballero que la había solicitado, al observar que se encontraba de espaldas, de inmediato supo que se trataba de Carlos Gabriel, su corazón se agitó sin evitarlo. Cerró la puerta para hacer ruido y que se percatara de su presencia.
—Estoy aquí —informó.
Gabo giró y la miró, notó que se veía más delgada que la vez anterior.
—Hola —saludó—, veo que duró mucho el castigo —expresó con pesar.
La joven ladeó su rostro, avergonzada.
—Por lo regular, así es para una vendedora de caricias, como yo. —Caminó hacia la ventana y se perdió con la vista de la panorámica.
A Carlos Gabriel se le secó la garganta al escucharla, suspiró profundo.
—Me gustaría evitar estos sufrimientos —expuso y cuando se acercó al ventanal, y la luz evidenció en su piel, las marcas que tenía en los brazos, y piernas. —¿Te pegaron? —indagó aproximándose a ella, reflejándose en su mirada, observándola con seriedad.
Scarlett inhaló profundo para no llorar y dejarse llevar por lo sensible que se encontraba, ya que las imágenes de lo sucedido, días atrás, la sobrepasaba.
—No quiero hablar de eso, no vale la pena —mencionó. —¿Puedo beber de tu trago? —indagó sintiendo como picaba su garganta.
Gabo la observó con pesar.
—Comprendo —expresó al notar que ella no deseaba hablar de lo sucedido—. Dijiste que no ingerías alcohol —mencionó en tono de burla, para aligerar la tensión.
—Y no lo hago, pero a veces es necesario —contestó—. En las películas embriagarse funciona bien —intentó bromear.
—No lo creo —respondió Gabo y la invitó a sentarse—. Hay heridas que no las sana ni el alcohol —expresó con seriedad.
La mirada de Scarlett se llenó de lágrimas al escucharlo.
—¿Quieres que baile para ti? —indagó recordando como meses atrás aprendió deseando sorprenderlo el día de su noche de bodas.
—Está bien —contestó él, sonrió, y se acomodó en el sillón para observar el show.
La joven apagó las luces y dejó encendida en donde se encontraba un tubo, para hacer parte de los privados, tomó el control del reproductor y eligió un tema que le venía bien: «Bird set free by Sia».
Los primeros giros que dio fueron en suelo, sujeta de uno de sus brazos al tubo; para luego dar un saltó, y sostenerse con fuerza. Rotó y quedó boca abajo y hacer su split y mover con firmeza, sus piernas; mientras sentía como su oscura cabellera, caía sobre su rostro, para dejarse caer y hacer tres piruetas apoyándose del piso laminado en tono madera.
Mientras la canción aumentaba el ritmo. Se elevó para dar varios giros, sostenida en sus brazos. Sintiéndose como un pájaro en libertad. Posterior a eso, invirtió una vez más su cuerpo, y sus piernas tomaron el control, mientras sus brazos se abrazaban.
Para finalizar, descendió y pegó su ardiente dorso al tubo y con candentes movimientos de cadera, concluyó. Dejándose caer, danzando como nunca en su vida lo había hecho. Anhelando que algún día la pudiera perdonar y que sanara aquellas heridas, para que volviera a encontrar el amor en alguien más y siguiera con su vida.
Gabo contemplaba fascinado aquel show, la sincronización de los movimientos de Scarlett era perfecta. Las acrobacias que realizaba en un par de ocasiones aceleraron su pulso, pensando que de un momento iba a caerse, pero no fue así. Ella danzaba con naturalidad, y absoluta sensualidad.
Luego de que finalizó, presionó con fuerza sus párpados para que corrieran las lágrimas, reguló el ritmo de su respiración y se quedó admirando su corpulento cuerpo que tanto le fascinaba, hasta llegar a sus flamantes ojos color chocolate.
—¿Qué deseas hacer conmigo? —cuestionó.
—Hoy solo deseo charlar —expresó y la invitó a tomar asiento, y empezó a narrarle parte de su vida, sin saber que ella lo conocía desde siempre.
Aquella joven resopló con alivio fingiendo que no dolían los golpes que recibió, por lo que se acercó a él para escucharlo; sin embargo, que le hablara de su historia, ensombreció con mayor fuerza aquel momento.
—Tenías una vida de príncipe —bromeó mientras le robaba un sorbo de su bebida.
Gabo ladeó los labios, sonrió.
—No todo lo que brilla es oro —declaró, y la miró a los ojos—. Háblame de vos, ¿por qué trabajas en este lugar? ¿Tienes familia, amigos? —inquirió bebiendo un trago de whisky.
Scarlett tembló al escuchar sus cuestionamientos, no sabía mentir, por lo que le diría lo necesario sin descubrirse.
—Decidí trabajar para pagar una fuerte deuda que mi familia tiene —indicó al recordar que eso fue lo que le dijeron cuando la llevaron, solo que esa gente, se refería a una venganza parental y no algo monetario—. Mis parientes están lejos, no saben que estoy aquí, nadie en el mundo conoce con exactitud mi paradero —respondió intentando sonar tranquila.
Gabo suspiró profundo.
—Comprendo —expresó y se aproximó a ella, delineó con la yema de sus dedos los labios de la joven—, es un precio muy alto, el que estás pagando —masculló con pesar. —¿Existe alguna forma de liberarte? —indagó elevando una de sus cejas—, estoy dispuesto a pagar lo que sea.
Scarlett se estremeció al sentir aquella caricia. Cerró sus ojos con desesperanza al escuchar su propuesta y saber que si decía algo, ambos saldrían muertos del lugar.
—No la hay —respondió—. Firmé un contrato por mis servicios durante algunos años —mintió—. Solo me queda esperar a que pase el tiempo y pueda irme de aquí —mencionó intentando sonar calmada, mientras en su interior aquella chica asustada amenazaba con desbordarse.
Gabo se quedó en silencio, esa vendedora de caricias, tenía algo que le fascinaba. No solo era el sexo lo que lo llevaba cada fin de semana a visitarla, era un sentimiento más fuerte. Y aunque juró no volverse a enamorar luego del abandono de Paula María; la ternura con la que Scarlett lo trataba, lo hacían sucumbir.
—Intentaré sacarte —sentenció y aproximó sus labios a los de la chica, la besó.
Scarlett correspondió a ese beso que anhelaba tanto, sintiendo como su alma recobraba lo que hacía meses le habían robado. Su piel se estremeció al percibir las caricias, al encontrarse con su aterciopelada lengua. Fue como si su alma se uniera a la de él, sin necesidad de más. «Mi ángel, soy tu Pau», pensó ella misma.
—No lo hagas por favor, puedes meterte con esa gente en problemas —suplicó intentando controlar su respiración—. Una mujer como yo, no vale nada —argumentó—. Soy una perdida, una zorra que vende caricias —indicó con tristeza—. No te preocupes por mí, sigue tu vida y no mires atrás. Confío en que después de todo lo que has pasado, volverás a sonreír algún día —refirió con dulzura.
*****
A los quince días siguientes, Carlos Gabriel estaba listo para realizar la mejor transacción de su vida, se acomodaba la chaqueta cuando su amigo, y abogado: William ingresó.
—Estás consciente que no va a ser tan fácil liberar a la chica —advirtió—, conozco bien como se mueve ese bajo mundo, te van a pedir más dinero, hasta el día que no tengas la cantidad que ellos solicitan.
Gabo arrugó el ceño, y bufó al oír a su amigo.
—No pierdo nada con intentarlo —expresó con la voz llena de ansiedad.
—¿Dos millones de dólares no son nada para ti? —cuestionó el joven—. Esa mujer debe ser una experta, para que estés dispuesto a pagar tanto por ella.
Carlos Gabriel golpeó con sus puños el escritorio, William se sobresaltó.
—Scarlett es más que una meretriz, es diferente a todas, yo estoy enamorado de ella, y no voy a permitir que nadie le falte el respeto.
William levantó sus brazos en señal de paz.
—Es hora —informó al mirar el móvil y recibir el mensaje del guardaespaldas que contrataron para acompañarlos.
Instantes después, el joven Duque, llegó al bar, ingresó a la oficina del administrador, decidido a desembolsar dos millones de dólares por la libertad de Scarlett, ese era el precio que le habían solicitado.
William y el guardaespaldas tomaron asiento en la sala de espera, sin embargo, antes de que se diera inicio a la transacción, el administrador solicitó entrevistarse a solas con el joven Duque.
Carlos Gabriel ingresó a la oficina, y tomó asiento.
—¿Qué sucede? —indagó sintiendo un ligero nerviosismo.
—El patrón solicita más dinero por la mercancía, quiere cinco millones de dólares —informó recargando su espalda en el sillón, observando atento al joven.
Gabo se llevó las manos al cabello, era demasiado dinero, y no disponía de esa cantidad, si lo desembolsaba perdería toda la fortuna que le entregó su padre y su tío días antes de la boda con Pau.
—Es mucho dinero —rebatió.
—Eso es lo que vale la libertad de aquel maravilloso ángel. ¿Hacemos el negocio? —indagó con cinismo.
Carlos Gabriel tensó su mandíbula, apretó sus puños con impotencia.
—Necesito unos días para reunir esa cantidad.
—No hay más plazo —habló con firmeza el hombre y colocó una pistola encima del escritorio—, por cierto, si vas con la policía, la bella chica se muere —advirtió, miró a los escoltas que custodiaban en la puerta, y dio una señal. Ambos corpulentos hombres levantaron a Gabo de la silla de un solo golpe—. Esperamos cumplas, y seguirte teniendo por acá. —Carcajeó y lo sacaron de la oficina.
Carlos Gabriel salió respirando, agitado, lleno de impotencia, abandonó el cabaret, sabía que se había metido en un negocio ilegal; sin embargo, deseaba encontrar la forma de sacar a Scarlett de aquel lugar.
El fin de semana siguiente volvió a visitarla, a charlar con ella, a recibir sus caricias; sin embargo, no le dijo nada de la transacción fallida, y así iba pasando el tiempo, él visitándola, buscando la manera de liberarla, y llevarla con él.
Scarlett se encontraba sentada sobre las cobijas que se encontraban en el piso de la habitación donde compartía con varias de chicas. A pesar de las precarias circunstancias en las que vivía, no podía dejar de pensar en la pequeña esperanza que Carlos Gabriel le había dado al intentar sacarla de ahí, entonces una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, hasta que sintió como la golpearon con una prenda de vestir para llamar su atención.Giró su rostro hacia donde se encontraban sus compañeras.—Estás muy distraída —refirió la chica que le lanzó una blusa—. Por la manera en la que sonreías, me hace pensar que estabas pensando en algún cliente, porque aquí en este infierno, no hay motivos para hacerlo —mencionó con tristeza.Scarlett se quedó dubitativa, al escucharla.—
Scarlett afirmó con la cabeza, entonces esperó a que la mujer saliera del lugar. Momentos de angustia vivió luego de robarla y entrar al tocador para hacérsela. Minutos despuéssus ojos se abrieron de par en par, al ver los resultados de la prueba de embarazo que había hurtado de la habitación de Violet, presionó con fuerza sus ojos al ver como aparecían aquellas dos rayitas. Entonces colocó sus manos sobre su vientre con preocupación.—Te prometo que yo te protegeré, haré lo que sea con tal de preservar tu vida —susurró con lágrimas en los ojos—. Tú serás el motor en mi vida, solo lucha a mi lado, entonces una gran calidez rodeó su cuerpo, una extraña sensación de amor la inundó.Salió con el rostro desencajado y miró a la chica.—Es positivo —mencionó.
Tres meses después.Después de que Scarlett pasó un mes en compañía de aquel joven, prometiéndole que le ayudaría a conseguir una nueva identidad, cuando lo cumplió la joven abandonó el departamento en el que se refugió.Lo primero que se hizo para sus fotos de pasaporte fue cortarse el cabello y teñirlo de rojo, sabiendo que buscaban o a una chica rubia o una de cabello negro, ambas de cabellera larga. Retiró el piercing de su ombligo, dejando solo el de su nariz.Agradeció a ese misterioso desconocido por su ayuda, ya que él le compró el pasaje en autobús para cruzar la frontera y le dio un poco de dinero para que se ayudara mientras encontraba un empleo y reconstruyera su vida.Luego de viajar más de trece horas en aquel camión, la cadera comenzó a dolerle además que su pequeño vientre en algunas
Meses después.Carlos Gabriel se mudó con su antigua novia Melissa, la compañía de aquella mujer le ayudaba a apaciguar el dolor de haber perdido a Scarlett.Recordaba a cada instante la mañana en la que confirmó su deceso, el dolor que sintió le quemó el pecho, lloró varias noches en soledad, y luego un día decidió reconstruir su vida.La relación con Melissa era extraña, ella viajaba la mayor parte del tiempo, y él pasaba dedicado en cuerpo y alma a su trabajo.Una mañana de invierno, Carlos Gabriel frotaba sus manos para abrigarse, miró una cafetería y sin pensar un segundo ingresó, y tomó asiento en una silla de una mesa que estaba colocada cerca del ventanal a la calle. Una mesera se aproximó y tomó la orden. El joven pidió un expreso sin azúcar, y un sándwich a
Mitla, Oaxaca. —Mitla viene de Mictlan, palabra de origen náhuatl que significa “lugar de muertos”, y en zapoteco se conoce como Liobaa, “casa de tumbas” —explicó la hermosa guía a los turistas. La joven no podía concentrarse como acostumbraba a hacerlo, ya que a cada instante desvía su azulada mirada al sitio en donde sentaba a su pequeña hija de dos años. Luego de recorrer junto al grupo de viajeros y con la niña en brazos las ruinas arqueológicas, el paseo se dio por finalizado. Los extranjeros agradecieron por el tour, y ella por fin pudo dedicarse a su hija. Fueron hasta la plaza central, ahí la niña comió algo de fruta, para posterior a eso volver a Oaxaca. La pequeña quiso recorrer el parque y su madre no se negó a pesar de que se sentía cansada. **** Luego de que el autobús en donde viajaba Gabriela se descompuso, todos los pasajeros fueron invitados a descender, ya que con el inmenso calor q
Sam elevó ambas cejas, parpadeó.—¿Es lejos? —cuestionó—. Aún no conozco todo tu país —informó.—Creo que nos quedan 9 horas de viaje más o menos —explicó—, cuídense mucho —refirió comenzando a tomar su mochila, luego miró a Norita y sonrió con ternura.—Son muchas horas de viaje, vos no tenés dinero, no te puedes ir así con el niño —recomendó Samantha frunciendo el ceño—, yo necesito a alguien que me ayude con mi hija, no tengo con quien dejarla, y estoy apenas abriendo mi agencia de viajes, debo traerla conmigo y es muy complicado, requiero alguien de confianza. —Mir
Un grupo musical amenizaba el ambiente, y mientras Gabo y Óscar charlaban, por la puerta principal, una mujer de impecable presencia y medidas perfectas apareció, ingresó al lugar caminando como si se tratara de una pasarela. Varios fotógrafos al ver de quien se trataba le tomaron fotografías, ella cubrió su rostro con la mano para que el flash de las cámaras no le nublaran la visión. Carlos Gabriel, miró el revuelo que se formó, con la llegada de su ex novia, se aclaró la garganta, y se disculpó con Óscar, se puso de pie y fue al encuentro de ella. —¿Qué haces aquí? —indagó con seriedad. Melissa parpadeó, sintió nerviosismo al escuchar la forma en la que le habló. <
A los días después Gaby aprovechó que Óscar había visitado a Sam y a Nortia, quienes habían salido a hacer unas compras; entonces, Gaby aprovechó para preguntarle por su familia.—Mis papás no pierden la esperanza de volverte a ver, tampoco Andy, ni Luna —refirió—. Cada que Andrea compite en Surf, te lo dedica a ti —sollozó—. Ha sido un golpe muy duro, pero ya no están solos, nos tienes a Sam y a mí para apoyarte —mencionó limpiando sus mejillas.El corazón de Gaby se estremeció al escucharlo hablar de su familia, cerró sus ojos y se volvió a abrazar al cuerpo de su hermano.—Lo lamento t