Álvaro comenzó a avanzar a la par de su hija a pasos lentos, la mirada de Pau se fijó en Gabo, suspiró profundo al distinguir lo atractivo que se veía con ese traje en tono claro y su carismática sonrisa, que nunca faltaba.El padre de la novia, se detuvo frente a Carlos Gabriel, entonces tomó la mano de su hija y depositó un dulce beso en el dorso para colocarla sobre la de él.—Te entrego mi mayor tesoro, confiando que lo cuidarás como lo has hecho hasta este momento. —Sonrió con cariño, al joven, sintiéndose orgulloso de él.Gabo tomó de la mano a Pau y la observó con ternura, luego se dirigió a su suegro.—Sabes bien que por ella soy capaz de dar mi vida —enfatizó—. Gracias por confiar en mí.Álvaro resopló aliviado sabiendo que no mentía, inclinó su rostro ante él y se retiró.—Estás muy hermosa —susurró Gabo al oído de Pau.—Gracias —Paula María esbozó una dulce sonrisa—. Gracias por ser mi ángel —comentó con los dedos entrelazados a él.—Bienvenidos, hermanos. Estamos aquí para
Álvaro estaba esperando a que Alondra regresara del tocador, cuando sintió que la calidez de una mano lo tocó, en ese momento giró; comenzó a seguir la luz que dejaba sobre su paso, hasta llegar al cuarto de descanso, tomó asiento en uno de los cómodos sillones que había, para poder alejarse del bullicio. —Me tenías preocupado —refirió sin dejar de sonreír. —Lo sé, mijo. No me fue tan sencillo poder volver —Doña Ofe explicó. —Temía que quedarás atrapada en... —inhaló profundo. —Lo imaginé —Doña Ofe comentó—. Nunca he dejado de escuchar tus oraciones, siempre has estado muy pegado a mí. —Acarició su mejilla. Álvaro cerró sus párpados deleitándose con aquella cálida caricia. —Te extrañé mucho —mencionó con la mirada cristalina. —No podía permitir que les hiciera daño, tuve que elegir entre el cielo y —señaló hacia el piso. —Su voz se fragmentó—. El alma de Benji no descansará, jamás —expresó con tristeza. —Lo siento mucho, sé que hiciste todo porque él no se condenara, pero la de
—No, no acepto. —Su voz retumbó con gran eco dentro aquel lugar—. No puedo hacerlo, porque… me di cuenta de que no te amo. Estoy enamorada de otro —expuso dando pasos hacia atrás. Carlos Gabriel Duque, percibió su corazón retumbar con gran fuerza al escuchar la respuesta de su novia. Aquel no, se clavó como una estaca en su corazón. El joven parpadeó, su respiración se agitó, no podía creer lo que estaba sucediendo; los murmullos de los invitados no se hicieron esperar, se llevó las manos al cabello, incrédulo. Paula María inhaló profundo, entonces retiró la mano del joven y se alejó. —¿Estás bromeando? —indagó, con los labios temblorosos, mirando a los ojos a Pau, intentando descifrar qué era lo que ocurría. Pau negó con su cabeza y fijó su mirada en Gabriel. —No está bromeando. La voz de Gael, un antiguo compañero de la prepa se escuchó al acercarse hasta el altar y extender su mano para recibir la de Paula María. —¿Nos vamos? —cuestionó esperando a que la joven entrel
Los Ángeles, California.Meses después.Carlos Gabriel Duque finalizó su jornada de clases en UCLA, había decidido cursar una maestría en negocios internacionales, y así olvidar el penoso incidente de meses atrás.Aunque intercalaba sus actividades escolares con su trabajo, aún el doloroso recuerdo de Paula María se hallaba instalado en su alma. Por eso solía salir con varios de sus amigos a clubes nocturnos, y esa noche estaba invitado a un evento especial.Sus compañeros le habían informado que al lugar que lo iban a invitar esa noche debía ir preparado, no sabía bien a qué se referían ellos; sin embargo, no iba a faltar.Luego de salir de la ducha y secar con la toalla sus mechones de cabello, procedió a rasurarse, instantes después se colocó unos pantal
Entre tanto, Carlos Gabriel, escoltado por dos sujetos, fue dirigido a una elegante oficina, una bella mujer de edad madura, conocida como Violet, lo recibió. Observó al joven de pies a cabeza y mordió sus labios.—Scarlett es muy afortunada —gruñó y extendió a Gabriel, una tarjeta con los datos para realizar la transferencia bancaria.Gabo no dijo nada, tomó aquella cartulina, sacó su móvil, y al instante ejecutó la operación.—Listo —informó.La mirada de Violet brilló y de inmediato digitó varias teclas del computador, luego sus ojos se centraron en la pantalla, esperó unos minutos hasta que el dinero apareciera en sus cuentas, cuando eso sucedió miró a los musculosos hombres que escoltaban al joven Duque.—Llévenlo a cobrar su premio —ordenó—.
Los pisos de cabaret estaban siendo tallados por Scarlett quien había sido golpeada una noche a tras por Violet, después de que uno de los adinerados clientes se quejó de que la joven se negó a complacerlo, poniendo resistencia a lo que le pedía luego que la puso de rodillas, frente a él.Por lo que de inmediato, la madrota del lugar la reemplazó, y a ella la sacó de ahí. La dirigió hacia la planta baja para que tallara cada uno de las baldosas del lugar, con un pequeño cepillo y una cubeta con agua y jabón. Por lo que pasaría toda la mañana refregándolos justo de la manera en la que se negó a dar servicios: De rodillas.El pómulo de la chica ardía, mientras se concentraba en la labor que había sido asignada. Deseando no ser llevada a aquel cuarto oscuro, donde acostumbraban encadenarlas de una de sus muñecas y solían lanzar
Aquella vendedora de caricias colocó los labios en su firme pectoral y comenzó a besarlo, sin poder evitarlo, rememoró la noche anterior en el que aquel árabe colocó sus fuertes brazos sobre sus hombros y la obligó a ponerse de rodillas para que retirara su ropa.Entonces la joven se arrodilló y desabrochó el cinturón de Gabo, sus dedos se movían temblando intentando desabrochar un botón y correr la cremallera, después de unos segundos batallando retiró todas sus prendas encontrándose con su firme erección.Inhaló profundo recordando algunos de los consejos de sus compañeras con las que compartía la pequeña habitación, para comenzar a succionar como si disfrutara de una paleta de caramelo, siguiendo aquella sugerencia de una de ellas, mientras que sus manos acariciaban el resto del falo, estando atenta a cualquier reacci&oacu
Gabo se puso de pie, salió del bar, y subió a su auto, avanzó un par de calles, y lo estacionó en un lugar apartado, entonces se regresó caminando al club nocturno, divisó en la entrada principal a los guardias, con sigilo llegó a la parte trasera al lugar por donde metían los licores y demás bebidas para atender a los clientes.En ese momento un camión descarga algunas jabas de gaseosas, a un señor algo mayor casi le venció el peso y él enseguida se aproximó a ayudarlo.—Yo puedo dejar esto adentro —le dijo y lo miró a los ojos.El hombre lo observó con atención.—Es demasiado arriesgado —informó, casi adivinando las intenciones del joven.—No me importa, además puedo darte una buena recompensa —aseguró Carlos Gabriel atento a que los demá