Los Ángeles, California.
Meses después.
Carlos Gabriel Duque finalizó su jornada de clases en UCLA, había decidido cursar una maestría en negocios internacionales, y así olvidar el penoso incidente de meses atrás.
Aunque intercalaba sus actividades escolares con su trabajo, aún el doloroso recuerdo de Paula María se hallaba instalado en su alma. Por eso solía salir con varios de sus amigos a clubes nocturnos, y esa noche estaba invitado a un evento especial.
Sus compañeros le habían informado que al lugar que lo iban a invitar esa noche debía ir preparado, no sabía bien a qué se referían ellos; sin embargo, no iba a faltar.
Luego de salir de la ducha y secar con la toalla sus mechones de cabello, procedió a rasurarse, instantes después se colocó unos pantalones de gabardina negros, una impecable camisa blanca y una leva de piel café. Se aplicó su loción favorita, y enseguida cogió su billetera, su móvil, y las llaves de su auto.
Salió del apartamento, y condujo por varios minutos por las amplias avenidas de la gran ciudad, miró desde afuera la elegante fachada de ese night club, de inmediato un joven lo ayudó con el parqueo del vehículo.
Carlos Gabriel se acomodó la chaqueta antes de ingresar al salón. Las luces robóticas lo cegaron por segundos, con pasos firmes se abrió camino en medio de las mesas, observó cómo varios caballeros tenían algunas chicas bailando para ellos. Buscó con su mirada a sus amigos, y los encontró muy bien acompañados.
—Buenas noches —saludó.
De inmediato uno de los jóvenes tan solo agitó su mano, pues estaba muy ocupado con la mujer que restregaba sus caderas ante la virilidad de él.
Gabo ladeó los labios, tomó asiento, enseguida una chica que lucía un body entallado, se acercó a él para ofrecerle un trago. Carlos Gabriel solicitó un whisky.
La estrepitosa música resonaba por las paredes del lugar, en el centro de una pequeña sala, una joven bailaba exponiendo sus firmes pechos, ante el hombre que acababa de pagar por unas horas de placer.
Mientras tanto, la encargada de supervisar a las jóvenes: Violet, una mujer de piel blanca y escultural cuerpo, le señalaba a otras dos mujeres, como sugerencia más.
Por un costado del cabaret, la cortina en color turquesa se abrió luego de que anunciaran a la estrella de la noche. Quien después de un par de aplausos, apareció luciendo un diminuto body en tono negro, repleto de lentejuelas, que le hacían brillar, sosteniéndose en altos tacones de aguja. A continuación, la chica se sujetó de uno de los tubos que había alrededor del sitio, intercalados por los pequeños sillones de cuero negro, por todo el establecimiento.
La forma en la que la chica movía sus caderas antes de subirse al tubo para comenzar con su baile de pole dance, hizo que más de un cliente enardeciera, después de sus hermosos giros al practicar aquel sensual baile, descendió y fue directo a la mesa de su cliente más generoso, quien no perdió ni un minuto de tiempo y se dirigió hacia uno de los privados.
Después de que Violet atendió a uno de los clientes más prominentes, dejándolo satisfecho con las dos jóvenes que se llevó. Fijó su mirada en la mesa donde se encontraban Gabriel y sus acompañantes, la mujer colocó la mano en su pecho y suspiró ante lo apuesto que era aquel joven hombre de esculpidos pectorales. Además, que su ajustada camisa, le permitía ver como se marcaban los bíceps. Luciendo un rostro perfecto, sin duda alguna el mejor que había visto en muchos años. Presionó sus labios con fuerza, sabiendo que ese hombre era lo que llevaba buscando desde hacía tiempo.
Carlos Gabriel y sus compañeros observaban atentos la manera en la que las siguientes seis chicas bailaban. Entre el humo falso, y las coloridas luces al ritmo de la música, marcando su ensayada danza del vientre. En cuanto terminaron su número fueron directo a los chicos y se sentaron sobre sus piernas.
— Aún no tengo con quien pasar esta noche —la muchacha susurró al joven Duque y colocó su mano sobre el muslo de él.
Carlos Gabriel sonrió coqueto y se aclaró para responder.
—Has llegado al lugar indicado —expresó con voz ronca, y colocó su mano en la pierna de la mujer.
Sin embargo, el maestro de ceremonia interrumpió, mientras dos de los cinco amigos se alejaron con las chicas.
—Sean bienvenidos a nuestro sitio de la perdición Night Women 's. Estamos llegando a la noche estelar, en donde nuevas integrantes se unen para llenarlos de placer. Empezaremos con chicas encantadoras y de experiencia, hasta llegar a las jóvenes novatas, que se atreverán a vender su pureza por una generosa cantidad de dólares —habló el animador por el micrófono—. Les vamos a pasar un catálogo, y ustedes harán sus mejores ofertas. ¡Qué empiece la subasta! —exclamó.
Enseguida a cada uno de los invitados se le fue entregado una especie de libro, y también una pancarta con un número. En aquel álbum aparecían las fotos de las chicas en lencería, su nombre, sus características y el valor inicial.
Carlos Gabriel le dio un vistazo a esa revista, no le interesaba invertir tanto dinero en una noche con una de esas damas; sin embargo, al llegar al final, le llamó la atención la joven de piel bronceada, ojos ámbares. El cabello oscuro de esa mujer mostraba unas mechas azules, en su ombligo aparecía un piercing. El joven elevó una de sus cejas al mirar el alto precio que pedían por ella, así que cerró el libro y puso atención a la subasta.
Al ritmo de «Justify my love by Madonna», una chica apareció usando un top blanco repleto de pedrería con una ampona y corta falda en tul y delicada tela en tono plata . Además de botas que le llegaban arriba de la rodilla en tono claro de alto tacón de aguja, ludiendo el brillante piercing que le habían colocado unos meses antes.
Caminó por el escenario sonriendo a todos los caballeros, hasta llegar a uno de los tubos y subir para dar unos giros acoplándose a la melodía, entonces dio un pequeño show mostrando sus habilidades. Aquella misteriosa joven, llevaba una máscara que le cubría la mitad de su rostro, la cual no tenía permitido retirarse bajo ninguna circunstancia, ya que era parte del misticismo y encanto que había en aquel lugar de gran fama y renombre.
Luego de finalizar Scarlett, el bello ángel que deleito con su sensual baile. Se colocó a un lado del anfitrión, tal y como la había hecho durante los ensayos, solo que esta vez, la realidad de las miradas de aquellos hombres, superaban la ficción de días atrás. Al percibir con claridad la forma en la que la desnudaban con solo mirarla.
Su corazón palpitó con frenesí, amenazando con salir de su pecho al observar que sostenían la paleta que se les entregó para comenzar con la venta. Aunque moría de miedo, tuvo que contenerse, y no salir del sitio.
El anfitrión se acercó hacia aquella chica y posó sus dedos sobre su pequeña cintura y tomó el micrófono para iniciar con la subasta.
—Después de ver moverse a este hermoso ángel, comenzaremos la puja con trescientos mil dólares ¿Quién ofertará más por la joven que venderá su virginidad? — inquirió.
Un hombre de avanzada edad, regordete, levantó el cartel y ofreció la suma de trescientos cincuenta mil dólares. El anfitrión empezó a contar y antes de pronunciar vendida al cliente otro sujeto, uno de cabello cano, mirada lasciva, ofertó cuatrocientos mil, y así varios caballeros iban incrementando el valor, hasta llegar a la suma de setecientos, que ofreció un jeque árabe.
Una ligera capa de lágrimas rozaron los ojos de aquella joven. Su respiración se agitó de solo imaginar que la tocaran, retrocedió un pequeño paso. Sin embargo, sabía que no había escapatoria. Y aquella primera vez, estaba muy lejos de ser lo que un día imaginó. Cuando tenía una vida normal. Resignada, cerró sus ojos para que corrieran aquellas lágrimas imperceptibles a los demás.
—Setecientos mil a la una —empezó a decir el anfitrión, y prosiguió contando, justo cuando iba a llegar a la cuenta de tres, alguien de una de las mesas de atrás habló:
—Yo compro a esa mujer —se escuchó—. Ofrezco setecientos cincuenta mil —expresó con firmeza.
El anfitrión sonrió al oír la cifra, empezó a contar, y nadie hizo una contraoferta.
—Vendida al caballero de la mesa, cinco —informó viendo a Scarlett.
La bella mujer dirigió su temerosa mirada al anfitrión, quien la tomó por el mentón y la vio con frialdad.
—Espero que no nos vayas a hacer quedar mal, que han pujado mucho por ti —refirió mientras apagaba el micrófono, entonces la tomó por la muñeca para ser guiada hacia el privado en uno de los pisos superiores en donde iba a llegar su comprador—. Sé buena con él, esos ricos suelen dejar grandes propinas, complácelo en todo y hazlo pasar una noche inolvidable, para que siga viniendo por más vírgenes, como tú —indicó presionando con fuerza.
Entre tanto, Carlos Gabriel, escoltado por dos sujetos, fue dirigido a una elegante oficina, una bella mujer de edad madura, conocida como Violet, lo recibió. Observó al joven de pies a cabeza y mordió sus labios.—Scarlett es muy afortunada —gruñó y extendió a Gabriel, una tarjeta con los datos para realizar la transferencia bancaria.Gabo no dijo nada, tomó aquella cartulina, sacó su móvil, y al instante ejecutó la operación.—Listo —informó.La mirada de Violet brilló y de inmediato digitó varias teclas del computador, luego sus ojos se centraron en la pantalla, esperó unos minutos hasta que el dinero apareciera en sus cuentas, cuando eso sucedió miró a los musculosos hombres que escoltaban al joven Duque.—Llévenlo a cobrar su premio —ordenó—.
Los pisos de cabaret estaban siendo tallados por Scarlett quien había sido golpeada una noche a tras por Violet, después de que uno de los adinerados clientes se quejó de que la joven se negó a complacerlo, poniendo resistencia a lo que le pedía luego que la puso de rodillas, frente a él.Por lo que de inmediato, la madrota del lugar la reemplazó, y a ella la sacó de ahí. La dirigió hacia la planta baja para que tallara cada uno de las baldosas del lugar, con un pequeño cepillo y una cubeta con agua y jabón. Por lo que pasaría toda la mañana refregándolos justo de la manera en la que se negó a dar servicios: De rodillas.El pómulo de la chica ardía, mientras se concentraba en la labor que había sido asignada. Deseando no ser llevada a aquel cuarto oscuro, donde acostumbraban encadenarlas de una de sus muñecas y solían lanzar
Aquella vendedora de caricias colocó los labios en su firme pectoral y comenzó a besarlo, sin poder evitarlo, rememoró la noche anterior en el que aquel árabe colocó sus fuertes brazos sobre sus hombros y la obligó a ponerse de rodillas para que retirara su ropa.Entonces la joven se arrodilló y desabrochó el cinturón de Gabo, sus dedos se movían temblando intentando desabrochar un botón y correr la cremallera, después de unos segundos batallando retiró todas sus prendas encontrándose con su firme erección.Inhaló profundo recordando algunos de los consejos de sus compañeras con las que compartía la pequeña habitación, para comenzar a succionar como si disfrutara de una paleta de caramelo, siguiendo aquella sugerencia de una de ellas, mientras que sus manos acariciaban el resto del falo, estando atenta a cualquier reacci&oacu
Gabo se puso de pie, salió del bar, y subió a su auto, avanzó un par de calles, y lo estacionó en un lugar apartado, entonces se regresó caminando al club nocturno, divisó en la entrada principal a los guardias, con sigilo llegó a la parte trasera al lugar por donde metían los licores y demás bebidas para atender a los clientes.En ese momento un camión descarga algunas jabas de gaseosas, a un señor algo mayor casi le venció el peso y él enseguida se aproximó a ayudarlo.—Yo puedo dejar esto adentro —le dijo y lo miró a los ojos.El hombre lo observó con atención.—Es demasiado arriesgado —informó, casi adivinando las intenciones del joven.—No me importa, además puedo darte una buena recompensa —aseguró Carlos Gabriel atento a que los demá
Carlos Gabriel regresó al bar con la esperanza de ver a Scarlett, como cada fin de semana, fue conducido a su mesa, ladeó los labios al verla bailando en el tubo, en medio de la pista.Enseguida le pidió a Violet los servicios de la joven, y fue a la habitación que le asignaron.La chica ingresó con temor, sus ojos buscaron con resignación al caballero que la había solicitado, al observar que se encontraba de espaldas, de inmediato supo que se trataba de Carlos Gabriel, su corazón se agitó sin evitarlo. Cerró la puerta para hacer ruido y que se percatara de su presencia.—Estoy aquí —informó.Gabo giró y la miró, notó que se veía más delgada que la vez anterior.—Hola —saludó—, veo que duró mucho el castigo —expresó con pesar.La joven lade&oacu
Scarlett se encontraba sentada sobre las cobijas que se encontraban en el piso de la habitación donde compartía con varias de chicas. A pesar de las precarias circunstancias en las que vivía, no podía dejar de pensar en la pequeña esperanza que Carlos Gabriel le había dado al intentar sacarla de ahí, entonces una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, hasta que sintió como la golpearon con una prenda de vestir para llamar su atención.Giró su rostro hacia donde se encontraban sus compañeras.—Estás muy distraída —refirió la chica que le lanzó una blusa—. Por la manera en la que sonreías, me hace pensar que estabas pensando en algún cliente, porque aquí en este infierno, no hay motivos para hacerlo —mencionó con tristeza.Scarlett se quedó dubitativa, al escucharla.—
Scarlett afirmó con la cabeza, entonces esperó a que la mujer saliera del lugar. Momentos de angustia vivió luego de robarla y entrar al tocador para hacérsela. Minutos despuéssus ojos se abrieron de par en par, al ver los resultados de la prueba de embarazo que había hurtado de la habitación de Violet, presionó con fuerza sus ojos al ver como aparecían aquellas dos rayitas. Entonces colocó sus manos sobre su vientre con preocupación.—Te prometo que yo te protegeré, haré lo que sea con tal de preservar tu vida —susurró con lágrimas en los ojos—. Tú serás el motor en mi vida, solo lucha a mi lado, entonces una gran calidez rodeó su cuerpo, una extraña sensación de amor la inundó.Salió con el rostro desencajado y miró a la chica.—Es positivo —mencionó.
Tres meses después.Después de que Scarlett pasó un mes en compañía de aquel joven, prometiéndole que le ayudaría a conseguir una nueva identidad, cuando lo cumplió la joven abandonó el departamento en el que se refugió.Lo primero que se hizo para sus fotos de pasaporte fue cortarse el cabello y teñirlo de rojo, sabiendo que buscaban o a una chica rubia o una de cabello negro, ambas de cabellera larga. Retiró el piercing de su ombligo, dejando solo el de su nariz.Agradeció a ese misterioso desconocido por su ayuda, ya que él le compró el pasaje en autobús para cruzar la frontera y le dio un poco de dinero para que se ayudara mientras encontraba un empleo y reconstruyera su vida.Luego de viajar más de trece horas en aquel camión, la cadera comenzó a dolerle además que su pequeño vientre en algunas