Los pisos de cabaret estaban siendo tallados por Scarlett quien había sido golpeada una noche a tras por Violet, después de que uno de los adinerados clientes se quejó de que la joven se negó a complacerlo, poniendo resistencia a lo que le pedía luego que la puso de rodillas, frente a él.
Por lo que de inmediato, la madrota del lugar la reemplazó, y a ella la sacó de ahí. La dirigió hacia la planta baja para que tallara cada uno de las baldosas del lugar, con un pequeño cepillo y una cubeta con agua y jabón. Por lo que pasaría toda la mañana refregándolos justo de la manera en la que se negó a dar servicios: De rodillas.
El pómulo de la chica ardía, mientras se concentraba en la labor que había sido asignada. Deseando no ser llevada a aquel cuarto oscuro, donde acostumbraban encadenarlas de una de sus muñecas y solían lanzarles agua durante todo el tiempo que estuvieran ahí, para evitar que durmiera.
Largas horas pasaron hasta que finalizó, fue dirigida a una habitación a que se duchara, y se arreglara. Para que se presentara como parte del show, por lo que no tuvo más remedio que obedecer y esperar a que alguien más, pagara por ella y la llevara a un privado.
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En horas de la noche.
Carlos Gabriel ingresó de nuevo a aquel cabaret, su mirada buscó a Scarlett, pero no la encontró, enseguida se aproximó a una mesa vacía, se quitó la chaqueta de cuero negra y la colocó en una de las sillas, dejando al descubierto sus fornidos brazos, pues lucía una camiseta verde.
Esperó que Violet se acercara a él, y le ofreciera una chica, mientras aguardaba solicitó un tequila, y observaba cómo algunas jóvenes bailaban en el tubo en la pista central.
Minutos después, las cortinas se abrieron y un grupo de mujeres aparecieron dentro de ellas Scarlett. Se dirigieron al tubo y con singular sincronía dieron un show con coordinados movimientos. Varias fueron las canciones que bailaron, hasta que se acercaron a los clientes esperando que introdujeran a través de la pequeña tanga que llevaban los dólares que quisieran regalarles como propina.
Carlos Gabriel barrió con su mirada a Scarlett; sin embargo, no se acercó a dejarle dinero, impaciente, golpeaba sus dedos en la mesa, mientras bebía otro trago.
—¿Qué deseas probar esta noche? —Violet habló, se acercó y recorrió con su mirada el escultural cuerpo del joven.
Gabo se aclaró la garganta, enfocó sus ojos en la mujer.
—Quiero a Scarlett —solicitó.
La madama frunció el ceño con extrañeza.
—¿Otra vez ella? —cuestionó sorprendida.
Carlos Gabriel esbozó una amplia sonrisa.
—Me atendió de maravilla —murmuró—, pagaré lo que sea por esa mujer —informó—, aunque imagino que el precio debe haber bajado, ya no es virgen. —Ladeó los labios.
Violet, afirmó con la cabeza.
—Así es, las que ya no lo son cuestan menos —indicó—. Notamos que dejó rastro de que ya no lo es, en las sábanas —señaló—. Voy a pedir que te lleven a la habitación y ella te alcanza en un momento, me pagas al salir —refirió después de que lo hizo sin problema días atrás.
—Por supuesto, siempre pago por lo que me gusta —masculló con la voz ronca, enseguida se puso de pie para seguir a la persona que lo llevaría hacia la habitación.
—¡Ey, tú! —Violet señaló a Scarlett, llamando su atención, por lo que enseguida se acercó a la mujer, quien la llevó detrás del telón—. Tienes trabajo. —La sujetó con fuerza por la cabellera—. Mucho cuidado con no cumplir con lo que te pidan, porque te juro que haré que no te levantes por una semana del castigo que te pondré —gruñó.
Scarlett no dijo nada, acomodó su cabello sin quejarse del dolor que le provocó, la miró con hostilidad y se retiró hacia la habitación que le indicaron, sus manos abrieron con temor la puerta buscando al hombre que pagó por pasar la noche con ella. Caminó despacio, sintiendo como sus piernas temblaban.
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Carlos Gabriel se hallaba sentado en un mullido sillón de piel, esperando que su dama de compañía apareciera, cuando notó que la puerta se abría, enfocó sus ojos en la persona que ingresaba. Dejó sobre una mesa la copa de whisky que estaba bebiendo.
Aquella chica pasó saliva con dificultad al volverse a encontrar con él. Se detuvo sin poder avanzar, luego de recordar la forma tan dura en la que la tomó, entonces retrocedió.
—Creí que solo buscaba mujeres vírgenes —indicó sin acercarse más.
Carlos Gabriel elevó su ceja izquierda.
—¿Te consideras con derecho a cuestionar mis gustos? —reclamó con profunda seriedad.
Scarlett negó con su cabeza.
—No soy nadie aquí —respondió. —¿Cómo desea empezar? —cuestionó.
Carlos Gabriel se aclaró la garganta, señaló con su mano al otro sillón que estaba frente a él.
—Hoy nada más deseo charlar —informó.
Aquella joven ladeó su rostro y frunció el ceño al escuchar su orden; sin embargo, muy en el fondo, agradeció que no la tocara, tomó asiento y lo miró sin decir más.
Gabo se quedó en silencio unos minutos, sirvió en una copa un trago para su acompañante y se lo extendió.
—No bebo —dijo y la colocó en la mesa.
Carlos Gabriel la observó extrañado, enfocó sus pupilas en los ojos de la chica.
—Debes hacer lo que yo ordene —expresó con voz ronca—, no soy tan desalmado como pensás. —Inhaló profundo, y bebió el trago que ella rechazó—. En el pasado, fui distinto, ni siquiera estaría en un lugar como este. —Señaló con su mano—, no tenía necesidad de buscar a una vendedora de caricias —bufó—, pensé que lo tenía todo, y no fue así.
La garganta de Scarlett picó, sintiendo como si tuviera una bola de púas en su interior al escucharlo hablar con tanta amargura. Inhaló un par de veces para contenerse, entonces se puso de pie buscando una botella de agua.
—No siempre se tiene la vida que se quiere —mencionó y se volvió a sentar.
Gabo resopló, y se quedó observando a la nada, rememorando el pasado.
—Siempre consigo lo que me propongo —informó—, aprendí que con dinero se puede comprar hasta el amor —masculló arrastrando sus palabras, lleno de profundo resentimiento.
—Ojalá no se arrepienta algún día, porque no todas las personas tienen la culpa de lo que le hicieron —refirió con tristeza—, no sé quién es, pero veo que construye su mundo a base de una fantasía— Lo miró directo a los ojos—. Yo pagué por lo que le hicieron —comentó con temor a su reacción.
Carlos Gabriel se puso de pie, la observó con profunda seriedad, y se aproximó a ella, entonces la tomó por la barbilla.
—Pagué un precio bastante elevado por vos, no fue gratis —gruñó acercando sus labios muy cerca de los de ella. —¿O preferías que te quitara la virginidad el viejo gordo que ofertó primero? —cuestionó con molestia—. Ah, imagino que deseabas ser la concubina de aquel árabe. —La soltó y se alejó.
Scarlett lo miró con enfado.
—¿Acaso importaba quien fuera? —gritó—. Me trató peor que un animal —gruñó—. No veo diferencia en nadie —bramó—. De todas formas, todos me iban a lastimar igual que, lo hizo usted—indicó sin inmutarse.
Los ojos de Carlos Gabriel, se abrieron con amplitud, su respiración se volvió irregular. Apretó sus puños con fuerza, y presionó sus ojos, las palabras de aquella joven dolieron, era cierto lo que expresaba, a pesar de que pagó por sus servicios, era una mujer, y no se merecía su trato.
—¿Qué puedo hacer para compensar mi falta? —indagó y la contempló.
—¡Nada! —exclamó—, aunque, sé cuál es mi lugar en el mundo. Este recuerdo me lo voy a llevar a la tumba —refirió con la mirada cristalizada, entonces se comenzó a desnudar frente a él—. Será mejor que no hable tal y como me ordenó en su primer visita y cumpla por lo que pagó, porque no deseo que después vaya a quejarse de que soy una mujer rebelde, incapaz de satisfacer sus necesidades —expresó arrojando todo al suelo.
Carlos Gabriel recorrió con su mirada aquel cuerpo que noches atrás fue suyo, irguió su barbilla, y asintió.
—Es cierto, debes complacerme —expresó—, pero esta noche, será diferente, voy a enseñarte —declaró y se acercó a ella, colocó sus manos en la pequeña cintura de la chica y la aproximó a su cuerpo—. Sin besos en los labios —recordó, y deslizó su lengua por el cuello de ella—. Te dejaré hacer conmigo lo que desees. —La tomó de las manos y las colocó en su pecho.
La joven tembló al sentir la calidez de sus dedos en su piel y la forma en la que le habló, la hizo romperse, imaginando que si fuera su esposo quien le dijera eso, las cosas serían distinto. Por lo que decidió dejarse llevar, siendo la verdadera mujer detrás de aquel antifaz, quien aprendiera y no aquella vendedora de placer. Por lo que sus manos retiraron la camiseta de cuerpo, sin poder evitarlo con su mirada le regaló una gran caricia.
—Si las cosas fueran como yo quisiera, esta noche te robaría hasta el aliento —ella susurró muy cerca de su oído y le regaló pequeños mordiscos en el lóbulo.
Carlos Gabriel gruñó al percibir los labios de Scarlett en su oreja, presionó con fuerza la cintura de la joven y la pegó más a su cuerpo para que pudiera sentir su dureza.
—Tienes mi permiso —murmuró, y sus manos se deslizaron hacia los glúteos de la joven.
Aquella vendedora de caricias colocó los labios en su firme pectoral y comenzó a besarlo, sin poder evitarlo, rememoró la noche anterior en el que aquel árabe colocó sus fuertes brazos sobre sus hombros y la obligó a ponerse de rodillas para que retirara su ropa.Entonces la joven se arrodilló y desabrochó el cinturón de Gabo, sus dedos se movían temblando intentando desabrochar un botón y correr la cremallera, después de unos segundos batallando retiró todas sus prendas encontrándose con su firme erección.Inhaló profundo recordando algunos de los consejos de sus compañeras con las que compartía la pequeña habitación, para comenzar a succionar como si disfrutara de una paleta de caramelo, siguiendo aquella sugerencia de una de ellas, mientras que sus manos acariciaban el resto del falo, estando atenta a cualquier reacci&oacu
Gabo se puso de pie, salió del bar, y subió a su auto, avanzó un par de calles, y lo estacionó en un lugar apartado, entonces se regresó caminando al club nocturno, divisó en la entrada principal a los guardias, con sigilo llegó a la parte trasera al lugar por donde metían los licores y demás bebidas para atender a los clientes.En ese momento un camión descarga algunas jabas de gaseosas, a un señor algo mayor casi le venció el peso y él enseguida se aproximó a ayudarlo.—Yo puedo dejar esto adentro —le dijo y lo miró a los ojos.El hombre lo observó con atención.—Es demasiado arriesgado —informó, casi adivinando las intenciones del joven.—No me importa, además puedo darte una buena recompensa —aseguró Carlos Gabriel atento a que los demá
Carlos Gabriel regresó al bar con la esperanza de ver a Scarlett, como cada fin de semana, fue conducido a su mesa, ladeó los labios al verla bailando en el tubo, en medio de la pista.Enseguida le pidió a Violet los servicios de la joven, y fue a la habitación que le asignaron.La chica ingresó con temor, sus ojos buscaron con resignación al caballero que la había solicitado, al observar que se encontraba de espaldas, de inmediato supo que se trataba de Carlos Gabriel, su corazón se agitó sin evitarlo. Cerró la puerta para hacer ruido y que se percatara de su presencia.—Estoy aquí —informó.Gabo giró y la miró, notó que se veía más delgada que la vez anterior.—Hola —saludó—, veo que duró mucho el castigo —expresó con pesar.La joven lade&oacu
Scarlett se encontraba sentada sobre las cobijas que se encontraban en el piso de la habitación donde compartía con varias de chicas. A pesar de las precarias circunstancias en las que vivía, no podía dejar de pensar en la pequeña esperanza que Carlos Gabriel le había dado al intentar sacarla de ahí, entonces una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, hasta que sintió como la golpearon con una prenda de vestir para llamar su atención.Giró su rostro hacia donde se encontraban sus compañeras.—Estás muy distraída —refirió la chica que le lanzó una blusa—. Por la manera en la que sonreías, me hace pensar que estabas pensando en algún cliente, porque aquí en este infierno, no hay motivos para hacerlo —mencionó con tristeza.Scarlett se quedó dubitativa, al escucharla.—
Scarlett afirmó con la cabeza, entonces esperó a que la mujer saliera del lugar. Momentos de angustia vivió luego de robarla y entrar al tocador para hacérsela. Minutos despuéssus ojos se abrieron de par en par, al ver los resultados de la prueba de embarazo que había hurtado de la habitación de Violet, presionó con fuerza sus ojos al ver como aparecían aquellas dos rayitas. Entonces colocó sus manos sobre su vientre con preocupación.—Te prometo que yo te protegeré, haré lo que sea con tal de preservar tu vida —susurró con lágrimas en los ojos—. Tú serás el motor en mi vida, solo lucha a mi lado, entonces una gran calidez rodeó su cuerpo, una extraña sensación de amor la inundó.Salió con el rostro desencajado y miró a la chica.—Es positivo —mencionó.
Tres meses después.Después de que Scarlett pasó un mes en compañía de aquel joven, prometiéndole que le ayudaría a conseguir una nueva identidad, cuando lo cumplió la joven abandonó el departamento en el que se refugió.Lo primero que se hizo para sus fotos de pasaporte fue cortarse el cabello y teñirlo de rojo, sabiendo que buscaban o a una chica rubia o una de cabello negro, ambas de cabellera larga. Retiró el piercing de su ombligo, dejando solo el de su nariz.Agradeció a ese misterioso desconocido por su ayuda, ya que él le compró el pasaje en autobús para cruzar la frontera y le dio un poco de dinero para que se ayudara mientras encontraba un empleo y reconstruyera su vida.Luego de viajar más de trece horas en aquel camión, la cadera comenzó a dolerle además que su pequeño vientre en algunas
Meses después.Carlos Gabriel se mudó con su antigua novia Melissa, la compañía de aquella mujer le ayudaba a apaciguar el dolor de haber perdido a Scarlett.Recordaba a cada instante la mañana en la que confirmó su deceso, el dolor que sintió le quemó el pecho, lloró varias noches en soledad, y luego un día decidió reconstruir su vida.La relación con Melissa era extraña, ella viajaba la mayor parte del tiempo, y él pasaba dedicado en cuerpo y alma a su trabajo.Una mañana de invierno, Carlos Gabriel frotaba sus manos para abrigarse, miró una cafetería y sin pensar un segundo ingresó, y tomó asiento en una silla de una mesa que estaba colocada cerca del ventanal a la calle. Una mesera se aproximó y tomó la orden. El joven pidió un expreso sin azúcar, y un sándwich a
Mitla, Oaxaca. —Mitla viene de Mictlan, palabra de origen náhuatl que significa “lugar de muertos”, y en zapoteco se conoce como Liobaa, “casa de tumbas” —explicó la hermosa guía a los turistas. La joven no podía concentrarse como acostumbraba a hacerlo, ya que a cada instante desvía su azulada mirada al sitio en donde sentaba a su pequeña hija de dos años. Luego de recorrer junto al grupo de viajeros y con la niña en brazos las ruinas arqueológicas, el paseo se dio por finalizado. Los extranjeros agradecieron por el tour, y ella por fin pudo dedicarse a su hija. Fueron hasta la plaza central, ahí la niña comió algo de fruta, para posterior a eso volver a Oaxaca. La pequeña quiso recorrer el parque y su madre no se negó a pesar de que se sentía cansada. **** Luego de que el autobús en donde viajaba Gabriela se descompuso, todos los pasajeros fueron invitados a descender, ya que con el inmenso calor q