La historia sigue, con mucho más romance, acción y misterio... El mafioso cruel no es el único con secretos. Estaba atrapada en los brazos de ese mafioso cruel, aunque siquiera enterrar todos esos sentimientos sería imposible. Me encontraba entre la venganza y el placer de pecar. Pero algo dentro de mí, presentía que algo malo iba a suceder. Solo que estaba oculto. Ni siquiera lo vimos venir. Estábamos tan dentro de nuestros deseos irracionales, que, el enemigo fue cobrando su venganza. Yo renací de la muerte y él se fue directo a ella. Solo sé que esto no termina aquí. La reina está a punto de nacer.
Ler maisBianca. —Necesitas dormir, te ves cansada —comentó Luka, lo escuché detrás de mi —. El aire frío va a enfermar al bebé.Mi mirada siguió varada en algún lugar de la inmensidad de agua, cargué al niño entre mis brazos pero no me moví. Mandé a Luka a que le comprara más ropita para que no tuviera frío y estuviera abrigado. Estaba demasiado mono con su gorrito de lana, pero aún así, no podía quitarme la soledad de mi corazón. Lo extrañaba. Lo extrañaba muchísimo. Tanto que ni siquiera podía respirar bien. Necesitaba saber que estaba bien. Que estaba vivo. El diablo no puede morir por el ataque de unos simples demonios. Aunque con los balazos que le metieron, eso es poco posible. Pero al menos, necesitaba su cuerpo para poder enterrarlo. Para llevarle flores y tener un lugar donde visitarlo. —Luka, el bebé no es mío —solté de repente. Luka se posicionó a mi lado en la parte del buque que estaba más solitaria, es la parte delantera, había varios agentes de seguridad marítima revisan
Horas más tarde. Dimitri. —¿Esta vivo, padre? —le pregunté. Todos los pescadores paramos en nuestro trabajo para ver si el hombre que encontramos varado en mar estaba vivo o muerto. Observé al sujeto. Debía tener treinta y pocos, su cabello negro estaba empapado igual que su traje manchado de sangre. Tenía bastantes balas en su abdomen. Miré a papá para saber su respuesta, él lo estaba revisando. Había estudiado medicina, pero lo dejo porque su familia no poseía el dinero para pagar la carrera. Yo corrí con su misma fuerte. Años de miserias. —Su pulso es bajo, pero sorprendentemente está vivo —anuncia. Raiza se acercó a mí, estaba tan sorprendida como toda la tripulación. —¿Debemos avisar a las autoridades, señor? —preguntó ella. Papá palidece. —No —se negó—. De ninguna manera, niña. Pescamos ilegalmente toda nuestra mercancía, si la policía se entera de esto podemos ir a la cárcel. Todos mantuvieron silencio. El cabello naranja de Raiza me dio en la cara y estuve a punto d
Bianca.Estaba en el medio del mar Barents, con dos enemigos cargados con una pistola que hacía sido apretada para matar al padre de mi hijo. El bebé no paraba de llorar, y yo no podía pensar en otra cosa, ¿cómo sabían en donde estábamos? ¿Por qué pudieron entrar?Apreté con los dedos muy fuertes el arma que retenía en mis manos. Mi pecho se sentía dolorido, pero no podía dejarme vencer ahora.Giovanni iba a aguantar.Estamos hablando de mi hombre, podría aguantarlo todo y sobrevivir para contarlo. Él no podría haber muerto. Es imposible que me dejará sola con su hijo.—¿Qué haremos contigo, pequeña arpia? —preguntó con un tono malvado Maxim.No se lo que vayas a hacer tú, pero voy a dispararte entre las cejas, hijo de puta.Las olas feroces movieron el barco, tuve que dar un paso atrás para no caerme. El tiempo en aquel mar se estaba embraveciendo, eso me asustó, Giovanni estaba ahí abajo herido. En esa agua helada perforando su cuerpo, adormeciendo sus músculos. El aliento se me cor
Bianca.Temblé de miedo, de pánico. No podía ser. No podía ser. Simplemente no podía ser.Yo vi el cuerpo sin vida de mi bebé. Ese bebé no era mío, simplemente no era. Porque mi hijo estaba muerto, su corazón no resistió. Era prematuro y le faltaba aún formación. La mano dura de Giovanni se clavó en mi brazo, me jalo para que pusiera mi atención en él. Acunó mi rostro suplicándome que se lo dijera, que le contara todo lo que estaba pasando.Pero no podía.No podía hablar. Ni respirar.—Bianca no te dirá nada —una voz emergió desde dentro de las escaleras que llevaban a la parte baja del yate —. ¿Verdad, muñequita? Haz las cosas bien y tú valioso tesoro no saldrá dañado.Maxim Nóvikov salió como un espectro, Giovanni me puso contra su espalda cuando giró hacia su dirección y divisó que nos estaba apuntando con el arma. Los ojos se me llenaron de lágrimas.—¿Quién demonios eres tú? —cuestionó él—. Baja el arma o te destripo.Maxim se rió. El yate de pronto se encendió, desplazándose po
Bianca.Las cosas se salieron de descontrol.No puedo creer que cogiera con Giovanni delante de todos, y que estuviéramos tan absortos en nuestros actos, que no pudiéramos darnos cuenta de que hacíamos una locura. Me dolía terriblemente la cabeza, y no podía dejar de pensar en todos los sucesos.—¡Ay, cuidado! ¡Me haces daño, estupida! —le chillé a una empleada.Vi como su rostro se contraía del miedo en el reflejo del espejo del tocador dorado.—Lo siento, señora. Tiene el cabello muy enredado —se disculpó ella, volvió a cepillar las hebras rubias de mi cabello.Esta vez lo hizo con mucha más delicadeza, cuidando de no hacer mucha fuerza para no hacerme daño de nuevo. La llamé básicamente porque estaba demasiado cansada para levantarme de la cama y hacer todo esa rutina para parecerme a Annika.Ella lo haría por mí.No recordaba su nombre, pero estaba haciendo un gran trabajo con el peinado.Aún llevaba la bata de la ducha cubriendo mi cuerpo desnudo, solo estaba esperando que termin
Los errores serán corregidos cuando el libro culmine. Bianca.—Las reinas no son azotadas, son ellas quienes azotan a sus súbditos.El vestido que estaba atorado en mis caderas cayó al suelo, quedé en ropa interior negra. Había sido una buena opción elegir esa lencería. Los ojos verdes de Giovanni me acariciaban la piel expuesta, comenzaba a sentirme caliente. No podía ver a los clientes, las luces hacían que todos quedaran en la oscuridad mientras nosotros éramos iluminados por grandes focos. La música comenzó a bajar de volumen, el silencio se intensificó. —¿Y como azotan a sus súbditos? —preguntó pícaro.Convertí mi rostro en uno inocente y timido.—Usan la lengua para azotarles el pene. Y si se portan bien, se llevan una lamida de regalo. Se oyeron jadeos. Me mordí los labios para no sonreír. Me acomodé en el sillón, tumbándome de lado con dirección al mafioso. Lamí mis labios mientras observaba sus movimientos. Empezaba a quitarse el saco. Esto se iba a poner bueno. Utilice
Bianca. Una cosa más en mi lista de desgracias. Estar al borde de la muerte se había convertido en mi hobby favorito. Tan solo un paso más y me aproximaría a una tétrica soledad en lo más profundo de un ataúd. Tal vez eso fuera la solución a todos mis problemas, pero no dejaría de luchar hasta que la muerte me atrapara. Me habían envenenado. Pero no solo a mi, sino también a Irikna. —Está estable, por suerte su prometido se dio cuenta del veneno que era y pudo darle un antídoto —dijo el doctor después de revisarme, aún no me podía creer que esto estuviera pasando —. Su hermana y usted están vivas de milagro. No creía en milagros. Los milagros no existían, tan solo eran engaños. El doctor escribió algo en su bloc, lo dejó en la parte delantera de mi cama y caminó hasta la puerta para salir de mi habitación enseguida. No estaba en casa, pero si en un hospital reconocido y privado de Moscú. Me costó al principio ubicarme, porque realmente pensaba que estaba muerta. Pero hierba m
Bianca.Mi cuerpo vibraba mientras toqueteaba todas y cada una de mis partes íntimas. Mi subconsciente me jugó una mala pasada en imaginar las manos frías de mi enemigo pasándolas por mi cuerpo. Por un momento lo disfruté.Gemí de gusto que aquel acto me proporcionó. Pero los nudillos de un empleado resonaron en la estancia, alejé los dedos de mi piel como si quemara. Di una última mirada a Giovanni que estaba en el mismo lugar, con su gesto ansioso y excitado. No quería parar, quería tocarme demasiadas veces hasta quedar exhausta y extasiada.Me moví para buscar una bata, cuando la encontré me la coloqué en el cuerpo rápidamente y abrí el pestillo. Bianca.En el último piso del palacio había un jacuzzi excelente, estaba pegado justo a una ventana. Observé por un momento el vaho que se formaba en el cristal y la nieve pegada en el. Desde mi posición había unas vistas demasiado tranquilas, los picos de los árboles estaban manchados de nieve recién caída, el césped del patio lleno de escarcha.Me sentía bien. Demasiado.Dejé a un lado mis pensamientos, las desdichas que desolaban mi maldita existencia. Y por poco consigo sonreír.Lo hubiera hecho, de no ser porque la presencia de Giovanni Lobo apareció en el jardín trasero. Hice una mueca, pero no volví la vista hacia otro lugar. Venía con unoCapítulo 13