Bianca.
Estuve un mes más en el ala de aislamiento. Me subieron unos años más la condena por matar a esa mujer. No sentí pena ninguna por robarle la vida, porque era una mala persona y me iba a hacer daño a mí. Era yo o ella. Y decidí salvarme a mí.
La cárcel era como una jungla. Los depredadores iban a por sus presas, así que te tenías que convertir en un depredador antes de que te devoraran. Ahora yo era ese depredador.
No salía de mi prisión. Por prevención me ubicaron en una solitaria. Mejor así. No sentía ganas de ver a nadie. Tampoco de que me acosaran después de lo que hice. Volví a robarle la vida a otra persona y ni siquiera me importó. ¿Había algo mal en mí? Sí. Ahora no tenía alma y esa era la consecuencia.
Me había convertido en una persona egoísta.
Ya no me importaban los sentimientos de los demás, solo los míos.
—Bianca Lamberdy —el pitido de la puerta me hizo alzar la cabeza y mirar al guardia —. Tienes visita.
¿Visita? Yo no podía tener visitas. Estaban prohibidas para mí. El corazón me latió fuerte en mi pecho, rápido me puse en pie y salí por la puerta cuando él me lo permitió. Después buscó las esposas y las colocó detrás de mí muñecas a mi espalda. El pasillo de la prisión se volvió más aterrador cuando me encontré caminando.
Desde allí, todas las prisiones estaban conectadas y podían verme. Casi siempre podía en mis rejas una sábana para tener privacidad, pero todas las miradas de esas presas me estaban poniendo nerviosa. Las oía cuchichear en ruso, así que no entendí nada de lo que decían. Ninguna de ellas se atrevió a decir nada.
Puede que me tuvieran miedo después de lo que hice.
O tan solo estaban analizando mis acciones para matarme después.
Aún tenía la sangre de esa mujer debajo de mis uñas. Intente quitarlas, pero no me había duchado desde hace mucho tiempo.
Mis pensamientos intentaron descubrir quién era la persona que me visitaba. ¿Cómo lo había hecho? Pensé en Giovanni Lobo, entonces recordé que no podía ser él porque lo asesiné.
Sentí un pinchazo en mi pecho y respiré muy hondo siguiendo al guardia. Él hacía gestos con sus manos, para que los demás trabajadores de la cárcel, abrieran poco a poco las rejas que dividían las diferentes salas. Cada pitido resonaba en mi cabeza, cada parpadeo me hacía querer llorar.
No lo hice.
Me erguí y en unos minutos estaba sentada en un cubículo. Todo paso rápido, no había nadie más en esa sala. Había un vidrio de cristal que partía el cubículo. Aquello era parecido a lo que se grababa en algunas películas de cárceles y criminales.
Me senté en la silla que era bastante incómoda. Espere a que alguien se encontrara al otro lado. Pero no había nadie.
Fue entonces cuando lo vi.
Vestía con un traje caro azul, su cabello estaba peinado hacía atrás y me observó antes de sentarse. Nos quedamos en silencio mirándonos un par de segundos. Aún no podía creer que estuviera vivo. Yo vi su cuerpo muerto.
—¿Qué haces aquí, Luka? —pregunté con dureza.
Así que él era un Romanov. Luka Romanov. El hijo que había sido adoptado por Nikolai y Anastasia.
No habló solo me analizó.
—¿Vienes a asegurarte de que estoy rota y destruida? —sonreí burlona —. Cariño eso no puede pasar. Tú y tu familia podéis llevarme hasta el mismísimo infierno que seguiré en pie. Vosotros no sois capaces de destruirme, Luka. Soy mucho más fuerte que todos vosotros.
Se rascó el cuello acercándose al cristal. Esbozó una sonrisa divertida.
—Tu apariencia es un asco —comentó.
—No se puede estar divina en una cárcel en la que cada día te quieren asesinar.
Tragó saliva y su diversión se evaporó.
—Estoy aquí porque necesito que confíes en mí, Blanka —soltó sus palabras sin miramientos —. Vine para ayudarte.
Una carcajada emergió de lo más profundo de mi ser.
—¿Ayudarme? ¿A mí? —volví a reírme —. Tuviste oportunidad ese día. Pudiste decirle algo a tu hermana y te quedaste callado. Te hiciste el muerto y ni siquiera me avisaste sobre ello.
—El abuelo de Giovanni quería mi cabeza, casi la consigue de no ser por Annika. Ella me salvó y me dio alojo en su clan —explicó rápidamente.
—No me importa —casi chille —. Te quería, Luka. Estaba sintiendo cosas muy bonitas por ti.
Sus ojos no pudieron agrandarse más.
—Tú estabas enamorada de Don. Y tampoco podía corresponderte.
—¡Esa clase de sentimientos no, idiota! —me levante enojada y mi rostro estuvo más cerca del vidrio que nos separaba —. Nosotros dos teníamos tensión sexual, sí, lo reconozco, pero te quería como mi amigo. Sentía que podía confiar en ti. ¿Sabes cuánto llore por ti? Te eche de menos todo el tiempo.
—Yo también te eche de menos, Blanka.
—¡Qué no me importa! —golpee el cristal —. ¡No me digas Blanka porque ese no es mi nombre!
—Es tu nombre, eres Blanka Romanova, mi hermana. Yo te cambiaba los pañales cuando era un bebé cagón —aseguró asqueado —. La primera vez que te vi venir con la tía Sasha a la boda, solo quise correr hacia ti y abrazarte. Pero no podía. Annika me había ordenado seducirte y llevarte hasta ella. Cuando quise darme cuenta que estaba loca era demasiado era tarde.
—¡Tenías la opción de no hacerlo o protegerme!
—Me tenía cogido por los huevos, pequeña salamandra. Es algo que no puedes entender.
Fruncí mi ceño.
—Te voy a golpear, idiota.
Sonrió de nuevo.
—Lo harás después de que te ayude a salir de aquí.
—No quiero tu ayuda —dije entre dientes.
—Bueno, salamandra, igual te voy a ayudar —se encogió de hombros —. Pareces un oso panda con esas ojeras. Te vas a tener que inyectar algo para volver a estar bonita.
Me sacó la lengua burlándose de mí y yo enseñé mi dedo del medio. Este era el Luka que estaba de menos. No sabía si podía confiar en él. Esto era un infierno, quería salir, pero no con su ayuda. ¿Tenía otra opción? No. Era eso o quedarme y vivir una vida infeliz. Aunque estaba segura que allí fuera todo era mucho más peligroso.
—Vete con tu familia y déjame en paz.
—Deja el drama, ya estoy con mi hermana favorita —sonrió y se puso en pie —. Tendrás noticias mías pronto. Te sacaré de aquí, quiero ayudarte porque solo tú te mereces estar en la pirámide de la mafia. Liderando. Como mi papá lo quería.
Me giré para irme de una vez porque estaba enojada, confusa y herida. Pero todo me dio vueltas así que me senté. Luka se inclinó al cristal con las facciones preocupadas. Lo veía doble, me estaba mareando muy feo. Había sentido esto muchas veces, solo tenía que sentarme y coger aire. Debería ser por la falta de nutrición.
—¿Te encuentras bien? Llamaré a alguien —me informó.
Quería decirle que estaba bien. Pero no pude. No me dio tiempo a nada más que respirar una última bocanada de oxígeno.
Mi consciencia se apagó.
Desperté parpadeando puesto que la luz era demasiado intensa. Nuevamente escuchaba un pitido, pero era diferente al de las puertas. Abrí los ojos y enfoque a los productos de enfermería que estaban colocados por todos lados. Me encontraba en una camilla recostada. ¿Me había desmayado demasiado fuerte?El doctor se dio cuenta de que había despertado y camino hacia mí con un bote.—Qué bueno que ya te despertaste. Te desmayaste y te trajeron aquí para que pudiera revisarte —dijo con monotonía, abriendo el bote —. ¿Podrías levantarte la blusa? Quiero verificar algo antes de dar un pronóstico.Asentí en silencio.Me levante la blusa desgastada y rota. Mi barriga se enfrió por el ambiente fresco que hacía, pero resistí. El doctor me echo un gel raro y me presionó
Bianca.Sentada en la cama de mi prisión, me preguntaba si toda aquella situación podía mejorar.La respuesta estaba ante mis ojos. No. Nada mejoraría, todo iría a peor. Ahora resulta que estaba embarazada, un hijo mío y de don crecía en mi interior como una semillita. La idea me puso los pelos de punta, pero es que no era una simple idea de mi cabeza, era la realidad. Dentro de mí un ser humano vivía. Y eso me mataba.Me mataba porque quería odiarlo, como hacía con su padre. Quería detestarlo. Quería matarlo como sea. Dándome puñetazos en el abdomen hasta que ese diminuto ser se muriera. Cada día imaginaba como podían ser sus ojos, su boca. Si tendría los genes del padre o los míos. Si sería rubio. Si su destino iba a ser distinto al mío.Así que,
Bianca.Cerré los ojos. Respire muy hondo aspirando la humedad del ambiente.Cuando los volví a abrir la escena había cambiado. No había nieve. No había ese rastro del coche que trajo a Giovanni Lobo. Él no estaba. No me miraba. No había venido a por mí. Fue una cruel ilusión de mi mente agotada.Mi cabeza estaba apoyada en la piedra del túnel, me había caído y mis rodillas ardían del dolor. No había avanzado tanto como mi mente lo había sentido. Me sentía engañada conmigo misma, mi propia mente se había burlado de mí. Lo peor es que me ilusionó, sentí que estaba vivo y que había regresado a por mí.<
CABAÑA ROMANOV.PERDIDA EN LAS MONTAÑAS DE RUSIA.Meses después.No dormí mucho esas noches. No podía. Algo en mi interior me gritaba que pasarían cosas más crueles para mí. Cómo si un sentido olvidado, me quisiera avisar.La habitación estaba alumbrada por faros calientes y brillantes, desde mi posición en la cama podía ver la nieve chocar con el cristal amplió. El gran ventanal a veces me daba la paz que necesitaba. Por las noches, echaba las sábanas para que ningún animal me observara mientras dormía.—¿Cómo está mi hermana preferida? —asom&o
Bianca.Mi bebé murió.El doctor me dijo que podía pasar, qué había una posibilidad de que sucedería.En cuando naciera su corazón sería tan débil que no podría aguantar más de dos segundos. Y no aguantó. Ni siquiera vi su carita. Ni siquiera lo oí chillar en busca de aire. No resistió. Solo tenía 7 meses de embarazo cuando di a luz.Debí haberlo protegido mejor. Pero, ¿que podía hacer yo? Si era un monstruo. Me sentía tan culpable.—El líder de la organización está en el saló
Sí que podía. Claro que podía.Las comisuras de mis labios se elevaron e inflé el pecho cuando su mirada arrasó con casi todas mis defensas. Seguí bajando, lo ignoré mientras me movía como Annika lo hubiera hecho. Cómo bajó la primera vez que la vi y me hizo cortarle la pierna a Giovanni.Estaba tratando de huir y meterme en todo ese grupo de personas, pero al pasar por su lado y oler la colonia que utilizaba todo se me removió. Así que me paré otra vez, ahora a escasos centímetros. Aún sentía su mirada abrasadora, exigía que lo mirara. Pero no lo iba a hacer.No merecía nada.Lo oí suspirar. Apagó el cigarrillo y se acercó tan lento a mi oído, que casi temblé del miedo.—Espero que el jueguito te sirva, ya sabes lo
Bianca.Moscú era un lugar frío, solitario e inhóspito para mí.Traté de acostumbrarme lo más rápido posible, pero me fue imposible. No podía ver ese palacio como mi casa, ni a los empleados como los míos. Nada allí me pertenecía. Era de Annika, pero yo se lo había robado a ella. Era mío. Todo era mío. Aunque no quisiera tenerlo.Ahora era la reina.Detrás de mis espaldas cargaba con un pesado dolor y carga que no me correspondía.Era la líder de la mafia rusa.Y además, la organización q
Bianca.Mis piernas temblaban a medida que iba subiendo por las escaleras del palacio.Tenía que ser dura, no dejarme vender con las palabras que me iba a decir. Seguro estaba tramando algo en esa cabeza malvada. Pero yo no iba a caer, no en sus juegos perversos.Me detuve en la puerta de su habitación, había escogido una que tenía despacho y baño privado. En realidad, aquí las habitaciones eran enormes, hasta poseían pequeñas salas de descanso en la entrada. Está no era así.Respiré cogiendo el aire y llenando mis pulmones, iba a ser complicado.Porteé con