|Capítulo quince|

Sostenía un inservible collar entre sus manos, levantó la mirada al sentir ese peso en su cuerpo al ser observada por Alejandro Fendi. Recién notaba que él estaba allí, que la había encontrado.

La alegría con la que buscaba sus tesoros se fue disipando hasta que solo quedó una expresión vacía en su rostro.

Una parte de ella quiso limpiar su cara, sacudir su ropa o simplemente alejarse de ese montón de basura en el que escarbaba, por el simple hecho de que así era como Alejandro quería verla, como una mugrienta mujer de la calle.

Por sus mejillas rodaron dos lágrimas, las detuvo con sus sucias manos, dejando una marca de polvo en su cara; guardó el collar en su mochila y luego le dio la espalda al Fendi.

No pensaba que él la estuviera buscando, menos pensaba que la fuera a encontrar, porque había muchos e infinitos lugares donde buscar, pero allí estaba él, feliz de encontrar a Ariel.

Era su ficha más importante y casi pierde el juego a falta de ella.

—Vámonos a casa. Ya no perteneces
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