|Capítulo veintiuno|

Era la una de la madrugada cuando Alejando llegó a casa.

Estaba ebrio, cansado y solo quería dormir.

Cruzó desde la entrada haciendo ruido, chocando con cada cosa en su lugar y tarareando una canción de la cual las letras había olvidado hace un par de horas, pero ese pequeño ritmo seguía en su cabeza sin querer salir de él.

Cuando abrió la puerta de la habitación, encendió la luz y pisó los trozos de algo que su estado de embriaguez no le permitieron saber qué era.

—Esta pequeña es muy desordenada. Imaginaré que estoy muy ebrio y no es un plato lo que hay en trozos, regados por toda la puerta—murmuró mientras avanzaba.

Se extrañó un poco de que Ariel no despertara con la luz encendida, ella en las noches era como un pequeño murciélago y no le gustaba la luz, sin embargo, ni se movió o dijo nada al él entrar o hablar en la habitación. Esperaba que ella al menos despertara al escucharlo llegar, pero no pasó.

Volvió a apagar la luz luego de tomar un calzoncillo y fue directo al baño, don
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