|Capítulo veintidós|

Alejandro despertó muy de temprano con un fuerte dolor de cabeza.

Aún no había salido el sol, fue a la cocina y buscó una pastilla.

Una cosa era que Ariel se negara delante de él a casarse y otra muy diferente y grave era que Ariel se negara frente a todo el público, frente al padre y dijera que no, que no aceptaba casarse con él.

Aquello representaba un peligro para él.

Buscó su móvil y fue al coche, allí se encerró para hacer un par de llamadas.

Cuando su dolor de cabeza disminuyó, Alejandro sacó unos tabacos que ocultaba debajo de su asiento, ya que solo fumaba cuando estaba nervioso o ansioso y en esa ocasión estaba la combinación de ambas.

Entre esas llamadas que realizó, estaba la suspensión de la ceremonia en la iglesia, por lo que se casarían a media mañana de ese mismo día.

La siguiente llamada fue más rápida y un coche se detuvo junto al suyo, entregándole una pequeña bolsa con varias diminutas y blancas pastillas.

Regresó a la casa al ver que ya iba por el tercer tabaco.

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