Sostenía un inservible collar entre sus manos, levantó la mirada al sentir ese peso en su cuerpo al ser observada por Alejandro Fendi. Recién notaba que él estaba allí, que la había encontrado.La alegría con la que buscaba sus tesoros se fue disipando hasta que solo quedó una expresión vacía en su rostro.Una parte de ella quiso limpiar su cara, sacudir su ropa o simplemente alejarse de ese montón de basura en el que escarbaba, por el simple hecho de que así era como Alejandro quería verla, como una mugrienta mujer de la calle.Por sus mejillas rodaron dos lágrimas, las detuvo con sus sucias manos, dejando una marca de polvo en su cara; guardó el collar en su mochila y luego le dio la espalda al Fendi.No pensaba que él la estuviera buscando, menos pensaba que la fuera a encontrar, porque había muchos e infinitos lugares donde buscar, pero allí estaba él, feliz de encontrar a Ariel.Era su ficha más importante y casi pierde el juego a falta de ella.—Vámonos a casa. Ya no perteneces
Una semana.Esa había sido la fecha que Alejandro puso para la boda, y todo comenzaba a marchar con mucha prisa, porque a pesar de que solo contaba con una semana, bastó con una llamada para que los preparativos de la boda entraran en marcha.Daban comienzo los preparativos ahora que encontró a la novia y aún no llegaban bien a casa.Cuando Ariel vio que se acercaba nuevamente a esa mansión, mordió sus labios y agachó la mirada.En la puerta la esperaban la señora Fendi y su hija menor, Annie.Ambas con cara de disgusto por la aparición nuevamente de Ariel y aquel aspecto tan desagradable, resaltando en ella solamente su hermosa cabellera. Entró de la mano de Alejandro y pasó al lado de ellas con la mirada baja.—Otra vez la peste aquí— Murmuró Annie, recibiendo una mirada de reproche de parte de su hermano—. ¡Ni que estuviera hablando algo que no sea cierto! ¡Apesta! ¡Que asco! — Cubrió su nariz y salió de la casa para tomar aire. La madre se marchó a su habitación.Una toalla y ropa
—¡¿Qué diablos fue lo que hiciste?!— Su voz se escuchó por toda la casa, los niños no estaban allí, solo Alessia y Marco—. ¡Ni siquiera me dijiste a mí dónde dejaste a esa mujer! ¿Cómo fue que pudiste hacernos eso? ¡Ya lo teníamos! —Sentada en el sofá, Alessia lloraba en silencio. También se sentía pésima, pues había dicho a Alejandro donde se encontraba aquella mujer, cuando ya lo tenían en sus manos, casi haciéndolo caer.Se vio sin salida, acorralada. No tuvo más remedio.Contra aquel secreto no tenía nada que hacer y jamás, jamás imaginó que Alejandro tuviera aquella información, creía que nadie lo sabía, que solo ella conocía esa verdad.—Lo siento, Marco. Lo siento.—Eres tan idiota que no sé ni cómo es que me sorprendo. — Se acercó a su esposa, secó sus lágrimas y besó sus labios con calma, respiró profundo y luego se tranquilizó —. Ve a la cama, saca mi cinturón. Tengo que castigarte por esto o no estaré muy seguro de si entiendes que estuvo mal.—Pero...—intentó quejarse, pe
Ariel soltó un grito cuando vio la habitación llena de personas desconocidas, unas cinco mujeres en total.—Buenos días, señorita.— Una mujer se acercó a ella y tomó su mano para sacarla de la cama, la puerta del baño se abrió y de ella salió Alejandro —Señor Fendi, ¿usted vendrá con nosotros?— Le preguntó la mujer al verlo.—Dudo de que, si no voy, aquella pequeña mujer haga un desastre con todo y la boda es algo que debe de quedar muy bien. Uno no se casa todos los días, ¿no?— Observó a Ariel con una sonrisa, pero ella solo miraba que él estaba en calzoncillos y calcetines con aquellos desconocidos presentes.—¡Vístete, Alejandro! — Le gritó Ariel, viendo como el resto de las mujeres se quedaban observándolo.—Salgan un momento, por favor. Alguien está haciendo una escena de celos. —Alejandro aún no se acostumbraba al comportamiento tan gracioso de Ariel.Mientras ellas salían, Alejandro se vestía, Ariel corrió al baño, lavó su cara y sus dientes.Tomó otra ropa y regresó al baño pa
Fabio, aunque era un tipo sencillo, era un poco bohemio, sarcástico y un tanto distraído.Al saber que su amigo llegó, se puso de pie para recibirlo, se verían en un restaurante y de paso almorzarían juntos.Cuando Fabio vio que Alejandro llegaba con aquella mujer de la mano, soltó una sonrisa al ver el rostro de Ariel.No entendía por qué su amigo le había dicho que aquella mujer era fea, porque aún con aquella sudadera, ese pantalón jean y su cabello en una coleta, para Fabio Ariel le pareció hermosa. Sus enormes ojos lo miraron cuando Alejandro los presentó, ella extendió su mano, pero él le dio un beso en la mejilla y seguido le abrió la silla para que ella tomara asiento.Ariel también estaba muy sorprendida con tanta atención, tanta amabilidad de parte de un hombre al que recién conocía.—Ariel es un nombre hermoso— dijo sin poder apartar la vista de ella —. ¿Sabías que soy el padrino de la boda?— Pero poco Ariel decía, seguía enojada con Alejandro por ver su vestido. —¿Estás ne
Se había quedado encerrada todo el día en la habitación mientras Alejandro no estaba, con el consuelo de que él volvería al día siguiente.La habitación estaba llena de cosas que habían estado llevando, muchas de ellas para que ambos se prepararan el día de la boda.Solo faltaban cuatro días.Normalmente, solían llevarle la comida a la puerta, pero ese día no sucedió así, no le llevaron ninguna de las comidas y Ariel no quería salir sin la presencia de Alejandro, sabía que tanto su madre como la hermana, sentían desprecio hacia ella y no quería toparse en la casa con ellas.Buscó en su mochila algunas de las galletas que quedaban y a lo largo del día se las comió todas mientras leía.Al llegar la noche, comenzó a caminar de un lado a otro con los zapatos, para acostumbrarse a la altura y a la incomodidad que proporcionaban a sus pies.Aburrida, tomó su libro y comenzó a ir de un lado a otro mientras leía en voz alta, le agradaba más, porque escuchaba su voz y no se sentía tan sola, ad
Era la una de la madrugada cuando Alejando llegó a casa.Estaba ebrio, cansado y solo quería dormir.Cruzó desde la entrada haciendo ruido, chocando con cada cosa en su lugar y tarareando una canción de la cual las letras había olvidado hace un par de horas, pero ese pequeño ritmo seguía en su cabeza sin querer salir de él.Cuando abrió la puerta de la habitación, encendió la luz y pisó los trozos de algo que su estado de embriaguez no le permitieron saber qué era.—Esta pequeña es muy desordenada. Imaginaré que estoy muy ebrio y no es un plato lo que hay en trozos, regados por toda la puerta—murmuró mientras avanzaba.Se extrañó un poco de que Ariel no despertara con la luz encendida, ella en las noches era como un pequeño murciélago y no le gustaba la luz, sin embargo, ni se movió o dijo nada al él entrar o hablar en la habitación. Esperaba que ella al menos despertara al escucharlo llegar, pero no pasó.Volvió a apagar la luz luego de tomar un calzoncillo y fue directo al baño, don
Alejandro despertó muy de temprano con un fuerte dolor de cabeza.Aún no había salido el sol, fue a la cocina y buscó una pastilla.Una cosa era que Ariel se negara delante de él a casarse y otra muy diferente y grave era que Ariel se negara frente a todo el público, frente al padre y dijera que no, que no aceptaba casarse con él.Aquello representaba un peligro para él.Buscó su móvil y fue al coche, allí se encerró para hacer un par de llamadas.Cuando su dolor de cabeza disminuyó, Alejandro sacó unos tabacos que ocultaba debajo de su asiento, ya que solo fumaba cuando estaba nervioso o ansioso y en esa ocasión estaba la combinación de ambas.Entre esas llamadas que realizó, estaba la suspensión de la ceremonia en la iglesia, por lo que se casarían a media mañana de ese mismo día.La siguiente llamada fue más rápida y un coche se detuvo junto al suyo, entregándole una pequeña bolsa con varias diminutas y blancas pastillas.Regresó a la casa al ver que ya iba por el tercer tabaco.En