Capítulo 3

—No te preocupes—dijo Vincent cuando entró al coche con ella, había tomado una camisa que Vasily tenía en el coche, pero le quedaba un poco floja de los brazos, pues su complexión era inferior a la del Pakhan—. No eres su tipo, no te pasará nada—le aseguró, imaginando las cosas que iban pasando por la cabeza de la joven.

Pero sí era su tipo y una parte muy perversa de él se alegra de que Vasily la haya tomado con un pago, así se ahorraba el cortejo y demás.

La joven temblaba, a la espera de su destino, sin poder creerse que acababa de darse para saldar una deuda, sin que nadie tomara en cuenta su decisión o lo que ella deseaba.

Quería ponerse a llorar como una niña pequeña y pedir que la llevaran con su madre, pero su madre ya no estaba para ella y ella ya no era una niña pequeña. Además, hace mucho que se había dado cuenta de que las lágrimas no solucionaban las cosas por arte de magia. Eso no significaba que no fuera a llorar, sino que sabía que eso no arreglaría nada.

No se podía creer que tuviera tanta mala suerte de haber caído en manos de aquellas personas, todo ese tiempo huyendo de su padrastro, para ahora encontrarlo de la nada y entregarse como pago de una deuda.

Si creyó que antes había tenido un mal día, ese era el peor de todos.

¿Qué tan mala era su suerte, Nerea Pérez López?

Para una vez que su vida llevaba una dirección adecuada, lejos de personas que pudieran dañarla, ahora caía en las garras de aquella Bratva. Se había sentido libre al no ser encontrada por su padrastro, pero veía que su libertad duró menos que un pestañeo. ¿Cómo fue eso posible? Justo cuando sentía que las cosas estaban yendo bien…

Intentaba no gritar, antes Vincent le había parecido un hombre agradable cuando curó su brazo, pero ahora que sabía que se relacionaba con aquella Bratva, le daba miedo, un terror increíble y más Vasily, el líder de aquella organización criminal.

El Pakhan era aún más de temer.

Unos minutitos más tarde, Vasily se unió a ellos dentro del coche.

—Vete en el otro coche —ordenó a Vincent.

Su amigo le dio una última mirada a Nerea antes de abrir la puerta. Ella estaba tan nerviosa, que se dio cuenta de que le tenía más miedo a Vasily que a Vincent, no deseaba quedarse a solas con él.

Sujetó el brazo de Vincent al ver que este ya iba a salir del coche. Le aterraba quedarse a solas con el Pakhan, su nuevo dueño.

—Por favor…no me dejes aquí—le pidió con notable desesperación, ya mojando su rostro con sus lágrimas, ¿no que no iba a llorar? Llorar no remediaba nada, pero tampoco podía impedir hacerlo, tan solo se deslizaban por su rostro—. Te lo suplico.

—No pasará nada—dijo, le dio una sonrisa amable y luego terminó de salir, cerrando la puerta con ellos dos dentro, más el chofer.

Nerea volvió a su asiento, valorando las posibilidades que tenía de escapar.

¿Escapar?

Ciertamente eran de cero.

No había ninguna posibilidad de poder escapar y al intentarlo solo empeoraría su situación.

Frente a ella solo había un hombre de mirada fría, que no dejaba de observarla. Se sintió incómoda y aquel silencio complicaba todo.

No quería levantar la mirada, pero observó en su ropa aún mojada por las cervezas que antes ella arrojó sobre él, aunque también recordaba cómo él la arrojó sobre aquella mesa con tanta fuerza, más de la necesaria, y ella se hico daño en un brazo, recibiendo el corte que ahora cubría con la camiseta de Vincent.

Vasily Ivanov no era de una buena fama, a sus treinta dos años se había convertido en el Pakhan, fue algo que se ganó a pulso y escaló para obtener, no solo fue un título que su padre puso en él, fue algo que merecía, que se ganó. Poco acostumbraba a confiar en las personas, le gustaba rodearse de gente de la que no pudiera desconfiar y mucho le costaba confiar, por eso su círculo era muy cerrado, demasiado pequeño porque las personas en las que confiaba eran pocas.

No le gustaba la piedad, consideraba eso un acto ridículo, lejos de lo justo.

Tenía serios problemas en mostrar sus sentimientos, su padre siempre le dejó claro que aquello solo servía para hacerlo débil, vulnerable ante los demás. Por lo que ahora mismo él era un experto en no sentir nada, jamás se había enamorado, nunca había mostrado un especial interés hacia un hombre o hacia una mujer, sabía poner límites, sabía ponerse límites y dejar lejos las cosas que podían hacerlo vulnerable.

Sabía el poder que tenía una mujer en un hombre enamorado y él no se permitiría jamás verse vulnerable ante nadie.

El amor era algo inservible para él.

Frente a él tenía lo que sirvió para saldar una deuda, pero la joven parecía demasiado buena, tanto como para atreverse a mirarlo de ese modo.

Había miedo, pero no descartaba esa chispa en sus ojos a punto de incendiarse.

Nerea Pérez López, comenzaba a darle curiosidad.

Después de mirarla detenidamente, la mirada de Vasily reposó en su brazo herido.

Fue brusco en aquella ocasión y ella se hizo daño, pero Vasily no sabía cómo no ser brusco, mucho menos mediar su fuerza. Tener tacto no era lo suyo, ser amable era algo imposible y frente a una joven que parecía frágil e inocente, él no tenía la más mínima idea de cómo comportarse. Sería un desastre tenerla en casa cuando no sabía ni cómo tratarla.

Ante sus ojos debía estar pareciendo un animal salvaje, como si le importara lo que los demás pensaran de él, mucho menos una desconocida de la que no sabía nada.

—¿Puedo preguntar qué pasará conmigo ahora?

—Lo que yo quiera que pase, Nerea—esa respuesta fue desagradable ante Nerea, comprendiendo que su futuro estaba en manos de aquel hombre. Él tenía todo el poder sobre ella.

Dueño y señor.

—¿D-De cuánto es la deuda de Daniel? Si trabajo, quizás podría pagarla.

—La cantidad es grande, del único modo en que podrías pagarla en un par de años es prostituyéndote en uno de mis casinos. —Comenzó a jugar con ella, asustándola.

Nerea sintió un nudo en su estómago y el miedo se intensificó, nuevamente no fue capaz de mirar aquellos ojos azules helados. Se abrazó, deseando que ese no fuera su destino.

Nunca había estado con ningún hombre y la idea de prestar su cuerpo para pagar una deuda que no era de ella, le aterraba hasta el punto de que todo su cuerpo temblaba al pensar en eso.

A él le gustaba como ella comenzó a expresar su miedo. Se abrazó, apretando sus pechos y estos subieron un poco, asomándose a la tela, llamando los ojos del Pakhan, quien nunca solía fijarse en nada respecto a una mujer o su cuerpo, pero que de repente esta llamaba su atención.

Antes no se fijó en su culo, pero ahora miraba sus pechos.

—Con un trabajo que no sea de prostituta, podrías tardar unos nueve o diez años en pagar esa deuda—siguió entreteniéndose con ella, viendo su reacción muy de cerca—, entregando todo cuanto ganes, vivirías y trabajarías para eso. ¿Es lo que quieres? ¿No te es atractivo el trabajo de prostituirte? Quizás sea menos honrado, pero podría ser el camino más fácil. —Escuchó su sollozo y el Pakhan sonrió–. Trabajando directamente para mí, no tendrías que pagar ninguna deuda, pero tu trabajo sería para siempre o hasta que yo lo decida.

La forma en que la mujer mordió su labio, de rabia e impotencia, sacó una sonrisa en Vasily. Quería verla estallar, gritarle que era un cerdo y ese tipo de cosas, pero parece que haría falta más cosas hasta que ella explotara frente a él.

—¿Qué tipo de trabajo sería el que haría a su lado? —preguntó, aunque aquella no era la mejor opción para Nerea, porque sería para siempre o hasta que él lo decidiera. Estar en manos de él, la angustiaba, pero las salidas que él le ofrecía todas eran muy malas, viles.

Jamás prestaría su cuerpo para que otros hombres se saciaran con ella y menos para pagar una deuda que ella no adquirió.

Satisfacer la lujuria de los demás no su mejor salida.

—No puedo decirte, tengo que comprobar si vales para hacerlo. —¿Comprobar? Levantó su mano y el chofer emprendió la marcha. Vasily comenzó a quitarse esa ropa mojada y apestosa a cerveza frente a ella, quedándose solo en ropa interior, con su calzoncillo y sus calcetines. Se acercó al asiento de ella, tomó su rostro, inspeccionando su cara —¿Tienes algún vicio?

—¿Por qué me toca? — preguntó, el bufido de Vasily le confirmó que no era él quien tenía que responder a las preguntas—. La comida. —Tenerlo cerca y en ropa interior la dejó algo nerviosa, temerosa de que él le hiciera un daño.

—¿Fumas? —Separó sus labios de sus dientes, buscando el amarillo en ellos por el tabaco, pero no encontró nada.

—Odio el tabaco—Admitió ella enseguida.

—¿Bebes con frecuencia? —La olió, quedándose aún más cerca de ella. Por seguridad, ella cerró con fuerza sus piernas, no le gustaba su toque o la manera en la que él la inspeccionaba, parecía que la evaluaba.

—No, no soy de tomar alcohol.

—¿Tienes hijos? —miró su vientre plano y luego sus pechos tan firmes, además de que era muy joven. No había que ser adivino para darse cuenta de que esos pechos no necesitaban de un sostén.

Nerea lo miró, parecía un interrogatorio. Los ojos de él no estaban en el rostro de ella, sino en sus senos.

Por unos breves segundos sintió la urgencia de cubrirlo con sus manos, pero se contuvo, no estaba acostumbrada a una mirada tan cerca y directa en esa zona.

—No, no tengo hijos— respondió, pero con cada palabra que decía se notaba más nerviosa.

—¿Novio? —ella bajó la mirada, tardando en responder—¿Tienes novio, Nerea? —su voz sonó más fuerte, obligando a Nerea a dar una respuesta inmediata.

—No tengo novio.

Esas eran las preguntas que le acababa de hacer, ya investigaría qué era verdad y que no.

Volvió a su asiento, cerrando sus ojos y abriendo sus brazos a ambos lados.

—Según tus respuestas, pareces una mojigata que acaba de salir de casa de su madre y recién va conociendo el mundo. ¿Qué demonios hacías en aquel bar? ¿Fue el mejor trabajo que encontraste? ¿No tienes estudios ni nada? ¿Tu preparación es tan baja como para conformarte con un trabajo de m****a? No pareces apta para este mundo, niñita.

Y era así, Nerea tuvo que huir y aventurarse a un mundo salvaje y peligroso, mientras escapaba de las garras de su padrastro, para ahora encontrarse con un hombre que, ciertamente, se creía su dueño.

Lloró de manera silenciosa mientras el coche los dirigía a un lugar desconocido para ella.

No se imaginó que, durante aquel turno de trabajo, en el que solo llevaba dos semanas, pasarían tantas cosas.

Estaba muy preocupada con lo que pasaría con ella, con lo que decidiría aquel hombre, porque, aunque él le dijo las opciones que tenía para saldar la deuda de su padrastro, sabía muy bien que ella terminaría haciendo justo lo que decidiera Vasily Ivanov.

Su palabra era lo único que contaba.

—No es mi culpa que este mundo sea tan cruel— murmuró.

Vasily abrió sus ojos para mirarla una vez más.

—Pero es tu culpa ser tan débil e insignificante— dijo, aumentando la miseria de la joven.

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