—No te preocupes—dijo Vincent cuando entró al coche con ella, había tomado una camisa que Vasily tenía en el coche, pero le quedaba un poco floja de los brazos, pues su complexión era inferior a la del Pakhan—. No eres su tipo, no te pasará nada—le aseguró, imaginando las cosas que iban pasando por la cabeza de la joven.
Pero sí era su tipo y una parte muy perversa de él se alegra de que Vasily la haya tomado con un pago, así se ahorraba el cortejo y demás.
La joven temblaba, a la espera de su destino, sin poder creerse que acababa de darse para saldar una deuda, sin que nadie tomara en cuenta su decisión o lo que ella deseaba.
Quería ponerse a llorar como una niña pequeña y pedir que la llevaran con su madre, pero su madre ya no estaba para ella y ella ya no era una niña pequeña. Además, hace mucho que se había dado cuenta de que las lágrimas no solucionaban las cosas por arte de magia. Eso no significaba que no fuera a llorar, sino que sabía que eso no arreglaría nada.
No se podía creer que tuviera tanta mala suerte de haber caído en manos de aquellas personas, todo ese tiempo huyendo de su padrastro, para ahora encontrarlo de la nada y entregarse como pago de una deuda.
Si creyó que antes había tenido un mal día, ese era el peor de todos.
¿Qué tan mala era su suerte, Nerea Pérez López?
Para una vez que su vida llevaba una dirección adecuada, lejos de personas que pudieran dañarla, ahora caía en las garras de aquella Bratva. Se había sentido libre al no ser encontrada por su padrastro, pero veía que su libertad duró menos que un pestañeo. ¿Cómo fue eso posible? Justo cuando sentía que las cosas estaban yendo bien…
Intentaba no gritar, antes Vincent le había parecido un hombre agradable cuando curó su brazo, pero ahora que sabía que se relacionaba con aquella Bratva, le daba miedo, un terror increíble y más Vasily, el líder de aquella organización criminal.
El Pakhan era aún más de temer.
Unos minutitos más tarde, Vasily se unió a ellos dentro del coche.
—Vete en el otro coche —ordenó a Vincent.
Su amigo le dio una última mirada a Nerea antes de abrir la puerta. Ella estaba tan nerviosa, que se dio cuenta de que le tenía más miedo a Vasily que a Vincent, no deseaba quedarse a solas con él.
Sujetó el brazo de Vincent al ver que este ya iba a salir del coche. Le aterraba quedarse a solas con el Pakhan, su nuevo dueño.
—Por favor…no me dejes aquí—le pidió con notable desesperación, ya mojando su rostro con sus lágrimas, ¿no que no iba a llorar? Llorar no remediaba nada, pero tampoco podía impedir hacerlo, tan solo se deslizaban por su rostro—. Te lo suplico.
—No pasará nada—dijo, le dio una sonrisa amable y luego terminó de salir, cerrando la puerta con ellos dos dentro, más el chofer.
Nerea volvió a su asiento, valorando las posibilidades que tenía de escapar.
¿Escapar?
Ciertamente eran de cero.
No había ninguna posibilidad de poder escapar y al intentarlo solo empeoraría su situación.
Frente a ella solo había un hombre de mirada fría, que no dejaba de observarla. Se sintió incómoda y aquel silencio complicaba todo.
No quería levantar la mirada, pero observó en su ropa aún mojada por las cervezas que antes ella arrojó sobre él, aunque también recordaba cómo él la arrojó sobre aquella mesa con tanta fuerza, más de la necesaria, y ella se hico daño en un brazo, recibiendo el corte que ahora cubría con la camiseta de Vincent.
Vasily Ivanov no era de una buena fama, a sus treinta dos años se había convertido en el Pakhan, fue algo que se ganó a pulso y escaló para obtener, no solo fue un título que su padre puso en él, fue algo que merecía, que se ganó. Poco acostumbraba a confiar en las personas, le gustaba rodearse de gente de la que no pudiera desconfiar y mucho le costaba confiar, por eso su círculo era muy cerrado, demasiado pequeño porque las personas en las que confiaba eran pocas.
No le gustaba la piedad, consideraba eso un acto ridículo, lejos de lo justo.
Tenía serios problemas en mostrar sus sentimientos, su padre siempre le dejó claro que aquello solo servía para hacerlo débil, vulnerable ante los demás. Por lo que ahora mismo él era un experto en no sentir nada, jamás se había enamorado, nunca había mostrado un especial interés hacia un hombre o hacia una mujer, sabía poner límites, sabía ponerse límites y dejar lejos las cosas que podían hacerlo vulnerable.
Sabía el poder que tenía una mujer en un hombre enamorado y él no se permitiría jamás verse vulnerable ante nadie.
El amor era algo inservible para él.
Frente a él tenía lo que sirvió para saldar una deuda, pero la joven parecía demasiado buena, tanto como para atreverse a mirarlo de ese modo.
Había miedo, pero no descartaba esa chispa en sus ojos a punto de incendiarse.
Nerea Pérez López, comenzaba a darle curiosidad.
Después de mirarla detenidamente, la mirada de Vasily reposó en su brazo herido.
Fue brusco en aquella ocasión y ella se hizo daño, pero Vasily no sabía cómo no ser brusco, mucho menos mediar su fuerza. Tener tacto no era lo suyo, ser amable era algo imposible y frente a una joven que parecía frágil e inocente, él no tenía la más mínima idea de cómo comportarse. Sería un desastre tenerla en casa cuando no sabía ni cómo tratarla.
Ante sus ojos debía estar pareciendo un animal salvaje, como si le importara lo que los demás pensaran de él, mucho menos una desconocida de la que no sabía nada.
—¿Puedo preguntar qué pasará conmigo ahora?
—Lo que yo quiera que pase, Nerea—esa respuesta fue desagradable ante Nerea, comprendiendo que su futuro estaba en manos de aquel hombre. Él tenía todo el poder sobre ella.
Dueño y señor.
—¿D-De cuánto es la deuda de Daniel? Si trabajo, quizás podría pagarla.
—La cantidad es grande, del único modo en que podrías pagarla en un par de años es prostituyéndote en uno de mis casinos. —Comenzó a jugar con ella, asustándola.
Nerea sintió un nudo en su estómago y el miedo se intensificó, nuevamente no fue capaz de mirar aquellos ojos azules helados. Se abrazó, deseando que ese no fuera su destino.
Nunca había estado con ningún hombre y la idea de prestar su cuerpo para pagar una deuda que no era de ella, le aterraba hasta el punto de que todo su cuerpo temblaba al pensar en eso.
A él le gustaba como ella comenzó a expresar su miedo. Se abrazó, apretando sus pechos y estos subieron un poco, asomándose a la tela, llamando los ojos del Pakhan, quien nunca solía fijarse en nada respecto a una mujer o su cuerpo, pero que de repente esta llamaba su atención.
Antes no se fijó en su culo, pero ahora miraba sus pechos.
—Con un trabajo que no sea de prostituta, podrías tardar unos nueve o diez años en pagar esa deuda—siguió entreteniéndose con ella, viendo su reacción muy de cerca—, entregando todo cuanto ganes, vivirías y trabajarías para eso. ¿Es lo que quieres? ¿No te es atractivo el trabajo de prostituirte? Quizás sea menos honrado, pero podría ser el camino más fácil. —Escuchó su sollozo y el Pakhan sonrió–. Trabajando directamente para mí, no tendrías que pagar ninguna deuda, pero tu trabajo sería para siempre o hasta que yo lo decida.
La forma en que la mujer mordió su labio, de rabia e impotencia, sacó una sonrisa en Vasily. Quería verla estallar, gritarle que era un cerdo y ese tipo de cosas, pero parece que haría falta más cosas hasta que ella explotara frente a él.
—¿Qué tipo de trabajo sería el que haría a su lado? —preguntó, aunque aquella no era la mejor opción para Nerea, porque sería para siempre o hasta que él lo decidiera. Estar en manos de él, la angustiaba, pero las salidas que él le ofrecía todas eran muy malas, viles.
Jamás prestaría su cuerpo para que otros hombres se saciaran con ella y menos para pagar una deuda que ella no adquirió.
Satisfacer la lujuria de los demás no su mejor salida.
—No puedo decirte, tengo que comprobar si vales para hacerlo. —¿Comprobar? Levantó su mano y el chofer emprendió la marcha. Vasily comenzó a quitarse esa ropa mojada y apestosa a cerveza frente a ella, quedándose solo en ropa interior, con su calzoncillo y sus calcetines. Se acercó al asiento de ella, tomó su rostro, inspeccionando su cara —¿Tienes algún vicio?
—¿Por qué me toca? — preguntó, el bufido de Vasily le confirmó que no era él quien tenía que responder a las preguntas—. La comida. —Tenerlo cerca y en ropa interior la dejó algo nerviosa, temerosa de que él le hiciera un daño.
—¿Fumas? —Separó sus labios de sus dientes, buscando el amarillo en ellos por el tabaco, pero no encontró nada.
—Odio el tabaco—Admitió ella enseguida.
—¿Bebes con frecuencia? —La olió, quedándose aún más cerca de ella. Por seguridad, ella cerró con fuerza sus piernas, no le gustaba su toque o la manera en la que él la inspeccionaba, parecía que la evaluaba.
—No, no soy de tomar alcohol.
—¿Tienes hijos? —miró su vientre plano y luego sus pechos tan firmes, además de que era muy joven. No había que ser adivino para darse cuenta de que esos pechos no necesitaban de un sostén.
Nerea lo miró, parecía un interrogatorio. Los ojos de él no estaban en el rostro de ella, sino en sus senos.
Por unos breves segundos sintió la urgencia de cubrirlo con sus manos, pero se contuvo, no estaba acostumbrada a una mirada tan cerca y directa en esa zona.
—No, no tengo hijos— respondió, pero con cada palabra que decía se notaba más nerviosa.
—¿Novio? —ella bajó la mirada, tardando en responder—¿Tienes novio, Nerea? —su voz sonó más fuerte, obligando a Nerea a dar una respuesta inmediata.
—No tengo novio.
Esas eran las preguntas que le acababa de hacer, ya investigaría qué era verdad y que no.
Volvió a su asiento, cerrando sus ojos y abriendo sus brazos a ambos lados.
—Según tus respuestas, pareces una mojigata que acaba de salir de casa de su madre y recién va conociendo el mundo. ¿Qué demonios hacías en aquel bar? ¿Fue el mejor trabajo que encontraste? ¿No tienes estudios ni nada? ¿Tu preparación es tan baja como para conformarte con un trabajo de m****a? No pareces apta para este mundo, niñita.
Y era así, Nerea tuvo que huir y aventurarse a un mundo salvaje y peligroso, mientras escapaba de las garras de su padrastro, para ahora encontrarse con un hombre que, ciertamente, se creía su dueño.
Lloró de manera silenciosa mientras el coche los dirigía a un lugar desconocido para ella.
No se imaginó que, durante aquel turno de trabajo, en el que solo llevaba dos semanas, pasarían tantas cosas.
Estaba muy preocupada con lo que pasaría con ella, con lo que decidiría aquel hombre, porque, aunque él le dijo las opciones que tenía para saldar la deuda de su padrastro, sabía muy bien que ella terminaría haciendo justo lo que decidiera Vasily Ivanov.
Su palabra era lo único que contaba.
—No es mi culpa que este mundo sea tan cruel— murmuró.
Vasily abrió sus ojos para mirarla una vez más.
—Pero es tu culpa ser tan débil e insignificante— dijo, aumentando la miseria de la joven.
Cuando el coche se detuvo, alguien abrió la puerta, Vasily esperó a que Nerea saliera y al salir ella lo primero que vio fue la mano que Vincent le ofrecía.Su miedo la hacía acercarse a él, porque era la única persona que le había ofrecido un rostro amable, una sonrisa, ayuda. Y, aunque era consciente que este no podría defenderla o liberarla de Vasily, al menos se refugiaba en una idea de un aliado en aquel mundo que ella desconocía y al que la forzaban a adentrarse. Ni siquiera sabía dónde estaba, a dónde la habían llevado o cuál sería la decisión del Pakhan sobre lo que iban hacer con ella.Todos se apartaron para dejar pasar a Vasily, la puerta de aquella casa lo esperaba abierta, el segundo en entrar fue Vincent y él llevó consigo a Nerea.Había cambiado muchas cosas desde la llegada de su hija, una de ellas era la seguridad de todo el lugar.—Espera aquí—le dijo, siguiendo a Vasily hacia su despacho. Cerró la puerta y lo vio sentarse, no se molestaba en vestirse, ya era muy tar
Esperaba sentaba en la cama, sus ojos marrones fijos en la puerta y cierta incertidumbre que la agobiaba, sintiendo que había hecho algo muy malo al salir de su habitación la noche anterior para acudir al llanto de la niña.Ahora sería su niñera, ¿no se supone que ella tenía que hacer todo lo contrario a eso? Fue lo que le dijo Vincent. Y ahora parecía que ella hizo todo lo contrario.Cuando la puerta de la habitación se abrió, Nerea se incorporó de un salto, dejando sus manos sobre su pecho cuando vio la figura de Vincent entrar por la puerta.Sin darle tiempo a pensárselo, corrió hacia él y lo abrazó, se sujetó a su hombro, derramando un par de lágrimas. Se sentía aliviada de verlo, era como si un ángel salvador llegara en ese momento.—Pero ¿qué fue lo que hiciste? —preguntó él. Ella soltó un gimoteo para después apartarse.—No lo sé, no hice nada. Escuché una niña llorar y fui hacia ella, a la mañana siguiente ya él me decía que era su niñera. No hice nada. No quería que pasara es
Habían pasado tres semanas desde que llegó a esa casa y era la niñera de Roxana.Su vida no es que hubiera cambiado mucho, se movía por la mansión solo en cuatro habitaciones y en una sola dirección. Días tras días, la misma rutina.Podía ir al jardín, la sala de juegos y estudios de Roxana, la cocina y esas dos habitaciones.Más de la mitad de la casa no la conocía y tampoco podía husmear, Aisha siempre tenía los ojos sobre ella como si fuera una intrusa o un peligro y a donde sea que observaba había hombres vigilándola, no solo cuando estaba sola, también cuando iban fuera de la casa, en cada espacio había hombres pertenecientes a la seguridad de la casa.De vez en cuando se sentía muy agobiada por tantos hombres por toda la casa, tantos ojos sobre ella.Aquella seguridad se había visto aumentada desde que Roxana llegó allí.Su padre quería mantenerla segura y, en vista de que su madre aún no aparecía, Vasily siempre tenía un mal presentimiento al respecto.Nerea no lograba sentirse
En ocasiones, sus funciones lo mantenían lejos de su hogar. Cada día sin ver a su hija Roxana sabe que deja más distanciamiento entre ambos.Extiende dibujos de colores vivos hacia él, cada hoja un pequeño trozo de su mundo, todo una muestra de lo que él se pierde, momentos que no podrán volver con una infancia que… pasa muy deprisa.Vasily se esfuerza por articular palabras en un español torpe, consciente de la barrera que su limitado dominio del idioma impone entre él y su hija. La pequeña parece entender, sus ojos azules centellando con la emoción de tener a su padre cerca.Lo quiere, ella sí siente ese fuerte vínculo con él y lo extraña cada vez que no está.Finalmente, en un momento de calma, Vasily la abraza. La sostiene cerca, su mirada se posa sobre su rostro, observando los rasgos. El cabello rubio rizado de Roxana brilla bajo la luz, y él, con una ternura que rara vez se permite mostrar, acaricia suavemente su mejilla. Ella sonríe, un gesto puro y sin reservas que ilumina
Sentía que podía odiarlo, pero no se creía con los motivos suficientes para hacer eso.No sabía qué había pasado exactamente en aquella habitación, pero Nerea se sintió muy incómoda con ese acercamiento de él, comprobando que en ninguna circunstancia aquel hombre podía ser tierno y amable, mucho menos con ella.Estaba convencida que esa sonrisa con su hija fue más que fingida, algo a lo que tuvo que ceder en el momento, pero nada real, no podía ser real.Al salir del baño vio un vestido sobre su cama.Había tardado en la ducha porque estuvo llorando un rato, no escuchó cuando entraron a su habitación o dejaron aquel vestido.Miró que no hubiera nadie en la habitación y le puso seguro a la puerta, aferrando su mano derecha a la toalla que cubría su cuerpo.—¿Quién lo ha dejado aquí? Sin duda es para que lo use esta noche. —Lo tomó en sus manos para poder verlo bien.Era muy bello, notó que también era su talla.Revisó en su armario por si tenía unos zapatos adecuados, pero lo mejor que
La tercera botella de la noche fue abierta, el lugar se había quedado vacío y únicamente seguían ellos allí, más cinco hombres de Vasily. Se dio cuenta que a la joven le gustaban los dulces, porque se había pedido dos postres, de los cuales él no probó ni uno, pero que ella pareció disfrutar bastante.Aquella noche se había encargado de mirarla bastante bien y cuanto más lo hacía… más quería observarla.Nerea, relajada por las copas de vino que se había tomado, ya sentía como el caliente se asomaba a sus mejillas, el alcohol hacía su efecto y, lo que pareció comenzar como una noche tensa, se había convertido en un momento más relajado.Ya su cuerpo se sentía cómodo, es decir, podía hablar de lo que fuera porque el alcohol ayudaba a que no pensara las cosas con claridad, ni que les diera la importancia adecuada.Al inicio se lo pensó dos veces antes de tomar la copa frente a ella, no se sentía en posición de rechazarlo, estaban pasando una noche agradable, en donde luego de la cena sol
Cuando su dedo se hundió en ella y Nerea se retorció, restregándose sobre sus piernas y jadeando sin cesar, pese a que intentaba contenerse, pero el dedo de Vasily no le daba tregua.Vasily supo lo que su mente ya le decía desde semanas atrás cuando vio la vida tan mojigata que Nerea llevaba antes de ser la niñera de su hija.Era virgen.Lo era.No sabía cómo eso hacía sentir a Vasily, pero la mujer que tenía entre sus manos era virgen.Llevó su mano libre hasta su rostro, tocando los labios de la joven y ni por un segundo dejando de mover su dedo en su interior, incluso pensaba invitar a otro a la fiesta, aumentar el placer para hacerla gritar, no solo gemir.Ella mordió su dedo cuando lo sintió en su boca, clavando sus dientes en su piel, Vasily lo retiró para sujetar su rostro, elevándolo para observa. Llevó una mano hacia el techo del coche, encendiendo la luz que lo dejó ver el espectáculo que era aquella expresión, esas mejillas, el deseo, incluso el dolor.—Se…Señor…un poco más
Roxana recién se acaba de quedar dormida, había sido un día muy movido para las dos, uno de esos donde la niña no desea que los juegos terminen. Además de que deseaba que Nerea se quedara a dormir en su cama.Cuando Nerea entra a su habitación, lo que ve la desborda de inmediato. El suelo, antes visible y ordenado, ahora está cubierto de cajas, todas dispuestas con una precisión que bordea la ostentación. Sin embargo, la sorpresa inicial da paso a una comprensión más sombría cuando reconoce que estas cajas son un regalo de Vasily, un intento de compensar, de algún modo inexplicable, el vestido sin zapatos que le había entregado dos días atrás.Abre una caja y ve unos tacones de color rojo, sigue con otra y van cambiando los diseños, colores, formas, hay demasiadas cajas.Mira hacia la cama, le llama la atención las cajas más grandes que hay sobre ella, ¿también serán zapatos?Se acerca y abre la primera, pero su boca con asombro al ver que son vestidos, tan hermosos y elegantes como e