Capítulo 5

Esperaba sentaba en la cama, sus ojos marrones fijos en la puerta y cierta incertidumbre que la agobiaba, sintiendo que había hecho algo muy malo al salir de su habitación la noche anterior para acudir al llanto de la niña.

Ahora sería su niñera, ¿no se supone que ella tenía que hacer todo lo contrario a eso? Fue lo que le dijo Vincent. Y ahora parecía que ella hizo todo lo contrario.

Cuando la puerta de la habitación se abrió, Nerea se incorporó de un salto, dejando sus manos sobre su pecho cuando vio la figura de Vincent entrar por la puerta.

Sin darle tiempo a pensárselo, corrió hacia él y lo abrazó, se sujetó a su hombro, derramando un par de lágrimas. Se sentía aliviada de verlo, era como si un ángel salvador llegara en ese momento.

—Pero ¿qué fue lo que hiciste? —preguntó él. Ella soltó un gimoteo para después apartarse.

—No lo sé, no hice nada. Escuché una niña llorar y fui hacia ella, a la mañana siguiente ya él me decía que era su niñera. No hice nada. No quería que pasara esto, pero él dijo que sería así y no es como que pueda negarme o decidir lo que pasará conmigo. Es lo que él ha decidido. ¿Puedes ayudarme?

—Dirígete a él con respeto—le sugirió Vincent.

—Lo siento. El señor Ivanov me dijo que ahora era la niñera de su hija.

—Ahora no podré ayudarte, Nerea. —Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas cuando él dijo eso—. A menos que le demuestres que eres una mala niñera, que no te llevarás bien con su hija. Y cuando eso pase, yo estaré ahí para sacarte de aquí. Es lo único que puedo hacer ahora.

—¿Y cuándo eso pase a dónde me llevarás? —necesitaba tener la certeza de que Vincent la iba a llevar a un lugar mejor cuando ya Vasily viera que ella no era una buena niñera.

—A un lugar mejor, obviamente. Un lugar donde no estés cerca de Vasily.

Era muy ingenua, tenía en la cabeza, gracias a Vincent, que aquel era un mal lugar y Vasily no cooperaba mucho para que ella creyera lo contrario.

—Dame unos días, veré qué puedo hacer. Por favor, sé paciente, haré todo lo que esté en mis manos. Haré que el señor Ivanov vea que no valgo para ser su niñera.

—Así me gusta. —Dejó sus manos en la cintura de ella y casi se acerca a besarla, pero Aisha interrumpió el acercamiento cuando entró a la habitación.

Vincent se alejó de inmediato para no alimentar rumores.

—Lamento interrumpir. El señor me ha pedido que le explique cosas a la nueva niñera.

—Desde luego. —Vincent caminó hacia la puerta, le dedicó una sonrisa a Nerea y luego salió de la habitación.

«Con él podré salir de aquí.» Pensó la joven.

Aisha comenzó a darle las indicaciones que les había dado a las demás niñeras que habían trabajado en la casa a lo largo de esas semanas, se sabía todo eso de memoria, pues ya lo había repetido más de diez veces y ninguna duraba tiempo significativo al lado de la niña. Era como si la pequeña Roxana los ahuyentara, después de todo tan solo quería ver a su madre.

Tenía la sensación de que Nerea podría aguantar un poco más, por la obvia cercanía que tenía con Vincent.

—Una cosa más. —Se acercó a la puerta para ya marcharse—. No puedes ir merodeando por la casa, tu espacio son los espacios que usa Roxana y son bastante limitados.

—¿Cuáles son esos espacios? —Preguntó Nerea para estar al tanto de dónde podría estar y cuáles eran los espacios prohibidos.

—Jardín, piscina, su habitación y otra que se habilitará esta misma tarde para que le enseñes el idioma, aunque el tuyo es pésimo. La prioridad es que ella aprenda ruso, no puede estar aquí sin saber comunicarse con nadie y es la hija del Pakhan, no lo olvides. Es importante que hable el idioma, pero dudo que contigo lo aprenda de manera correcta. Zorra extranjera.

—¿Zorra? —Aisha le dio la espalda y abrió la puerta, pero Nerea tenía algo más que quería saber—. Tengo una duda más. ¿Cómo…tengo que ser con ella? —Aisha entrecerró los ojos—. Me refiero, tengo que darle todo, ceder o ponerle condiciones y no mimarla. ¿Qué quieren que haga? —Nunca había sido niñera, poco había tratado con niños y menos con la hija de alguien tan peligroso como el Pakhan.

—El idioma es lo primero, que deje de llamar a su madre, porque aún no la encuentran y en cuanto a mimarla, te recomiendo que la hagas fuerte y no una niña malcriada y caprichosa o le irá mal en este lugar, en esta viva. Aquí los débiles no sobreviven, así sean hijos del Pakhan, la fortaleza es lo único que cuenta y ella solo es una niña llorona.

Nerea tragó, sin saber cómo tomarse ese comentario.

Solo era una niña, necesitaba a su madre.

—Aisha. ¿Podría preguntarte algo sobre el Pakhan? —Nerea caminó hacia la puerta y se quedó junto a Aisha. ¿Es que no se daba cuenta que ella no era agradable a los ojos de la mujer? —. Estoy aquí porque mi padrastro pagó una deuda conmigo y fui entregada al Pakhan. Pero hay algo que me angustia. Si es ser niñera, no le veo nada mal al trabajo, me inquieta que él u otro hombre pida mi cuerpo para tener sexo, antes se habló de ser una prostituta, pero no soy eso. Solo quiero saber si ser niñera implicará algo más—explicó, temiendo que Aisha no le dijera nada, está claro que no le agradaba Nerea.

—Por el Pakhan no te preocupes—dijo con seguridad—. Hasta el día de hoy no le he conocido una sola mujer en esta casa, jamás—no era de presumir sus conquistas, Vasily creía que una mujer solo era para complacerlo por unas pocas horas y luego no las necesitaba a su lado. Tenía una mujer a la que acudía algunas veces a la semana cuando más frustrado se sentía, pero en la mayoría de las ocasiones no tenían sexo, se acostaba en la cama mientras ella bailaba para él, y nada más. Aisha miraba a Nerea, sabiendo que con quien único su cuerpo peligraba, era con Vincent. Además, una niña asustada y flacuchenta no era ni de cerca el tipo de mujeres que le gustaban a su jefe. Lo había escuchado en algunas ocasiones admirando a mujeres y todas ellas era por su fortaleza, no sus tetas—. Si solo te pide ser la niñera, es lo que harás. Puede que quien te pida sexo sea otro. El Pakhan no está con niñas y tú eres una niña. —Abrió la puerta y se marchó.

Nerea se asomó a su ventana, no sabía si Aisha le estaba mintiendo, su plan era no confiar en nadie, pero estaba confiando en Vincent. ¿Debía confiar en él? ¿Y si solo se limitaba a hacer su trabajo?

[…]

En las sombras de su opulento dormitorio, Vasily Ivanov yace despierto, inquieto. La casa, vasta y silenciosa, respira con un ritmo solemne, pero el sueño le es esquivo. Es un hombre que ha construido su imperio sobre pilares de temor y lealtad, su rostro conocido solo por aquellos que nunca podrían vivir para contar su historia. Esta noche, sin embargo, sus pensamientos no rondan en negocios o enemigos, sino en la criatura más delicada que ha entrado en su vida: su hija, Roxana.

Roxana, fruto de un pasado que Vasily no recuerda, ha introducido una variable desconocida en su calculada existencia. Jamás estuvo en sus planes y llegó de la nada.

Levantándose, los pies de Vasily apenas hacen ruido sobre la lujosa alfombra mientras se dirige al cuarto de su hija. La puerta chirría levemente al abrirse, y el sonido parece resonar como un trueno en el silencio.

Allí, bajo la suave luz de la noche, Roxana duerme plácidamente, ajena a las tormentas que su presencia ha desatado en el corazón de su padre.

«Parece un ángel.» Piensa al mirarla antes de salir.

Vasily camina hacia la habitación de Nerea. Su mano, que ha firmado sentencias de muerte y sellado pactos bajo la mesa, se posa sobre el pomo y lo gira con delicadeza. La puerta se abre sin un sonido, revelando a Nerea sumida en el sueño.

Aquella imagen lo afecta de manera diferente a la de su hija.

En la penumbra, Vasily la observa. Su figura parece frágil en la inmensidad de la habitación asignada, su respiración es tranquila, su rostro un enigma sereno. Él se mueve con sigilo, cada paso un cálculo, cada movimiento una decisión ponderada. Al acercarse, un mechón de cabello cae sobre el rostro de Nerea, y él, impulsado por un instinto desconocido, lo retira suavemente.

«¿Qué coño estoy haciendo?»

Vasily se agacha junto a la cama, su figura imponente contrastando con la vulnerabilidad de la joven. Su mano, grande y curtida por años de poder, toca la mejilla de Nerea. El contacto es fugaz, pues ella se mueve, un simple gesto que lo hace retraerse. El temor de ser descubierto, de revelar una faceta de sí mismo que ni él comprende, lo empuja a retirarse apresuradamente.

De vuelta en su habitación, Vasily mira su mano, la misma que tocó a Nerea. La imagen de la niñera, su rostro pacífico y desconocido, se cuela en sus pensamientos mientras se recuesta en su cama.

En la oscuridad, el líder de la Bratva Ivanov enfrenta una intranquilidad que no proviene del peligro, sino de la desconocida que está en su casa.

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