—Detente —Ernesto solicitó, presionando con firmeza sus dientes y la ayudó a ponerse de pie.—¿No hago bien mi trabajo? —cuestionó mordiendo de manera sensual su labio inferior.—Ese es el problema —refirió, mientras la acercaba más por sus voluminosos glúteos—. Te has graduado con honores —gruñó.—Vaya que alivio ya me estaba preocupando.Las manos de Ernesto acunaron su rostro, besándola con agitación, provocando que ambos se encendieran más, sintiendo como sus cuerpos se avivaron, clamando hacerse uno solo. La recostó sobre el lecho, su lengua comenzó a hacer estragos sobre el cuerpo de la chica que yacía debajo de él.Aranza no pudo contener un delicioso gemido que le arrancó; no había nada como sus besos o la forma en la que él la tocaba. Suspiró profundo esperando con gran urgencia a que la hiciera suya. Ya que no había nada en este mundo más ardiente, que la posesión de él.Ernesto sintió como su miembro palpitaba, deseando hundirse en las profundidades de su chica, pero no pod
Ezequiel se encontraba con el cholo, hablando afuera de su casa, aprovechando que Mara se encontraba aun dormida. Ambos sostenían una taza de café y reían.— ¿Cómo ves la actitud de los trabajadores? —Ezequiel cuestionó.—Desde que les mandó a construir los cuartuchos, responden mejor —refirió.—Eso me agrada —respondió satisfecho—, dales un poco de migajas y todo marcha de maravilla, tengo que mandarle un ramo de flores a Aranza por sus buenos consejos —expresó.El cholo carcajeó divertido.—En eso tiene razón —respondió—, ya están listos para lo que se viene.
Horas más tarde.Ernesto revisando unos pendientes desde su computador, en cuanto finalizó lo que estaba haciendo, tomó su móvil y le envió un mensaje a su chica, para solicitarle su permiso de ir a recoger a Aby para que jugara con Lis.Luego de esperar unos minutos su respuesta, frunció el ceño al no obtenerla, imaginó que estaba ocupada en la clínica, por lo que se puso de pie para ir por un café.Ernesto escuchó un par de pequeños murmullos, dejó la taza que recién se había servido, sobre la mesa del comedor, entonces se acercó a su habitación y observó a Lis sentada sobre sus rodillas en su cama, interactuar con su muñeca favorita. Sonrió conmovido al ver sus cabellos enmarañados, además que lucía un mameluco en tono lila, su favorito, por lo se quedó en el umbral de la puerta viéndola jugando, sin decir nada.—Voy a llenar tu tina con agua fría —la niña le dijo enojada a su muñeca—, no llores. —Sacudió con fuerza su juguete—, papá va a venir pronto.—Tengo frío —imitó una pequ
Arnulfo condujo hacia la dirección que le comentó doña Inés, descendieron justo cuando se comenzaba a ver el sendero llenos de pinos. Justo detrás de ellos dos camionetas tipo Hummer, se estacionaron y se acercaron los agentes del Fiscal.Todos los participantes de la búsqueda ajustaron sus impermeables, y guardaron las linternas.—El camino es complicado, por la lluvia, tengan cuidado —Arnulfo solicitó—, de acuerdo a lo que nos comentó doña Inés, tenemos dos posibles rutas que Aranza toma. —Señaló con una de su manos—, recorre entre diez y quince kilómetros, pasando por el lago —refirió.—Entendido —dijo el agente David—. Me voy con Óscar y René, tomaremos la primera ruta —refirió.Arnulfo afirmó con la cabeza, en ese momento se estacionó otro vehículo y descendió el doctor Martín.—Voy con ustedes —manifestó cubriéndose de la misma forma que los demás con su impermeable, además de llevar su maletín médico, sacó una camilla de rescate.—Muchas gracias —Ernesto expresó con sinceridad;
Durante el trayecto se reunieron con el otro equipo de Arnulfo, quienes se dedicaban a guiar con sus linternas el sendero, pausaban durante algunos para que el doctor revisara sus signos vitales, y que respirara.No tardaron mucho tiempo cuando se encontraron con Dalil y los paramédicos, que colocaron otra sábana térmica para cubrirla. Ernesto observó a su hermano y de inmediato lo abrazó, sin ocultar su aflicción.—Estará bien —expresó Dalil con seguridad.El joven subió a la ambulancia y se dirigieron de inmediato a la clínica.***Por la tarde.Alondra estaba sentada en uno de los sillones en donde arrullaba a Andy, dándole pequeños golpecitos sobre su espalda, luego de que hizo lo mismo con Lis, cuando volvieron a llamar a la puerta. Farah abrió y se encontró con Doña Inés, quien llevaba a Aby, muy bien abrigada.—Lamento mucho llegar así, pero la angustia me está matando —refirió la mujer.—No te preocupes —Farah respondió y le permitió el paso.Doña Inés le entregó a sus brazos
A la mañana siguiente.El doctor estaba sentado frente a la cama donde reposaba Aranza, cuidaba del funcionamiento de la máquina que usaban para calentar la sangre de la joven, esperando que eso ayudara para que lograra salir de aquella hipotermia.La chica retiró la mascarilla y giró su rostro, mostrando confusión.—¿En dónde estoy? —preguntó.El hombre sonrió y se acercó a ella.—Estás en la clínica del pueblo —informó.—¿De qué pueblo? —cuestionó confusa.—Estás en Guachochi, Chihuahua —el hombre respondió.Aranza respiró agitada.—¿Quién es usted? —indagó mirando hacia el interior del lugar.—Soy el doctor Martín —refirió con ternura—. Trabajamos juntos, ¿lo recuerdas? —cuestionó acercándose a ella.Un par de lágrimas rodaron por sus mejillas y negó con su cabeza.—No —dijo con voz inestable.Martín se aclaró la garganta.—Tranquila, debió ser por el golpe que te diste en la cabeza —mencionó—, ayer por la mañana saliste a correr y te accidentaste, es normal tu confusión —indicó—,
Aranza no podía dejar de llorar, su pecho dolía con gran aflicción.—¿Por qué? —cuestionó con dolor.Ernesto se acercó a ella y limpió sus lágrimas con la yema de sus pulgares, sus ojos se cristalizaron.—Las cosas no son como piensas —explicó—. No te engañe —expresó con la voz fragmentada—. Tienes que confiar en mí, bicho.—Será mejor que dejemos descansar a Aranza —Martín se acercó preocupado.La joven dirigió su grisácea mirada hacia el médico.—¿A quién se refiere? —cuestionó.—A ti —el hombre se aclaró la garganta.Ella negó con su cabeza.—Mi nombre es Aline —expresó—. Aline De la Garza —informó.El doctor Martín abrió los ojos de par en par y acercó su lamparita hacia las pupilas de la joven.—Tengo que llamar al neurólogo —comentó girando en su eje.—Ella dice la verdad —Ernesto alzó un poco su voz—. Su nombre verdadero es Aline y no Aranza —informó.Martín los observó sin poder comprender nada. Sacudió su cabeza con fuerza.—No comprendo —mencionó.—Ella sufrió un accidente h
Ernesto se aclaró la garganta, resopló y miró a su chica, no pudo ocultar la aflicción que su aceitunada mirada reflejó.—Lo que ocurrió aquella noche con Sandra tuvo consecuencias —manifestó—, tengo una hija con ella, su nombre es Lissette, ¿no te dice nada el nombre? —cuestionó.Aline se llevó las manos a la frente.—¿La conozco? —cuestionó con voz trémula.—Sí, estoy peleando la custodia con esa mujer, le has tomado cariño a mi hija —mencionó sin dejar de mirarla a los ojos.La joven presionó con fuerza sus párpados.—Lamento mucho agobiarte —Ernesto expresó con profundo pesar. Por hoy es suficiente, tienes que descansar para sentirte mejor y poco a poco, iremos hablando de todo lo que nos hace falta —indicó, acariciando su mano.Aline movió su cabeza afirmando.—Me siento agobiada —manifestó—, desearía tener todo el panorama claro y tomar el control de mi vida por completo.—Ya lo harás, tenlo por seguro. Estaré a tu lado —Ernesto expresó con firmeza.—Me parece que todo lo que pa