Puerto Escondido, Oaxaca. Semanas después. Ernesto se encontraba en el balcón de la habitación principal, desde la segunda planta, observaba jugando en la playa a su adorada esposa y a las niñas. Desde donde se encontraba recorrió con su mirada el hermoso bikini que lucía ella en tono amarillo fosforescente, haciendo que sus encantos resaltaran aún más. Sonrió sin poder evitarlo, luego de que Abigail se resbaló y tuvo complicaciones para poder levantarse, por lo que Lisette acudió en su ayuda, justo cuando se levantó, una ola, llegó y a ambas derribándolas, por lo que Aline corrió de inmediato para auxiliarlas. Suspiro profundo sintiéndose un hombre afortunado, al tener la familia que siempre soñó, esa que la vida le había negado, luego de que a él y su hermana, los separaron de su madre. Extendió su mano al ver que sus chicas, lo saludaban y le sonreían con emoción. —Te estamos esperando —Aline gritó. —Ahora mismo me cambio y las alcanzo —respondió e ingresó a la habitación pa
Ciudad de México.Debido a un mal tiempo en el norte del país, un frente frío sorprendió a la metrópoli. Ernesto descendió del Uber, unas calles antes de llegar al apartamento al que se dirigía; luego de que el auto, quedó varado sobre el tráfico de la urbe. En cuanto se acercó a la banqueta, cerró su chaqueta buscando sentir un poco más de calor en su cuerpo; entonces, comenzó correr con urgencia en dirección a los edificios donde Aline vivía. Su corazón palpitaba con fuerza, deseando llegar hasta ahí. Hacía dos meses que no sabía nada de ella, y ahora que se enteró que había vuelto, por el aviso de una vecina. No podía desperdiciar esa oportunidad. Mientras proseguía, un par de lágrimas rodaron sobre sus mejillas, las cuales limpió con el dorso de su mano, y prosiguió su andar con la esperanza de poder hablar con ella. Aunque aún tenía una gran bruma en su mente, sobre lo ocurrido ocho semanas atrás, y que fue la razón que llevó a que ella lo dejara. Deseaba con toda su alma pode
Dos meses atrás.Guadalajara, Jalisco.Ernesto caminaba con algo de torpeza por los pasillos del hotel en el que se hospedaba. Su visión era un poco borrosa, por lo que cuando llegó a la puerta de su habitación, no logró deslizar la tarjeta de acceso.La mano de una mujer se la arrebató, y fue la que abrió la puerta. En cuanto ingresaron, ella lo ayudó a llegar a la cama y a recostarse.—No sé qué me sucede, me siento un poco mareado —dijo él.—Creo que se te pasaron las copas, cariño, pero no te preocupes que yo voy a cuidar de ti. —Sacó de su bolso el perfume que había esperado usar desde hace mucho tiempo y esparció un poco en el interior de la habitación, además de aplicarlo sobre su cuello y sus muñecas.Las fosas nasales de Ernesto, inhalaron profundo aquel dulce aroma a delicadas notas de vainilla, jazmín, ámbar y lirios. De inmediato se trasladó en su mente a otro lugar.—¡Aline! —pronunció intentando enfocar con claridad su mirada hacia el cuerpo de la mujer que tenía frente
Ciudad de México.Tres años después. Al salir del ascensor, los firmes pasos de un atractivo hombre, atrajeron la mirada de las empleadas, que cada mañana se deleitaban con su presencia, al verlo pasar. Desde hace dos años, que llevaba como director nacional de una empresa automotriz de gran prestigio. Su exquisito aroma a matices de mandarina, incienso y musgo inundaban el ambiente del lugar dejando un aura atrayente. **Dentro de los cubículos, dos jóvenes, perdían el aliento por él.—Ese hombre me vuelve loca —Ana mencionó, suspirando profundo.—¿Y a quién no, si es uno de los hombres más atractivos de todo el mundo —respondió su compañera quien tenía los labios entreabiertos, sin ocultar lo mucho que le gustaba.— ¿Tendrá novia?, ¿será casado? —cuestionó Ana.—Ni idea, ese hombre mantiene su vida privada en completo hermetismo —refirió.Mientras hacía su trayecto, su profunda aceitunada mirada, recorrió aquellas modernas instalaciones, observando los ordenados cubículos, ha
Sierra Tarahumara, Chihuahua.Una hermosa joven, con cabello castaño claro a la altura de la mitad de la espalda, caminaba por las humildes calles del poblado de Guachochi sosteniendo un bolso, para comprar algunos víveres. Abrochó los botones del desgastado abrigo que usaba. Exhaló observando cómo salía vaho por su boca.Ingresó a la tienda de aquella comunidad, pasó por la estantería y tomó un bote de leche en polvo y unas piezas de pan. Luego de pagar sus compras, salió del lugar para dirigirse al pequeño cuarto que alquilaba desde hacía un par de años.Caminó a toda prisa un par de calles, en cuanto ingresó a su habitación. Sonrió al observar que aún dormía aquella pequeña que era el motor de su vida. Se acercó a ella y la arropó más, debido a que disminuía más la temperatura. Encendió la reducida parrilla que tenía y comenzó a calentar la leche.—Hace frío —una tenue voz expresó.—Te desperté, lo lamento —mencionó con ternura.Instantes después colocó el líquido tibio en un vaso
Ciudad de México.Al día siguiente.Eran casi las 6:00 de la tarde cuando Ernesto llegó al apartamento donde residía Sandra, esperaba con impaciencia a que la mujer le abriera. Justo cuando ella lo hizo, frunció el ceño al observarla.— ¿Cuál es la emergencia? —indagó con preocupación e ingresó al piso detrás de ella.Sandra presionó con fuerza sus dientes y su puño, entonces tomó su móvil y lo desbloqueó.—Esto. —Señaló las imágenes que tenía—. Es mi emergencia ¿Me puedes decir quien es esa mujer con la que te estás besando, y te la estás llevando a un hotel? —gritó furiosa.Ernesto ladeó los labios.—Baja la voz —solicitó gesticulando con incomodidad—. No tengo porqué darte explicaciones de mis actos. —Soy la madre de tu hija —expresó con molestia—, no le estás dando un buen ejemplo —indicó.—Lo que haga con mi vida privada no es asunto tuyo. Te voy a pedir que dejes de estar acechándome o te voy a denunciar por acoso —inquirió molesto—. Si en el pasado no lo hice, fue por mi hija
Sierra de Chihuahua.Eran las 7:00 pm cuando Aranza se encontraba en compañía del doctor Martín, recorriendo un campamento de un grupo de inmigrantes que estaba asentado a las afueras del pueblo.Sacaban víveres y se los entregaban a las personas necesitadas. La joven observaba con tristeza las carencias que pasaban, aunque ella vivía una situación complicada, agradecía tener un techo y un trabajo para poder sostener a su pequeña hija.Aprovechando que se encontraba ahí, el médico revisó a algunas personas. Estaban finalizando de curar a un pequeño, luego de que cayó de un árbol, cuando el sonido de un grupo de autos, lo inquietó.—Tenemos que irnos —expresó tomando de la mano a la joven.Aranza observó que el semblante de las personas que se encontraban ahí, cambió.— ¿Qué ocurre? —indagó con preocupación.—No debí traerte —enunció alarmado.Martín tomó de la mano a la chica y salió de la carpa en la que se encontraban. Caminaron a toda prisa hasta su jeep, estaba abriendo la portezu
Luego de que Alondra despertó por que Andy estaba inquieta, escuchó ruido en la planta baja, por lo que se asomó por las escaleras, entonces miró a doña Ofe y su hermano bebiendo, su corazón se agitó al ver a su hermano abatido, con discreción subió, afligida.— ¿Qué ocurre cariño? —Álvaro cuestionó.—Ernesto, está hecho un mar de lágrimas con tu abuela— Escondió su rostro en el pecho de él.Álvaro inhaló profundo sabiendo que su abuela también estaba igual, luego de que por la tarde ambos bebieron un par de tragos.— ¿Están bebiendo? —indagó algo preocupado.—Sí —respondió—, llevan un poco más de la mitad de una botella. — ¿Por qué? —cuestionó con curiosidad.—Porque doña Ofe ya había bebido unas copas conmigo, estoy seguro que va a terminar en estado inconveniente; me temo que va a querer salir en la gala de la tigresa del oriente, en el peor de los casos, podría ser en su traje de Eva, a la alberca. —Bromeó, se puso su bata y sus pantuflas para averiguar el recuento de los daños.*