Sierra de Chihuahua.Eran las 7:00 pm cuando Aranza se encontraba en compañía del doctor Martín, recorriendo un campamento de un grupo de inmigrantes que estaba asentado a las afueras del pueblo.Sacaban víveres y se los entregaban a las personas necesitadas. La joven observaba con tristeza las carencias que pasaban, aunque ella vivía una situación complicada, agradecía tener un techo y un trabajo para poder sostener a su pequeña hija.Aprovechando que se encontraba ahí, el médico revisó a algunas personas. Estaban finalizando de curar a un pequeño, luego de que cayó de un árbol, cuando el sonido de un grupo de autos, lo inquietó.—Tenemos que irnos —expresó tomando de la mano a la joven.Aranza observó que el semblante de las personas que se encontraban ahí, cambió.— ¿Qué ocurre? —indagó con preocupación.—No debí traerte —enunció alarmado.Martín tomó de la mano a la chica y salió de la carpa en la que se encontraban. Caminaron a toda prisa hasta su jeep, estaba abriendo la portezu
Luego de que Alondra despertó por que Andy estaba inquieta, escuchó ruido en la planta baja, por lo que se asomó por las escaleras, entonces miró a doña Ofe y su hermano bebiendo, su corazón se agitó al ver a su hermano abatido, con discreción subió, afligida.— ¿Qué ocurre cariño? —Álvaro cuestionó.—Ernesto, está hecho un mar de lágrimas con tu abuela— Escondió su rostro en el pecho de él.Álvaro inhaló profundo sabiendo que su abuela también estaba igual, luego de que por la tarde ambos bebieron un par de tragos.— ¿Están bebiendo? —indagó algo preocupado.—Sí —respondió—, llevan un poco más de la mitad de una botella. — ¿Por qué? —cuestionó con curiosidad.—Porque doña Ofe ya había bebido unas copas conmigo, estoy seguro que va a terminar en estado inconveniente; me temo que va a querer salir en la gala de la tigresa del oriente, en el peor de los casos, podría ser en su traje de Eva, a la alberca. —Bromeó, se puso su bata y sus pantuflas para averiguar el recuento de los daños.*
Ciudad de México.Lunes.Eran las 7:30 am y Sandra caminaba como león enjaulado de un lugar a otro, observando con impaciencia su reloj, esperando a que Ernesto le entregara a Lis.Minutos más tarde el timbre de su puerta sonó, por lo que abrió con rapidez. Sonrió al ver a su hija en brazos del hombre que tanto la enloquecía.—Buenos días —Ernesto saludó con tranquilidad.—¿Qué tal la pasaron? —la mujer indagó.—Muy bien —respondió e ingresó para recostar a su hija sobre su cuna—. Solo un detalle. La niña tenía rozaduras, espero que no se vuelva a repetir —sentenció.Sandra sacudió su rostro unos minutos.—Voy a hablar con la niñera —refirió—. No puedo estar pendiente todo el día de la niña —mencionó.—Esto fue en los días que estuviste de vacaciones —indicó presionando su mandíbula con fuerza.Sandra pasó saliva con dificultad al escuchar el tono de su reclamo, por lo que giró en su eje y le dio la espalda para evitar mirarlo a los ojos.—Tuve cosas que hacer, por lo que le pedí ayud
Dos meses después.Sierra Tarahumara, Chihuahua.Aranza se encontraba en la pequeña clínica que había en el centro del poblado, buscaba algunos medicamentos para entregarle a una paciente que había quedado en ir por la tarde por ellos, cuando escuchó como un joven entraba gritando con agitación, buscando al doctor Martin.La enfermera salió de inmediato buscando averiguar qué es lo que ocurría.—Doctor Martín, doctor Martín —gritó el muchacho.— ¿Qué ocurre? —Aranza se acercó a él.— ¿Dónde se encuentra el doctor? —cuestionó aquel joven.—Salió a visitar a una familia que vive en un pueblo vecino —refirió.El chico abrió los ojos de par en par al escucharla, entonces se giró en su eje y salió corriendo de la clínica. Aranza frunció el ceño con extrañeza al no comprender su reacción; entonces, segundos después el mismo muchacho ingresó, con el hombre que los encañonó cuando acompañó al campamento al médico.Caminaron a grandes zancadas hacia ella, entonces desenfundó su arma y le apunt
Aranza se encontraba llegando a algún recóndito lugar, dentro de las profundidades de la sierra. Durante todo el camino, sus ojos permanecieron vendados. Sus manos sudaban ante la incertidumbre de lo que le podía esperar. Momentos después el jeep comenzó a disminuir la velocidad, supo entonces que acababan de llegar. En cuanto el auto se detuvo, uno de los hombres abrió la portezuela del lado donde ella viajaba, la tomó de uno de sus brazos para ayudarla a descender. Aranza presionó con fuerza las asas de su maletín médico y caminó siendo guiada por el sujeto, hasta que le retiraron el vendaje, entonces frotó sus ojos con suavidad, intentando poder enfocar su visión. Se dio cuenta que se encontraba en el interior de una cabaña, distinguió que tenían sobre la mesa del comedor a un hombre recostado, por lo que de inmediato se acercó a él. —Es mi hijo —Ezequiel dijo—. Tienes que curarlo, por eso te trajimos. —Se puso de pie del sillón donde lo acompañaba. Aranza separó sus labios e
Dos días después.Ernesto estaba tan agobiado que tomó un avión en horas de la mañana y partió rumbo a Chihuahua, buscando alejarse de todo, estaba harto de Sandra y sus reclamos, no podía sacarse de la mente aquella imagen de Aline y luego recordaba las palabras del investigador en donde quitó la esperanza de que quizás estaba con vida, por lo que decidió tomar personalmente el asunto de planta al que iba. Se quedó tranquilo al haber contratado a una niñera, recomendada por su hermana, la cual se quedaría día y noche y cuando fuera su día de descanso Alondra o su mamá pasarían por ella. Pasó un par de días trabajando y luego decidió tomarse una semana fuera, para recorrer la majestuosa Sierra Tarahumara. Luego de recorrer parte de la sierra por el tren el Chepe, recorrió algunos destinos turísticos en donde conoció a una hermosa joven llamada Kenia, la cual lo llevó a su siguiente destino: Creel, ahí comieron y quedaron de verse al día siguiente, luego de un par coqueteos, se despid
Aranza se soltó de su agarre. —Yo no le pedía nada —expresó—, no deseo tener trato alguno con usted —dijo con molestia—, no me agrada la gente que hace negocios sucios, le pido que mantenga su distancia —exigió. Ezequiel bufó. —¡A mí nadie me dice lo que tengo que hacer! —exclamó furioso—. Desde el día que te vi por primera vez en el campamento, me gustaste y no imaginas cuanto —refirió. Aranza rodó los ojos. —Yo elijo a la gente que deseo a mi alrededor y usted. —Lo señaló con su dedo índice—, es una persona indeseable —manifestó—, no sólo para mí. —Miró a su alrededor—, sino para todos lo que viven y trabajan de manera honrada en el pueblo —gruñó. Una bruma de cólera abordó al hombre por lo que de inmediato la tomó de la cintura y centró su gélida mirada en el dulce rostro de Aranza. —Esas son pequeñeces —mencionó con descaro—, no me interesa agradarle a nadie —expresó presionándola con fuerza—. Bien dice el dicho que no somos monedita de oro para caerle bien a todos ¿o no? A
Aranza frunció el ceño con extrañeza. — Mi nombre es Aranza — respondió, intentando alejarse de él. Ernesto sacudió su rostro. — ¡No te vayas!, por favor — suplicó, sin soltarla. Aquella chica se estremeció al escucharlo. — No lo haré —mencionó— , tranquilo — susurró con voz dulce y sujetó una de sus manos. Ernesto presionó con firmeza su agarre, sus manos temblaron, ante su calidez. — Tienes que descansar — explicó Aranza— , necesitamos que estés tranquilo, es muy importante — explicó— . Necesitamos contactar a tu familia. Ernesto se quedó pensativo. — No, por favor, mi hermana y mi mamá, están ocupadas en este momento — refirió— . No podrían venir — explicó, pensando en que no podía dejar sola a su hija, en manos de Sandra— . Voy a estar bien, lo prometo. Aranza presionó con fuerza sus labios. — Estaremos pendiente de ti — expresó con suavidad. — Gracias — el joven habló más tranquilo. — Necesitamos esperar a que tu cerebro se desinflame — el doctor Martín intervino— , e