Ernesto tomó del estuche el hermoso anillo en oro blanco, todo el aro, estaba rodeado de pequeños diamantes incrustados, siendo coronado por un gran piedra, de hermosa luminosidad. que resplandeció al tomarlo para colocarlo en el dedo anular de Aline.Ernesto dio un par de giros sosteniéndola, entre sus firmes brazos, acercó sus labios los de ella y la besó con fervor, entonces continuó cantando la última frase:«Pasarán más de mil años, muchos más, yo no sé si tenga amor la eternidad, pero allá, tal como aquí, en la boca llevarás…Sabor a mí».Aline presionó con fuerza sus labios y suspiró profundo, disfrutando de escucharlo cantar solo para ella.—¿Qué dices? —Ernesto cuestionó, mirándolo a los ojos atento.Aline limpió su mirada cristalina y sonrió.—He esperado mucho tiempo por esto —respondió—. Claro que aceptó —respondió con voz ahogada.Ernesto se aclaró la garganta.—Debí pedírtelo hace mucho tiempo —dijo él—, sabes que mi situación económica no era tan estable, deseaba ofrecer
Cuernavaca, Morelos. Semanas después. La ciudad de la eterna primavera, había sido elegida, por Ernesto y Aline, para contraer nupcias, por lo que doña Ofelia Arriaga viuda de Alvarado, se encargó de complacer detalle a detalle a la pareja; sin embargo, agregó detalles, no escatimando en gastos. Disfrutó del hermoso camino acompañado de grandes hileras de las mejores rosas de la ciudad, en color rosado, lila, y nubes blancas, a los costados; además, de faroles con velas alumbrando el sendero para llegar hasta el altar que esperaba a que la hermosa novia atravesara por ahí. En horas más tarde, cuando el ocaso comenzó a caer, Ernesto ingresó al altar, acompañado de Farah, su madre. El joven admiró el enorme arco repleto de ramajes verdes y flores en los mismos tonos que los arreglos del camino al altar. —Siento que todo me tiembla —susurró a su mamá. —Es normal, solo se vive una vez en la vida algo como esto —refirió Farah. —Me muero de ganas por convertirme en su marido —murmuró
Luego de la hermosa ceremonia, se dirigieron al elegante salón de eventos, en donde compartirían con las personas que más amaban su felicidad. Aline y Ernesto ingresaron tomados de la mano, al ritmo de la marcha nupcial, en ese momento los invitados se pusieron de pie, y los recibieron con la calidez de un gran aplauso, mientras caminaban entre elegantes mesas, con mantelería blanca y sillas doradas. Aline admiró los hermosos candelabros colgantes, además de los elegantes arreglos de rosas en varias tonalidades, que armonizaban y le daban una calidez.—Como era de esperarse, doña Ofe, no escatimo en gastos —Aline susurró—. Esperaba algo menos ostentoso.Ernesto carcajeó.—Ya la conoces —explicó—. Estuviste en la boda de mi hermana —mencionó presionando sus labios, entonces la observaron acercarse a ellos.—Mi amiga la reina Chabela, les manda sus felicitaciones y se disculpa por no haber podido venir —comentó—, les envió un presente —indicó—. Oye mijo, voy a solicitar que salgas en
Puerto Escondido, Oaxaca. Semanas después. Ernesto se encontraba en el balcón de la habitación principal, desde la segunda planta, observaba jugando en la playa a su adorada esposa y a las niñas. Desde donde se encontraba recorrió con su mirada el hermoso bikini que lucía ella en tono amarillo fosforescente, haciendo que sus encantos resaltaran aún más. Sonrió sin poder evitarlo, luego de que Abigail se resbaló y tuvo complicaciones para poder levantarse, por lo que Lisette acudió en su ayuda, justo cuando se levantó, una ola, llegó y a ambas derribándolas, por lo que Aline corrió de inmediato para auxiliarlas. Suspiro profundo sintiéndose un hombre afortunado, al tener la familia que siempre soñó, esa que la vida le había negado, luego de que a él y su hermana, los separaron de su madre. Extendió su mano al ver que sus chicas, lo saludaban y le sonreían con emoción. —Te estamos esperando —Aline gritó. —Ahora mismo me cambio y las alcanzo —respondió e ingresó a la habitación pa
Ciudad de México.Debido a un mal tiempo en el norte del país, un frente frío sorprendió a la metrópoli. Ernesto descendió del Uber, unas calles antes de llegar al apartamento al que se dirigía; luego de que el auto, quedó varado sobre el tráfico de la urbe. En cuanto se acercó a la banqueta, cerró su chaqueta buscando sentir un poco más de calor en su cuerpo; entonces, comenzó correr con urgencia en dirección a los edificios donde Aline vivía. Su corazón palpitaba con fuerza, deseando llegar hasta ahí. Hacía dos meses que no sabía nada de ella, y ahora que se enteró que había vuelto, por el aviso de una vecina. No podía desperdiciar esa oportunidad. Mientras proseguía, un par de lágrimas rodaron sobre sus mejillas, las cuales limpió con el dorso de su mano, y prosiguió su andar con la esperanza de poder hablar con ella. Aunque aún tenía una gran bruma en su mente, sobre lo ocurrido ocho semanas atrás, y que fue la razón que llevó a que ella lo dejara. Deseaba con toda su alma pode
Dos meses atrás.Guadalajara, Jalisco.Ernesto caminaba con algo de torpeza por los pasillos del hotel en el que se hospedaba. Su visión era un poco borrosa, por lo que cuando llegó a la puerta de su habitación, no logró deslizar la tarjeta de acceso.La mano de una mujer se la arrebató, y fue la que abrió la puerta. En cuanto ingresaron, ella lo ayudó a llegar a la cama y a recostarse.—No sé qué me sucede, me siento un poco mareado —dijo él.—Creo que se te pasaron las copas, cariño, pero no te preocupes que yo voy a cuidar de ti. —Sacó de su bolso el perfume que había esperado usar desde hace mucho tiempo y esparció un poco en el interior de la habitación, además de aplicarlo sobre su cuello y sus muñecas.Las fosas nasales de Ernesto, inhalaron profundo aquel dulce aroma a delicadas notas de vainilla, jazmín, ámbar y lirios. De inmediato se trasladó en su mente a otro lugar.—¡Aline! —pronunció intentando enfocar con claridad su mirada hacia el cuerpo de la mujer que tenía frente
Ciudad de México.Tres años después. Al salir del ascensor, los firmes pasos de un atractivo hombre, atrajeron la mirada de las empleadas, que cada mañana se deleitaban con su presencia, al verlo pasar. Desde hace dos años, que llevaba como director nacional de una empresa automotriz de gran prestigio. Su exquisito aroma a matices de mandarina, incienso y musgo inundaban el ambiente del lugar dejando un aura atrayente. **Dentro de los cubículos, dos jóvenes, perdían el aliento por él.—Ese hombre me vuelve loca —Ana mencionó, suspirando profundo.—¿Y a quién no, si es uno de los hombres más atractivos de todo el mundo —respondió su compañera quien tenía los labios entreabiertos, sin ocultar lo mucho que le gustaba.— ¿Tendrá novia?, ¿será casado? —cuestionó Ana.—Ni idea, ese hombre mantiene su vida privada en completo hermetismo —refirió.Mientras hacía su trayecto, su profunda aceitunada mirada, recorrió aquellas modernas instalaciones, observando los ordenados cubículos, ha
Sierra Tarahumara, Chihuahua.Una hermosa joven, con cabello castaño claro a la altura de la mitad de la espalda, caminaba por las humildes calles del poblado de Guachochi sosteniendo un bolso, para comprar algunos víveres. Abrochó los botones del desgastado abrigo que usaba. Exhaló observando cómo salía vaho por su boca.Ingresó a la tienda de aquella comunidad, pasó por la estantería y tomó un bote de leche en polvo y unas piezas de pan. Luego de pagar sus compras, salió del lugar para dirigirse al pequeño cuarto que alquilaba desde hacía un par de años.Caminó a toda prisa un par de calles, en cuanto ingresó a su habitación. Sonrió al observar que aún dormía aquella pequeña que era el motor de su vida. Se acercó a ella y la arropó más, debido a que disminuía más la temperatura. Encendió la reducida parrilla que tenía y comenzó a calentar la leche.—Hace frío —una tenue voz expresó.—Te desperté, lo lamento —mencionó con ternura.Instantes después colocó el líquido tibio en un vaso