Capítulo 1

Ciudad de México.

Tres años después.

   Al salir del ascensor, los firmes pasos de un atractivo hombre, atrajeron la mirada de las empleadas, que cada mañana se deleitaban con su presencia, al verlo pasar.  Desde hace dos años, que llevaba como director nacional de una empresa automotriz de gran prestigio. 

Su exquisito aroma a matices de mandarina, incienso y musgo inundaban el ambiente del lugar dejando un aura atrayente. 

**

Dentro de los cubículos, dos jóvenes, perdían el aliento por él.

—Ese hombre me vuelve loca —Ana mencionó, suspirando profundo.

—¿Y a quién no, si es uno de los hombres más atractivos de todo el mundo —respondió su compañera quien tenía los labios entreabiertos, sin ocultar lo  mucho que le gustaba.

— ¿Tendrá novia?, ¿será casado? —cuestionó Ana.

—Ni idea, ese hombre mantiene su vida privada en completo hermetismo —refirió.

Mientras hacía su trayecto, su profunda aceitunada mirada, recorrió aquellas modernas instalaciones, observando los ordenados cubículos, hasta los gabinetes en tono maple. Disfrutaba de la agradable iluminación que se filtraba a través de los grandes ventanales.

Se detuvo unos segundos, observó con discreción su impecable imagen, en  uno de los vidrios espejados que tenían en la puerta. Ladeó sus labios y sonrió con orgullo al reflejar lo que deseaba, modelando uno de sus costosos trajes en color gris oscuro, con aquella fina y reluciente camisa  blanca con una corbata de seda en tono celeste. Aunque muy en el fondo, un profundo vacío encabezaba su vida.

Antes de ingresar su asistente le dio la bienvenida y le entregó su carpeta.

—Bienvenido, doctor —mencionó Miranda.

—Gracias —Ernesto respondió.

—Ya se encuentran todos los directivos —dijo la joven—, parece que están inquietos por los inconvenientes que se han tenido en la plaza de Chihuahua.

—Me lo imagino, ya me puse en contacto con el director de allá, ayúdame a enlazar una videollamada con él, por favor.

—Así lo haré —la joven respondió y se retiró.

Después de finalizar se dirigió a su oficina, la cual era dos veces más grande que la de todos en la empresa. Colocó su tablet sobre el escritorio de cristal y acomodó la placa con su nombre indicando que era el presidente. 

Deseo salir a tomar un poco de aire fresco, luego de llevarse más de lo esperado en aquella reunión.  De inmediato corrió la puerta de cristal, respiró hondo disfrutando de sentir como el aire golpeaba su rostro, además de poder ver la hermosa panorámica de la ciudad. 

De pronto su móvil vibró por lo que lo tomó entre sus manos. En ese instante, al momento de verlo; su mirada se llenó de una profunda melancolía. Al recordar que era el cumpleaños de la mujer que más había amado en el mundo, y la perdió sin poder aclarar lo que sucedió aquella noche, que cambió sus vidas.

Colocó las manos sobre la barandilla y presionó con fuerza, entonces aquel vacío en el que vivía, lo envolvió  recorriéndolo acompañado de una fuerte descarga. Inclinó su rostro observando la enorme altura en la que se encontraba, sin poder evitarlo, sus humedecidos ojos dejaron caer algunas lágrimas, llenas de dolor. 

Su mente se trasladó al momento en que viajó en compañía de Sandra, quien había sido su jefa, a la ciudad de Guadalajara, por cuestiones de trabajo: 

**

Horas después de haber concluido con una reunión en una de las sedes, se dirigieron a cenar. En seguida de eso, no lograba recordar con claridad, nada de lo sucedido esa noche; hasta la mañana siguiente, cuando unas suaves caricias sobre su pecho hicieron que despertara.  Disfrutó del tacto de aquella tibia piel. Luego de unos segundos, sus ojos se abrieron de par en par al momento de reconocer a la persona que se encontraba tocándolo, entonces con gran rapidez se movió de la cama alejándose de ahí.

— ¿Qué estás haciendo aquí? —inquirió cubriendo su sexo con una de las sábanas.

Sandra ladeó su rostro al observar su cuestionamiento.

— ¿Cómo que, qué estoy haciendo aquí? —repitió, ofendida—. Anoche vine a acompañarte porque se te pasaron las copas y cuando te ayudé a recostarte, no me dejaste ir. Me acercaste a ti y me besaste, yo… no me pude resistir, ya que siempre me has gustado —confesó—, y una cosa nos llevó a la otra, después de esto, pensé que tú sentías algo por mí. —Su voz se fragmentó.

Ernesto frunció el ceño sintiéndose extrañado, por lo que ella refirió, pero la realidad es que no podía pensar con claridad. 

—No, esto no debió pasar. Sabes que estoy enamorado de Aline; ella es todo para mí —explicó abatido.

—Mientras me hacías tuya… dijiste que sentías mucha admiración y que me deseabas desde hace mucho tiempo —comentó sollozando.

—Es verdad, te admiro, y te estoy agradecido porque hiciste todo lo que estaba entre tus manos para que no perdiera mi trabajo, luego que desperté del coma, pero solo eso.

—Yo te amo, Ernesto. Sé que soy 10 años mayor que tú; sin embargo, para el amor no hay edad y después de lo que ocurrió entre nosotros voy a luchar por ti —afirmó—. Estoy segura que muy en el fondo sientes algo por mí, no por nada me hiciste el amor y me hiciste vibrar como nadie lo había hecho.

El joven giró su rostro buscando su ropa, para poder salir de ahí. Sin imaginar que Sandra, había enviado un video a Aline, en el momento que estaban teniendo relaciones. Luego de su novia, no volvió a responderle al teléfono, por lo que fue Alondra, su hermana, quien le llamó para comunicarle lo que ocurría. Ernesto de inmediato salió hacia la ciudad de México, buscando intentar aclararlo todo, pero no supo más de ella; como si la tierra se la hubiera tragado.

Dos meses después, Sandra fue a conversar con él, haciéndole saber que aquella noche había tenido consecuencias, le entregó un sobre con sus análisis clínicos.

 Ernesto sacó de su bolsillo aquel papel que le dio, entonces leyó una vez más los resultados.

—Positivo —dijo aun sin creer—. Dame la fuerza para hacer las cosas bien —suplicó—. No sé cómo seguiré ahora que Aline se fue —sollozó—, lo haré lo mejor que pueda, por el hijo que espera Sandra, porque no deseo que corra la misma suerte que mi hermana y que yo. Juro que será muy feliz. —Presionó con fuerza sus puños—. Aun con el corazón sangrando, seguiré con mi vida, pero nunca volveré a creer en nadie —hipo.

***

Ernesto pasó saliva con dificultad, ante aquellos recuerdos, volvió al presente.

—Hasta un hombre condenado a pena de muerte, merece ser escuchado —inquirió con frustración—. Ahora ya es demasiado tarde para nosotros, porque abandonaste el mundo terrenal y yo no encuentro como volver a reconstruirme. — Limpió con el dorso de su mano las lágrimas que escurrían—, espero que desde donde te encuentras sepas que eres el amor de mi vida.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo