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Horas más tarde.

Arnulfo se dirigió hacia la salida del pueblo, e ingresó precisamente a la casa que había rentado el mismo Ezequiel, en donde supuestamente vivió Mara con José, el lugar era perfecto para que nadie los molestara, ya que no había viviendas colindantes, y estaban rodeados por los inmensos pinos.

Justo cuando entró escuchó un par de quejidos, por lo que enseguida se encaminó hacia el patio.

—¿Qué sucede? —el Fiscal cuestionó y ladeó los labios. —¿Acaso no tratan bien a nuestras visitas? —preguntó y elevó su mentón con orgullo.

—Parece que no le gustan nuestras atenciones —Dalil respondió.

Arnulfo dio firmes pasos por el jardín, observó varias vigas atravesadas sobre los muros, entonces caminó hacia los hombres que habían detenido, los cuales estaban atados de manos y colgados sobre unos grandes ganchos.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó a uno de ellos, al detenerse frente a él.

El sujeto lo observó con frialdad y no respondió.

—Parece que necesita modales —Arnulfo refirió
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