Capítulo 0

Dos meses atrás.

Guadalajara, Jalisco.

Ernesto caminaba con algo de torpeza por los pasillos del hotel en el que se hospedaba. Su visión era un poco borrosa, por lo que cuando llegó a la puerta de su habitación, no logró deslizar la tarjeta de acceso.

La mano de una mujer se la arrebató, y  fue la que abrió la puerta. En cuanto ingresaron, ella lo ayudó a llegar a la cama y a recostarse.

—No sé qué me sucede, me siento un poco mareado —dijo él.

—Creo que se te pasaron las copas, cariño, pero no te preocupes que yo voy a cuidar de ti. —Sacó de su bolso el perfume que había esperado usar desde hace mucho tiempo y esparció un poco en el interior de la habitación, además de aplicarlo sobre su cuello y sus muñecas.

Las fosas nasales de Ernesto, inhalaron profundo aquel dulce aroma a delicadas notas de vainilla, jazmín, ámbar y lirios. De inmediato se trasladó en su mente a otro lugar.

—¡Aline! —pronunció intentando enfocar con claridad su mirada hacia el cuerpo de la mujer que tenía frente a él.

—Si, cariño —susurró con suavidad en su oído.

—¿Cuándo llegaste? —cuestionó algo dudoso.

—Hace unas horas, deseaba sorprenderte —ella mencionó mientras retiraba la liga de su cabello, y sacudía su cabeza, haciendo que cayera en una hermosa cascada, sobre su espalda. —¿Te gustó mi sorpresa? 

—Me encantó —Ernesto pronunció, logrando distinguir su silueta.

Luego de que ella se despojó de toda su ropa, se recostó sobre Ernesto y lo besó, invadiendo su boca por completo,  llevando su lengua al encuentro con la de él. 

El joven correspondió con rapidez ante las caricias de ella.

—Te extrañé tanto, bicho —mencionó, sintiendo como las manos de ella, descendían a su entrepierna, haciendo que emitiera un grueso gruñido.

—¿Te gusta, amor? —ella cuestionó.

—Sabes que sí —respondió percibiendo su voz como un eco lejano. Cerró sus ojos, sintiendo como la sangre se concentraba en su virilidad, haciendo que en el instante se pusiera duro.

La mujer se irguió y desabrochó su pantalón con rapidez, ya que Ernesto no ponía nada de resistencia, luego de que lo desnudó por completo, se tomó unos segundos para tomar su móvil y comenzar a grabar su candente momento de pasión.

—¿Estás listo para hacer el amor? —murmuró mientras mordía su oído y descendió a su entrepierna.

—Sabes que siempre lo estoy —respondió agitado, al sentir como los labios comenzaron a succionar su miembro, hasta que sintió que se detuvo, cortando la secuencia de sonoros jadeos que emitía.

—¿Quieres que siga? —preguntó.

—Sí, si —respondió sintiendo como su pecho subía y bajaba con intensidad.

—¿Me amas? —cuestionó.

—Te adoro, eres todo para mí —mencionó y antes de que pudiera pronunciar su nombre, ella se acercó y lo besó apasionadamente, entonces se subió a horcajadas sobre él y llevó su gran virilidad a su interior.

Ella arqueó su espalda, disfrutando de aquella invasión en sus entrañas, entonces comenzó a balancearse poseyendo aquel bien formado cuerpo. 

—¡Dios! —exclamó al sentirse extasiada—, me encantas —mencionó y descendió con sus labios para besar su labrado pectoral—. Eres perfecto —gruñó entre jadeos.

Ernesto ladeó sus labios, aunque no podía distinguirla claramente, con inhalar, su perfume y sentir su piel, le era suficiente. Se gozó al sentir como su mujer, lo embestía cada vez más, con mayor bravura, y sus gemidos subían de tono, indicando que estaba llegando a su clímax.

—Es tu turno de hacerme el amor —dijo ella.

Ernesto sonrió.

Giró con algo de complicación a la chica, sintiendo aun aquel vértigo, pero nada podía hacer que no le hiciera el amor, llevaba dos semanas de viaje que la había echado de menos, mucho.

Se introdujo en su interior  haciéndola suya con rapidez, mientras ella lo envolvía con rapidez entre sus piernas.

—Dame todo tu amor, cariño, demuéstrame cuanto me amas —expresó agitada por la forma en la que la embestía.

—Ya casi —expresó sintiendo la humedecida piel de ella, entonces la abrazó con todas su fuerzas y jadeó.

Ella lo estrechó con fuerza y lo besó, cubriendo sus jadeos. Minutos después salió de su interior y se recostó abrazándola, cerró sus ojos y se quedó profundamente dormido.

Su acompañante tomó su móvil y detuvo la transmisión agitando su mano para despedirse y luego lo envió.

****

Puerto Escondido, Oaxaca.

Aline acaba de llegar a pasar unos días en la playa, para mitigar un poco lo mucho que extrañaba a Ernesto, que estaba de viaje por trabajo; por lo que aceptó la invitación de la familia de su novio y viajó hacia allá.

El día estaba soleado por lo que pasó la tarde recostada en los camastros, tomando el sol y disfrutando de la playa. Durante varias ocasiones desbloqueó su móvil, buscando tener algún mensaje de su novio, pero no había señales de él.

—Necesitas algo —Alondra su cuñada cuestionó.

—Me caería bien una cerveza helada —mencionó sintiéndose muy acalorada.

—En seguida la solicitó —la joven externó. 

Después de estar recostadas sobre las tumbonas de la playa, Alondra se retiró para preparar la cena, por lo que Aline siguió disfrutando de la playa, jugó un rato con su sobrina y luego se perdió entre las olas del mar, hasta que comenzó a oscurecer.

Regresó a la residencia del hermano de Ernesto y se dirigió a ducharse, luego de llenar la bañera y colocar burbujas, se introdujo y cerró sus ojos dentro de la tibieza del agua.

Sin poder evitarlo, se vio haciendo el amor con su novio, justo en ese preciso lugar, por lo que no pudo evitar estremecerse. Dirigió una de sus manos hacia su feminidad y comenzó a estimularse, imaginando que estaba bajo la calidez de su piel.

Presionó con fuerza sus manos y jadeó al llegar a su clímax.

—Te amo, Ernesto —susurró.

Minutos después de que salió y se cambió se recostó un rato, volvió a mirar su móvil, sin señales de su novio.

Estoy preocupada por ti, por favor comunícate conmigo, solicitó sintiendo una opresión en su pecho.

Una hora después bajó a cenar, ya estaba su cuñada Alondra y su esposo Álvaro de inmediato tomó asiento en la terraza, y les sonrió.

—Disculpen mi demora —dijo.

—No pasa nada —Alondra respondió, y en ese momento les fue servida la cena. 

Justo cuando estaba tomando un café, llegó un mensaje al móvil de Aline. Era un número desconocido. La joven lo abrió, vio el video que le enviaron. Sintió correr un balde de agua fría, su respiración se agitó, deseando querer que la tierra la tragara.

Observó con claridad a Ernesto. «Su Ernesto», con otra mujer, teniendo intimidad. Las manos de la joven comenzaron a tiritar.

— ¡No puede ser! —su voz se escuchó temblorosa. Dejó correr las lágrimas, que se amotinaron sobre sus ojos. 

No logró comprender lo que él decía, lo percibió extraño, quizás bebido, ya que arrastraba las palabras, sin embargo eso no lo justificaba. 

Minutos después un mensaje de texto llegó.

«Mira lo que pasa cada que sale de viaje. Esto que vez, sucedió hace apenas unas horas».

Sus cuñados se quedaron observando la reacción de Aline, al no comprender con claridad lo que ocurría, sin embargo sabían que se trataba de algo grave.

— ¿Qué sucede? —Alondra indagó.

—Sucede que tu hermano es un maldito desgraciado. —La joven se puso de pie.

Alondra tomó el celular, que la joven dejó sobre la mesa, sintiendo gran nerviosismo, observó un fragmento de aquel video. Sus ojos se abrieron de par en par.

 —Debe, debe haber una explicación —Alondra intervino. Tomó su móvil para comenzar a intentar localizar a su hermano. Dejó un mensaje de voz al no responder:

«Es urgente, comunícate de inmediato», sin embargo, no hubo respuesta.

Por petición de Aline, Álvaro la llevó a un hotel.

— No dudes en llamar, si necesitas algo.

—Gracias, estoy muy confundida. Necesito pensar —Aline respondió.

—No tomes ninguna decisión con la cabeza caliente —sugirió Álvaro. 

—Gracias, comprenderás que no me podía quedar en la casa de la hermana de él ¿verdad? —indagó.

 Álvaro no respondió nada, bajó a ayudarla con su registro, la dejó en su habitación y se retiró.

Al ingresar a la habitación, Aline se tiró al piso, recargándose en uno de los muros.

— ¿Por qué me hiciste esto? —comenzó a llorar con amargura—. Hemos luchado tanto por nuestro amor y lo acabas de arruinar todo. —Sollozó.— ¿Por qué Ernesto? ¿Por qué? —cuestionó con un profundo dolor.

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