Luego de permanecer dormida durante un par de horas, Aline abrió los ojos y parpadeó en un par de ocasiones, entonces su mirada se reflejó en unas orbes aceitunadas.—¿Cómo estás? —una dulce voz cuestionó.Aline permaneció atenta a aquella mirada que de pronto le pareció algo melancólica, cálida, sincera, que le produjo una sensación de quietud.—Yo te conozco —expresó y sonrió sin poder evitarlo.Aquella joven mujer ladeó los labios y correspondió a su sonrisa.—Así es —respondió con la dulzura de su voz.La grisácea mirada de Aline se llenó de una fina capa de lágrimas, suspiró profundo y presionó sus párpados para liberar aquellas lágrimas que comenzaban a picar.—¡Alondra! —exclamó llena de emoción—, eres Alondra —expresó con alegría—, la hermana de Ernesto y mi mejor amiga —indicó sintiendo como su barbilla temblaba.Alondra limpió con el dorso de su mano sus mejillas.—Así es —manifestó—, me siento muy conmovida al saber que estás viva —expresó con voz fragmentada—, me has hech
Al día siguiente.Aline con ayuda de Ernesto se preparaba para salir del hospital, se sostenía del hombro de su novio, al estar ayudándole a colocarse un pantalón de pierna ancha y con elástico en la cintura. Aline emitió un profundo suspiro, su mente estaba en otra parte. Ernesto la observó elevando su mirada, desde donde se encontraba inclinado, frunció el ceño con extrañeza.—¿Todo bien? —preguntó, pero no obtuvo respuesta inmediata.Minutos después, la joven se animó a expresar lo que le sucedía.—Estoy nerviosa —Aline confesó con nerviosismo.Ernesto se puso de pie, tomó de su mano y la dirigió a uno de los sillones para que se sentara.—¿Por qué te sientes nerviosa? —cuestionó mientras retiraba un mechón de su cabello.—Aún no logro recordar el rostro de nuestra hija —manifestó—, no logro entender cómo es que ahora puedo recordar el pasado y no el presente —expresó mientras limpiaba sus lágrimas con sus dedos—, no puede ser que me haya olvidado de mi propia hija. —Sollozó.Erne
Una hora después. Sandra conducía por las curvas de las sierra, no podía evitar sentirse aterrada pensando que en cualquier momento la podrían detener, justo en ese instante recibió una llamada de Melanie. —Necesito que hablemos —la abogada refirió con voz seca. —Te prometo que en cuanto llegue a la ciudad, me reportaré contigo —Sandra explicó. —No puedo esperar tanto —indicó. Sandra estacionó su auto en un paradero turístico y descendió para continuar con la llamada de la abogada. —¿Qué ocurre? —cuestionó. —Me acaban de enviar una notificación de los juzgados —manifestó y se quedó en silencio unos minutos. —¿Cómo? —Sandra cuestionó agitada. —Se te está acusando de intento de homicidio —informó—, la señorita Aline De la Garza, te demandó—, además de maltrato infantil y negligencia, en contra de tu hija —refirió. — ¡No puede ser! —gruñó exaltada—. Tienes que hacer algo —ordenó. —Por eso mismo te llamo, para avisarte que mi firma no te representará más —aclaró. — ¿Qué dices?
Lis se encontraba en la sala jugando con Aby, ambas ensamblaban una pila de bloques de distintos colores. Sonrió cuando Farah les llevó un par de panecillos que recién acababa de cortar.Arnulfo se acercó a ella y tomó asiento en la sala, miró a las pequeñas y sonrió.—Si todo sale bien en dos semanas estaremos de regreso —expresó.—Me alegra saberlo —ella respondió—, me siento dividida entre mis hijos —manifestó.—Lo sé, ¿te preocupa algo? —cuestionó.Farah suspiró profundo.—Sí, Dalil —mencionó.Arnulfo se quedó callado unos segundos.—Es un buen chico, en poco tiempo, se ganó el aprecio de todos —expresó.—Me alegra saberlo. —Suspiró profundo—, desearía saber que tiene una segunda oportunidad para el amor, tal y como Ernesto —manifestó.—¿Le has preguntado algo sobre su vida personal? —No, no me he atrevido, pero verlo solo, me hace pensar que su corazón, sigue resguardado. —Farah suspiró profundo.—Aprovecha que está en el país y que lo tienes cerca —refirió—, por fortuna nos es
Días después.Aline acababa de ser dada de alta, por lo que comenzaría a trabajar en la clínica, solo mientras de manera formal, llegaba alguien para reemplazarla. Durante los días que permanecería en el pueblo, decidió que era momento de despedirse de la gente, especialmente de doña Inés, la persona que más la había socorrido.Aunque no les decía que se iría por cuestiones de seguridad, les estaba dando un pequeño presente a las personas que asistían a la clínica. Justo en ese momento ingresó doña Inés.—Me dijeron que habías vuelto —refirió, sin poder ocultar su tristeza.—Sí, deseo apoyar al doctor Martín lo más que pueda —mencionó y la tomó de la mano, para que tomaran asiento—, deseo agradecerle todo lo que hizo por nosotras. —Sonrió con cariño.—No tienes nada que agradecer —respondió—, todo lo que hice, fue con mucho cariño, siempre supe que eras una gran persona y te veías tan sola, que me partía el corazón, me alegra mucho que recuperarás todo lo que te pertenece —mencionó—.
Días después.Aline se encontraba trabajando en la clínica del hospital, por cuestiones de seguridad, prosiguió trabajando como enfermera, con la población. Finalizaba de atender a los hijos de una familia muy allegada a doña Inés, entregándole algunos medicamentos, cuando un hombre se puso de pie de la sala de espera y para ingresar a consulta.La chica lo guio hasta su consultorio y le indicó que tomara asiento.— ¿Cuál es su nombre?, ¿Qué necesita? —la joven preguntó.—Soy Joel, siento un fuerte dolor en el estómago — refirió.La chica prosiguió para la revisión, luego de unos minutos, observó al hombre, pensativa.—Voy a necesitar que el doctor Martín lo revise, para que corrobore mi diagnóstico — indicó.El hombre ladeó los labios y se puso de pie, miró su móvil y ladeó los labios.— Ya no es necesario —respondió y sonrió.— ¿Por qué no? —preguntó con extrañeza.— Porque ya me siento bien —mencionó—, es un milagro —expresó y carcajeó.Aline caminó hacia la puerta, sintiendo un f
Arnulfo estacionó la hummer derrapando las llantas, y salió en compañía de Ernesto corriendo con rapidez. Pasaron por la zona acordonada del lugar e ingresaron a la sala, justo donde se encontraba el agente David.Ernesto recorrió con su mirada el interior del lugar, entonces sus ojos se abrieron de par en par al observar una gran mancha de sangre sobre las baldosas. Se llevó las manos al cabello y tiró de él.—Esto no puede estar sucediendo —dijo con horror—, no la puedo perder otra vez —expresó con voz inestable.Arnulfo se acercó a él y lo tomó por los brazos.—Te doy mi palabra que ella volverá —indicó—, aunque no podemos prever cada movimiento de la delincuencia, te aseguro que con Aline tomé las medidas necesarias —manifestó.—Confío en ti —expresó con la mirada cristalizada—, protegiste a mi hermana de aquel sujeto y sé que ahora lo harás con mi mujer —mencionó—, solo no me dejes fuera de esto, deseo estar en todo momento presente —solicitó.Arnulfo se aclaró la garganta.—No p
Aline permanecía sentada en el suelo, recargada a la puerta de la cabina de baño. Su corazón palpitaba con fuerza, temiendo que ese hombre fuera a despertar.—Por favor que Arnulfo me encuentre —susurró orando—, no me dejes a manos de estos miserables —dijo sabiendo que si lograba salir del lugar, lo más seguro es que esos hombres terminarían con su vida.Conforme transcurría el tiempo, la noche cayó, entonces comenzó a escuchar voces del exterior. Tembló al pensar que alguno de esos sujetos, se fuera a acercar a la cabaña, buscando a Ezequiel, y que lo encontraran tirado, inconsciente.De pronto un par de quejidos se empezaron a escuchar, haciendo que Aline se estremeciera al saber que Ezequiel estaba despertando.—¡No puede ser! —murmuró bajito.Ezequiel se flexionó, sosteniéndose por uno de sus brazos, emitió un quejido y luego se llevó las manos a la cabeza, al sentir que iba a estallar, de dolor.—¿Qué dem0nios me ocurrió? —cuestionó y sintió un líquido entre sus dedos, enfocó s