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Escuchar que Débora consideraba ya al rancho como su casa fue un enorme alivio para Daniel, lo que hizo que se reafirmara más si cabe en el acierto de la decisión que había tomado y en las intenciones que tenía con la muchacha y que no eran precisamente pasar por ahí, se lo dijo sin ningún tapujo…

-Mi único deseo para las próximas veinticuatro horas es amarte hasta que sacie la sed que tengo de ti – insinuó mientras abría la puerta de la habitación del hotel.

-Daniel, ni yo mismo puedo soportar mi propio olor.

-Está bien, dejaré que te limpies primero. Ahí tienes el baño – señaló – Buff, tienes razón, esta blusa apesta – afirmó mientras le ayudaba a desvestirse. – Bueno no pasa nada – prosiguió – puedes ponerte una de mis camisas, me encanta que las uses, o, mejor dicho, te mantendré desnuda hasta que quede saciado de tu cuerpo….

Mintió, no dejó que se bañara, bueno al menos no sola, apenas escuchó abrirse el grifo del baño entró en él. Se desvistió contemplando el cuerpo de su esposa
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