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El tiempo transcurría de forma bien distinta para los habitantes del Rancho Doble D. Para Débora y Daniel muy lentamente, aunque en el fondo de su alma no les importaba demasiado pues vivían en una especie de luna de miel. Cuando estaban juntos intentaban abstraerse de todo lo que les rodeaba y se concentraban en mimarse uno al otro, sin importarles las miradas de odio de las que eran objeto y algún que otro comentario de lo más hiriente.

Daniel se sentía como un niño con zapatos nuevos, ansiaba llegar a casa y acariciar la tripita donde creían sus hijos. Lo primero que hizo cuando regresó fue concertar una cita con el ginecólogo, a pesar de que Débora estaba al día con sus revisiones.

-Quiero ver a mis bebés, y quiero saber que son.

-¿Estás seguro Daniel? ¿No prefieres que sea una sorpresa? – Sonrió Débora, pues a ella también la movía la curiosidad...

-Ya he tenido suficientes sorpresas desagradables para una buena temporada, así que no hay discusión…

Descubrieron que esperaban u
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