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Débora no recordaba haber visto nunca a un hombre sacarse la camisa y los pantalones a tanta velocidad. Daniel se tumbó a su lado y empezó a desabrocharle los botones del vestido. Débora intentó impedirlo asiendo su mano:

-Daniel, cierra las cortinas, debo estar horrible, aún doy el pecho y acabo de ser madre…

-Psss, no lo digas mi vida, no digas nunca más eso, estás preciosa, me hiciste el regalo más grande que se puede hacer a un hombre y eso no puede afearte nunca – murmuró acariciando uno de sus pezones, del que salió una gota de leche, la recogió con el dedo y se lo llevó a la boca mientras le masajeaba el otro pezón. – No sabes las noches que he pasado extrañándote mi vida, tu sabor, tu olor, tu piel…, me vuelves loco chiquita. Tan loco que no puedo más, se colocó con cuidado encima de ella y buscó su sexo con la mano, introdujo sus dedos, nunca había estado con una mujer que acababa de dar a luz y no sabía si estaría preparada para recibirlo. Nunca más iba a hacerle daño. Intro
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