Débora no recordaba haber visto nunca a un hombre sacarse la camisa y los pantalones a tanta velocidad. Daniel se tumbó a su lado y empezó a desabrocharle los botones del vestido. Débora intentó impedirlo asiendo su mano:-Daniel, cierra las cortinas, debo estar horrible, aún doy el pecho y acabo de ser madre…-Psss, no lo digas mi vida, no digas nunca más eso, estás preciosa, me hiciste el regalo más grande que se puede hacer a un hombre y eso no puede afearte nunca – murmuró acariciando uno de sus pezones, del que salió una gota de leche, la recogió con el dedo y se lo llevó a la boca mientras le masajeaba el otro pezón. – No sabes las noches que he pasado extrañándote mi vida, tu sabor, tu olor, tu piel…, me vuelves loco chiquita. Tan loco que no puedo más, se colocó con cuidado encima de ella y buscó su sexo con la mano, introdujo sus dedos, nunca había estado con una mujer que acababa de dar a luz y no sabía si estaría preparada para recibirlo. Nunca más iba a hacerle daño. Intro
Helen se trasladó al rancho para estar al lado de su hijo, dejó sola a Débora con los niños. Tal como le correspondía Daniel se ocupó de todo. A fin de cuentas, Rebeca aún era su esposa puesto que no habían llegado a divorciarse. Encargaron una ceremonia sencilla en el cementerio del lugar con la intención de que asistieran únicamente su familia, que era bien poca y unos pocos amigos más allegados. De buena fe pensó que debía comunicarlo a los parientes más próximos de su esposa, así que localizó a la poca familia que quedaba de Rebeca en Austin, ella no tenía hermanos y supo que sus padres abandonaron el país al poco del primer fallecimiento de su hija. Llamó a una de sus tías, con la única que se llevaba. Esta recibió con sorpresa la noticia pues no tenía ni idea que su sobrina hubiera vuelto a la vida, la conversación se alargó pues se vio obligado a contarle toda la historia. La tía de Rebeca le rogó que le diera un poco más de tiempo para reunir a la familia y asistir al sepel
Impulsada por un resorte se revolvió asustada, Jorge permanecía en medio de la estancia mirándola con ojos burlones, riéndose a carcajada limpia. No le gustó esa expresión, a la vez que no creía nada de lo que le estaba diciendo, se lo gritó a la cara acercándose nuevamente a él. El hombre no se amilanó y añadió tranquilamente que tenía pruebas…-¿Qué pruebas…? – preguntó muy asustada Débora…-La pistola con la que Daniel mató a Rebeca con sus huellas. El la mató por ti, mató a su esposa para poder casarse contigo. Esa muerte te perseguirá toda la vida. Si vuelves con él estarás construyendo tu feliz vida encima de un cadáver…No, Débora no creía nada de nada… Dan era incapaz de matar. En ese momento recordó el día de su cumpleaños, las palabras de Daniel en un susurro ahogado mientras hacían el amor: “Mataría para impedir que te arrebaten de mi lado”. No, no, estaba loca, se estaba volviendo loca, no podía confundir las frases que se pronuncian en un momento de máxima excitación con
Débora cerró los ojos intentando pensar, lo poco que le permitía concentrarse la cercanía asquerosa de Jorge que ahora se entretenía tironeándole del pelo. Logró darle un manotazo. ¡No! ¡Su cabello no! Su melena era de Daniel. Estaba dispuesta a cortársela para impedir que Jorge se la acariciara. Ahí encontró la solución, cortar, debía cortar por lo sano, ella era el pretexto de Jorge para lastimar a su hermano, las disputas entre ellos no terminarían nunca y ahora ella estaba en medio. Podía irse… abandonarlos a los dos, si desaparecía de sus vidas ya no había motivo para la disputa, pero Jorge no lo iba a permitir. -No pienses que podrás huir de mi - ¡Dios mío! Débora se estremeció, parecía que le había leído el pensamiento.Si no se casaba con él, Daniel iba a pasar una temporada en la cárcel. Se lo dijo tranquilamente mientras volvía a besarla, la cogió desprevenida y logró introducir la lengua en su boca. Sintió repugnancia, pero no luchó, sabía por experiencia que sería contr
Daniel siguió contemplando al amor de su vida, se habían acabado las noches tristes añorándola en la soledad de su habitación. Su cama ya no volvería a estar vacía. Ahora ya nada los separaba, iban a estar juntos para siempre. Se casarían enseguida, tan pronto tuviera solucionado todo el papeleo legal, ya había iniciado los trámites, le quedó tiempo esa misma mañana.Ahora quería hacerlo bien. Sería una gran boda, no como la primera. Débora se lo merecía. En la vieja capilla del rancho, ya lo estaba imaginando. Darían una gran fiesta, aprovecharían también para bautizar a los mellizos, convertiría la celebración en un gran acontecimiento que sería recordado en la región por mucho tiempo. Así iba a ser el bautizo de David si su hermanastro y Rebeca no lo hubieran estropeado, esta vez nada empañaría la felicidad de todos. Tiraría la casa por la ventana si era necesario. Necesitaba proclamar a los cuatro vientos que Débora era la mujer de su vida, su compañera para el resto de s
Dan tenía la taza de café en la mano, tembló, estuvo a punto de dejarla caer, pero consiguió volver a colocarla sobre el plato sin tener que lamentar ningún estropicio..¿Estás bromeando verdad? – preguntó sorprendido..No – Fue la escueta respuesta de Débora.¿Por qué?.No quiero….Esto parece un diálogo de idiotas… ¿Vas a explicarme que te pasa? – preguntó cada vez más asustado, en otro momento se hubiera enojado si alguien osaba contradecir sus órdenes…, ahora en cambio estaba asustado... ni siquiera él se daba cuenta de cuanto…La muchacha intentó ganar tiempo… La presencia de Daniel en la casa complicaba sus planes, si él la obligaba a regresar al rancho todo estaría perdido. Le mintió, inventó una excusa e intentó zafarse como pudo. No se negó directamente a regresar con él, sólo le pidió unos días. Dan deseoso de estar con ella no entendía a que venía esa petición. ¿Acaso no había tenido tiempo suficiente, no se habían pasado los últimos meses separados? El escollo que imped
Entró en la pequeña salita y se presentó con formalidad:-Soy el inspector Fernando Díaz, ¿y usted?Débora se presentó, el policía la acompañó a un despacho situado al fondo de la comisaría. La estancia era de lo más impersonal una mesa metálica en la que solo había una pantalla de ordenador. Dos sillas a cada lado y una pequeña ventana por la que se colaba la luz diurna. Quedaron sentados frente a frente, el policía permaneció unos minutos en silencio mirando fijamente a la mujer. Ella no logró sostener la mirada a pesar de esforzarse, había ensayado para mostrarse segura, de momento no lo estaba consiguiendo. Bajó los ojos nerviosa…-Bueno, usted dirá señorita… - Apremió el policía ante el incómodo silencio de ambos, tamborileando con sus dedos sobre la mesa.-Le he dicho a su compañero que quiero confesar un asesinato…-Ya, por eso estamos aquí – habló con una sonrisa… La aprensión inicial creyendo que era una loca desocupada con ganas de tomarles el pelo desapareció. Le gusta
Débora podía repetir una y mil veces que había matado a su rival, pero el inspector seguía sin verlo demasiado claro. Intentó recrear mentalmente el asesinato y advirtió que el rancho estaba situada a unas cuatro horas en coche de Houston, más o menos…-¿Usted residía en el rancho también, junto a la difunta Sra. Savater? – preguntó.-No…, mi marido… - titubeó – bueno Daniel me había pedido que me trasladara a Houston con su madre mientras él arreglaba el problema de Rebeca. Pero yo sabía que no tenía solución, así que alquilé un taxi, me trasladé al rancho, cité a Rebeca y la maté de un disparo, luego simulé un robo y regresé por el mismo medio. -Aun así, son muchas horas, no creo que le diera tiempo.-Me escapé antes de la cena, fingí que no me encontraba bien para encerrarme en la habitación. Aproveché que todos estaban distraídos para escaparme, regresé poco antes de que se levantaran… - Aclaró Débora ante las miradas incrédulas de los dos policías, que seguían intercambiándose m