La sentencia que han oído ambos hombre los hace tragar saliva y de una vez se apresuran en alejarse de la muchacha que tenían entre sus manos, y entre disculpas hacia su jefe superior, se alejan de aquel lugar, volviendo al edificio. Juan Miguel se apresura hacia María Teresa para preguntar si está bien. A más de estar enojada por este tipo de trato en la soñadora ciudad, simplemente da una sonrisa para reconfortar a Juan Miguel—Lo estoy, gracias —responde con seguridad—. No me acostumbro a que exista gente con esta clase de pensamiento.—No sabrás la tanta cantidad de gente que todavía piensa de esa manera, pero cualquier que lo haga debe ser enjuiciado por su conducta. Pero, ¿Qué haces aquí, María Teresa? Mientras trata de saber que es lo que dirá, sus ojos se vuelven a encontrar con los de Luis Ángel. —Necesito hablar con usted, señor. Luis Angel se la queda viendo con interés. Pero como están en medio de todo el mundo, quienes se habían detenido para observar la escena del mi
—¿¡Me puedes explicar…?! Angelica tira su cartera hacia un lado mientras tiene esa expresión cínica de enojo en su rostro. María Teresa se aleja del cuerpo de Luis Angel. Todo aquel ensueño desaparece. Aún más cuando ya las manos de Luis Ángel no se encuentran en su cintura. Cierra los ojos con cansancio. No puede ser.—Eres una ma@ldita cínica. Te lo advertíAngélica se abalanza hacia María Teresa, pero Luis Ángel se interpone entre las dos. —¡Está mujer es una aprovechada! ¡Tú también! ¡¿Cómo eres capaz de hacerme esto?! Estabas a punto de besarla —Luis Angél tiene que sostenerla para alejarla de María Teresa. —¡Angelica basta! —la agarra con fuerza para que no perjudique a María Teresa. —¡Una aprovechada! ¡Una…ramera! Grita Angelica. María Teresa abre su boca con impresión. —¡No vuelva a insultarme! —expresa. No puede creer que haya escuchado eso. María Teresa es en su mayoría una muchacha calmada, pero cuando sabe que está siendo insultada, no puede quedarse así. ¡Y ha suc
Eva alza las cejas con impresión. Incluso María Teresa necesita también aceptar lo que se le ha dicho. —¿Tu hijo? ¿En dónde está tu bebé, María Teresa? —Eva no puede creer lo que escucha.—Te cuento después —le susurra a Eva—. ¿La señorita puede venir conmigo? —le pregunta al chófer.—No tengo problema —responde el hombre. Una vez en el auto, blindado y espacioso, Eva observa con gestos llenos de sorpresa y de aceptación en la gran camioneta que justo ya comienza a dirigirse hacia las calles de repletas de la ciudad.Sin embargo, empieza: —¿Me puede explicar…?—Una señora cuida de mi hijo mientras yo trabajo —aunque así lo siente María Teresa, mentira no es. El problema ahora es como decirle la verdad, o buscar las palabras correctas para aparentar que es esto es normal. Conoce a Eva, y no lo pasara por alto.—¿Pero cómo es posible que ese hombre ordene que te lleve a ese lugar? —Eva alza una ceja, aunque denota esa sonrisa.María Teresa observa el ventanal antes de contestar.—Me
—Vine a ver a mi hijo, señorita —dice María Teresa, sonriendo también—, también es un gran placer verla. —¿Tienes un hijo…? —repite Abigail con sorpresa—. No lo sabía —deja salir una sonrisa pequeña—. ¿Estás de ida ya? Es muy de noche. Puedo llevarte si gustas. Eva sonríe por lo bajo cuando observa de arriba hacia abajo a esa idéntica mujer enfrente. Aunque Abigail tiene el cabello rubio, los rasgos son similares. Se arregla su cartera y se dirige hacia su amiga —Yo ya me voy, es un placer, señorita. Tere Mari, ya sabes dónde encontrarme, amiga. Me llamas, ya tienes mi número —y le da un beso en la mejilla.María Teresa le agradece, despidiéndola. —¿Cómo sigue el señor Ricardo? —le pregunta a la señorita Abigail una vez dentro del auto.—Mi padre está muy bien. Me asusté mucho, él es lo único que tengo en esta vida —dice Abigail, con tristeza.—¿Es hija única, señorita?—Lo soy, sí —Abigail enciende el auto—, pero no siempre lo fui. Yo…tuve una hermana.María Teresa la mira.Abig
Quiere creer María Teresa que eso mismo que escucha tiene que ver con el mismo pasado frágil. El doctor Escalonte la mira con atención, esperando una respuesta.—Su propuesta es un milagro caído del cielo —comienza María Teresa, capaz de pronunciar las palabras con detenimiento—, pero por los momentos tengo que permanecer aquí.No estaba ilusionado a esperar una respuesta positiva pero no es que está a la espera de un consentimiento tampoco. Aún así, Pablo parece estar calmado, hasta tiene un gesto amigable en su rostro.—Lo entiendo, pero me cuesta creer que esto suceda. Tiene que confiar en mí, recuerde que debe de estar cerca de su niño.—Lo estoy, gracias por esto, doctor. Estaré inmensamente agradecida —sonríe María Teresa con sinceridad.—No, María Teresa, no me agradezca —el doctor toma su mano con delicadeza y la aprieta—. Estaré para lo que necesite. La acompaño hasta la entrada.María Teresa sigue sonriendo. El doctor es una gran persona, de eso no lo duda. Estar rodeada de
¿Es ella quién asistirá a ese bautizo? ¿Pero cómo? Quiere detener a Luis Ángel cuando lo ve alejarse.—¿Cómo es posible que yo vaya? ¿Aparecerme delante de todos? —¿Y quién más debe aparecer si no es usted? La madre —Luis Ángel observa la mano de María Teresa en su brazo. Al notar su agarre, María Teresa la quita de inmediato.—Al principio dijo que sólo quería que usted fuese el padre. Y ahora quiere que yo esté cerca de mi bebé pero al lado suyo. No lo comprendo. Explíqueme. —¿Piensa que soy capaz de quitarle al niño la posibilidad de estar con su madre? Esto debe hacerse así y punto —Luis Ángel comprueba la misma intención de haberse teñido por la rabia de haberla visto con Pablo, y por sus dudas acerca de él—. Ya le dije lo que tenía que saber. Ahora queda de su parte si asiste o no.—Me está diciendo que me aparezca en esa cena así sin más —María Teresa se acerca con los ojos abiertos—. ¿Cómo quiere que piense?Pero Luis Ángel se queda callado, mirándola fijamente. Un moment
—Mi hijo es el niño que el señor Luis Ángel presentó. Ángel será un Torrealba.Apenas había evadido la primera pregunta de Eva, lo que hizo María Teresa para conocer de sus sospechas fue recuperar la fuerza con tal de ser lo suficientemente valiente para hacérselo saber. Ahora mismo.Eva frena de golpe y abre la boca con desenfreno. —¿¡Tu hijo es el heredero de los Torrealba?! María Teresa sabe que es un seudónimo con el que debe lidiar a partir de ese momento. Da una ojeada hacia el camino que dirige a la ciudad—Le colocó su apellido a mi hijo —vuelve a decir. Eso atorado en su garganta estaba a punto de hacerla trizas.Eva quita las manos del volante para tomar aire.—¿Sin ser el padre? Bueno, es que el señor Torrealba es el más rico que cualquier hombre que pise este país. Nadie la hace juego, ay Tere Mari, jamás hubiese imaginado. ¿Por eso aceptaste trabajar con él? ¿Por eso, por eso? ¡Es que no puedo creerlo!—Algo así, Eva. Pero le dije que no quiero nada de él. Que se preoc
Elisa frunce el ceño ligeramente por la confusión. Es como si la reconociera de algún lado.Luis Ángel deja a Angélica con la palabra en la boca, encaminado con pasos cortos y lentos, sin quitar la mirada. El poder que emana bajo esa impresionante apariencia es abismal. Está tan bella que cualquier rosa no puede pertenecer a su jardín, porque llorarían ante su hermosura. Es de las mujeres más hermosas que ha visto en esta vida, antes o después, siempre fue la mujer más deslumbrante. —Estás preciosa.Suelta de una vez, admirándola por completo. La pronta necesidad que tiene por tomar su mano y arrebatar ese beso que lo ha de volver loco lo atonta un momento. Pero le estira su mano.Y ella no sabe qué responder. Le da su mano. Y la besa. —Sé que eres tú. Esos ojos jamás los olvidaría, y aunque quisiera, ya no podría.La admiro una vez más..—María Teresa. Ella traga saliva. —No sé si fue buena idea venir. Todos me están mirando —deja saber con prontitud, dándose cuenta que son mu