30. ¿Una...propuesta?

—Vine a ver a mi hijo, señorita —dice María Teresa, sonriendo también—, también es un gran placer verla.

—¿Tienes un hijo…? —repite Abigail con sorpresa—. No lo sabía —deja salir una sonrisa pequeña—. ¿Estás de ida ya? Es muy de noche. Puedo llevarte si gustas.

Eva sonríe por lo bajo cuando observa de arriba hacia abajo a esa idéntica mujer enfrente. Aunque Abigail tiene el cabello rubio, los rasgos son similares. Se arregla su cartera y se dirige hacia su amiga

—Yo ya me voy, es un placer, señorita. Tere Mari, ya sabes dónde encontrarme, amiga. Me llamas, ya tienes mi número —y le da un beso en la mejilla.

María Teresa le agradece, despidiéndola.

—¿Cómo sigue el señor Ricardo? —le pregunta a la señorita Abigail una vez dentro del auto.

—Mi padre está muy bien. Me asusté mucho, él es lo único que tengo en esta vida —dice Abigail, con tristeza.

—¿Es hija única, señorita?

—Lo soy, sí —Abigail enciende el auto—, pero no siempre lo fui. Yo…tuve una hermana.

María Teresa la mira.

Abig
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