2. Pérdida
Y su alivio es atronador, rápido y solloza. —Ayuda…—quiere gritar pero la voz le desgarra y no siente que es escuchada—. Ayuda… Del coche entonces observa a una figura salir, rápidamente puede notar que es de una mujer y la observa tapándose la cabeza con un abrigo. María Teresa tiene la respiración entrecortada y no puede continuar así, apenas da unos pasos por la debilidad, pero a la vez siente fuerza, porque no está sola. Tiene a su pequeño. —¡Bendito Dios…! —oye exclamar en cuanto puede vérselas con una señora aproximándose a los cincuenta—. ¡Tienes un bebé! —Señora, se lo ruego —María Teresa tiene que casi colocarse de rodillas en cuanto la observa—. Por favor, sólo quiero que mi hijo esté bien. Sólo eso, no le pido más. Ayúdeme a salir de aquí, se lo ruego. Mi niño está recién nacido, yo no sé… —¡Madre! —una voz por detrás que viene desde el carro atormenta la propia tormenta—. ¡Regresa al carro! ¡Ahora mismo! Pero la señora no atiende al llamado. Ve a María Teresa con oj
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